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Aventura Peligrosa (capítulo 6 - final) Empty Aventura Peligrosa (capítulo 6 - final)

22.05.15 14:20
Very Happy Por fin salí de vacaciones, una disculpa, no había tenido tiempo con eso de los exámenes finales. Pero ya la terminé, una historia corta. Espero que la disfruten y den sus opiniones.


6
Cristóbal
Tardamos hora y media en encontrar el archivo de la señora Carmen Lozada, no fue fácil con todo el desorden que tenía Rodríguez en su oficina, parecía que un terremoto había pasado por ahí. La señora tenía algunos antecedentes penales, uno de ellos era que un oficial la había encontrado completamente borracha, azotándose en medio de la calle y le rompió la botella de whisky en la cabeza al policía; la juzgaron y la internaron en un hospital psiquiátrico, el único con el que contábamos, del cuál escapó cuando su psiquiatra fue expulsado por mala praxis.
 -Al parecer es adicta a las metanfetaminas. ¿Sabes?, creo que deberíamos tomar nota de esto, así como el hecho de que bebe whisky, creo que podría ser útil- dije
 -Tal vez deberíamos averiguar algo sobre el doctor, nos podría ayudar también-
 -Estoy de acuerdo, pero creo que no será fácil, el nombre está manchado- dije tratando de descifrar lo que veía
 -Bien, podríamos averiguar su ID-
Nos acomodamos en su escritorio, tuvimos que encender la lámpara para que pudiéramos ver mejor. Estábamos trabajando lo más rápido posible, codo a codo. Me llegaba el aroma de su cabello, frutas; trate de acercarme más para poder oler mejor, pero creo que me acerqué demasiado porque enseguida se apartó. ¿Instinto de supervivencia, quizá? Sonaba absurdo.
 -¿Qué estás haciendo?- me miró extrañada y divertida a la vez, sentí que los colores subían a mis mejillas, pero traté de controlarme.
 -Lo siento, es que, el aroma de tu cabello es muy penetrante- ¿acaso no se me ocurría algo mejor que decir?
 -Ah, bien, entonces, tal vez deberías alejarte un poco más- su sonrisa se desvaneció.
 -No digo que sea malo, es solo que… Me preguntaba si es de frutas-
 -Sí, si lo es. ¿Podemos regresar al trabajo?-
 -Claro, si, por supuesto- ¿Qué demonios había ocurrido?, ¿quería saber si el aroma era de frutas?, claro que no, pero no tenía nada más inteligente que decir. Traté de concentrarme en lo que estábamos haciendo, pero me quedé más concentrado mirando su perfil, como entornaba sus bonitos ojos color miel para tratar de ver mejor, o como fruncía el ceño cuando encontraba alguna anomalía. Era una vista increíble. “Un segundo, ¿en qué estás pensando?, es tu compañera, tu amiga”, pensé, traté de apartarme lo más rápido que podía.
 -¿Sucede algo?- me preguntó un poco espantada, no podía dejar de mirarla, de verdad era muy guapa, pero estaba fuera de mi alcance.
 -No- dije dirigiéndome a la salida. –Iré a ver si ya saben algo de los monos- salí casi corriendo, huyendo mejor dicho, de mi compañera.
Elizabeth había sobrevivido a la primera semana, lo primeros tres días había deseado con todas mis fuerzas que se diera por vencida, pero poco a poco me fui acostumbrando a su presencia, además era muy buena en lo que hacía, apenas era la segunda semana y ya llevábamos un buen camino recorrido; normalmente nos tardábamos aproximadamente tres meses en resolver un caso, pero ella era muy dedicada y parecía que viera cosas que los demás no podíamos ver, sin embargo, todavía existía la posibilidad de que renunciara, apenas estábamos en la segunda semana y no creo que fuera posible que en tan poco tiempo, nos hubiéramos hecho muy buenos amigos. Ella decía que éramos amigos, pero ahora que lo pensaba, no creo que fuera así, es decir, no la conocía lo bastante bien como para decir que era mi amiga, pero quería que lo fuera, no solamente mi compañera de trabajo. Además, yo era como su hermano mayor, sentía que debía cuidar de ella cada vez que nos aventurábamos a revisar alguna escena del crimen, era como mi hermana pequeña.
En cuanto llegué al laboratorio de Liliana, pude verla sentada frente a un microscopio, haciendo sus observaciones. Era pelirroja, bajita, delgada y joven, el problema era que estaba casada.
 -Hola, vine a ver si ya tienes algo de información-
 -Cristóbal, que milagro que eres tú quién viene a pedir informes. Fue un trabajo rápido, ahora solo investigaba otras cosas que me mandaron-
 -Bien, ¿y que tienes?-
 -Pues verás. Los monos que me trajeron, creo que serán una mina de oro para ustedes.        Tienes suerte de tener a Elizabeth de compañera-
 -Bueno, aún no sabemos si después de esto se quedara-
 -Créeme, lo hará. En fin, como te decía, la sangre dio positivo para Montiel: el asesino los utilizó. También me encontré con una pequeña sorpresa en sus bolsillos.- tomó algo de la mesa de trabajo y me lo mostró, eran unas pastillas, la mitad era blanca y la otra azul. –Son metanfetaminas, un poderoso antidepresivo con efectos secundarios muy potentes. Este tipo de pastillas combinadas con el alcohol tiende a hacer que la gente pierda totalmente el contacto con la realidad- explicó.
 -Estás de broma, ¿verdad?, dime que sí- su mirada era muy seria, movió la cabeza negativamente. –Eso quiere decir que a nuestro asesino le gusta tragar metanfetaminas con whisky. Debe estar completamente loco o loca. Esto es muy reconfortante, creo saber quién es el culpable.- salí corriendo del laboratorio para avisar a Elizabeth de mis nuevas sospechas después de recibir el informe de Liliana.
 -Qué bueno que regresaste ya. Tengo el ID del psiquiatra, es: OC-X6-EZH. ¿Estás bien?- me preguntó en cuanto se dio cuenta que me faltaba el aire.
 -Creo que tenemos a nuestro asesino-
Después de llevar a Miguel el ID del doctor para que lo analizara, le expliqué a Elizabeth lo que me había dicho Liliana, estuvimos mucho rato pensando en las probabilidades de que el asesino fuera Carmen Lozada, todo indicaba a que ella lo había asesinado, pero de ser así, probablemente lo había hecho cuando estaba completamente fuera de la realidad. El día había pasado tan rápido, que no nos dimos cuenta de que ya era nuestra hora de salida. El análisis del ID del doctor llevaría su tiempo, Miguel también tenía que ayudar a los demás a resolver sus casos.
 -Tal vez sea mejor que vayamos a descansar. Después de todo estamos cada vez más cerca- dijo Elizabeth.
 -Si tienes razón- me pasé la mano por el cabello, estaba cansado.
 -¿Nadie te ha invitado a salir el día de hoy?- preguntó, en poco tiempo ya me había ganado una reputación, por lo menos con ella. Está bien, todas en la estación sabían quién era, yo no pedía citas, ellas venían a mí, pero en cuanto me lo preguntó, sentí cierto remordimiento.
 -No, el día de hoy estoy completamente libre. Tal vez deberíamos ir a divertirnos un poco y conocernos- esto último salió de la nada, pero esperé con ansias su respuesta. Me miró con extrañeza y un poco sorprendida.
 -Claro, ¿por qué no?- se puso inmediatamente su abrigo gris, recogió sus cosas y se detuvo en la entrada. -¿No vas?-
 -Si, por supuesto- me moví rápidamente. Últimamente se vestía con pantalones de mezclilla ajustados, blusas que resaltaban su figura y tenis, la muchacha era realmente atractiva. Moví mi cabeza para no seguir pensando en ello.

Elizabeth
La temperatura había bajado considerablemente, de doce grados había descendido a cuatro, las calles se veían más oscuras de lo normal y la neblina bajaba, pareciera que la ciudad había sido sacada de una película de terror.
La invitación de Cristóbal me había sorprendido, en el tiempo que llevaba trabajando en la estación, no lo había visto pedir a alguien que saliera con él, y según lo que decían mis compañeras del trabajo, jamás lo había hecho, hasta ahora.
“Somos amigos, por eso me lo ha pedido, no te hagas ilusiones Elizabeth”, me reprendí, la verdad es que no había pensado en él de esa forma, es cierto que era atractivo, pero era mi compañero de trabajo, alguien que apostó a que me iría al segundo día pero no le había dado el gusto. A pesar de eso se convirtió en alguien cercano en poco tiempo, y lo consideraba en cierta forma como mi amigo; la verdad es que pasábamos mucho tiempo juntos, como todos los demás con sus respectivos compañeros, además, era un mujeriego. Todas las noches sin falta, a excepción de hoy claro, alguien lo invitaba a salir, no sé si me molestaba el hecho de que ellas lo hicieran o que nadie me invitara a mí, pero al final no le daba mucha importancia porque tenía mucho trabajo y probablemente rechazara la invitación. Después de la invitación de Johnny, no se volvió a aparecer, por lo menos no para invitarme, todos estábamos ocupados, con las agendas llenas, de vez en cuando nos saludábamos, pero eso era toda nuestra relación.
Cerca de la estación había un bar, saliendo hacia la derecha, doblando la esquina. Caminamos hasta allí, el frío viento nos amenazaba con colarse a través de nuestra ropa, así que caminamos lo más rápido posible para protegernos de él. En cuanto entramos, nos recibió el cálido ambiente que se desarrollaba dentro, al parecer hoy era jueves de Karaoke, una muchacha, pasada de copas, cantaba a todo pulmón una canción de la quinta estación, la reconocí como “El sol no regresa”, no estaba segura. Un grupo de jóvenes le echaba porras y la animaban.
 -¿Quieres cantar?- me pregunto Cristóbal acercándose a mi oído para que pudiera escucharlo, su fresco aliento con olor a menta hizo que se me pusiera la piel de gallina y sentí un retorcijón en mi estómago.
 -No, así estoy bien. Nunca he sido una gran cantante- dije
 -Ni yo, pero eso no me ha detenido- su cercanía me ponía un poco nerviosa, era extraño, ya que la mayor parte del tiempo estábamos muy cerca, quizá esto se debiera a que se acercaba con otra intención. –La mayoría de los que trabajamos en la estación, venimos a este bar, es como si fuera nuestro lugar sagrado- explicó sonriendo, fue entonces que me di cuenta de que en esos momentos sus ojos habían adoptado un color avellana, eran increíbles.
Me señaló la barra y nos dirigimos hacia allí, tomamos asiento y pedimos nuestras respectivas bebidas, como no quería tener una resaca al día siguiente, pedí una limonada; en cambio él, comenzó con unos tequilas.
 -¿Todos los días hacen el karaoke?- pregunté.
 -No, solo los miércoles y jueves. Los demás días es un bar normal, supongo- hizo una pausa. – ¿Nunca habías venido aquí?- negué con la cabeza. -¿Acaso tus padres no te dejaban venir?-
 -No, no es eso.- me quede un rato pensativa, jamás le había hablado a alguien sobre mi vida, ni si quiera a mi amiga de la secundaria, Julieta; que cuando se enteró que su novio en turno la engañaba, se suicidó. –No tenía mucho tiempo- contesté con una sonrisa fingida.
 -Bueno, cuéntame tu historia. Lo único que sé de ti es que naciste aquí, y que tienes una carrera técnica en programación- tomó su tercer tequila de un jalón.
 -La verdad, no hay mucho que contar-
 -Siempre que una mujer dice que no hay mucho que contar, en realidad quiere decir todo lo contrario- pude notar que me sonrojaba un poco. –Cuéntame, no sé, sobre tus padres-
 -Mi papá murió cuando tenía diez años. Le dispararon.-
 -¡Oh vaya!, lo lamento- pude notar como inmediatamente se arrepintió de preguntar.
 -No te preocupes. No fue tu culpa- me detuve un momento antes de continuar. –Mi mamá se encargó de mi hermano y de mí cuando sucedió lo de mi papá. No fue fácil, mi hermano estaba en plena adolescencia; en eso entonces él tenía quince años, hizo una carrera técnica en arquitectura. Mi madre murió tres años después de lo ocurrido, y mi hermano tuvo que cuidarme durante un tiempo.
>>Se quedó conmigo hasta que llevaba la mitad de la carrera realizada; se fue a Estados Unidos, y desde allá me mandaba dinero, yo también trabajaba porque a veces no me alcanzaba con lo que me mandaba. En cuanto terminé la carrera, le dije que ya no era necesario que siguiera “manteniéndome”, era tiempo de que yo me ganara la vida. Hace tiempo que no sé nada de él- extrañaba a mi hermano, pero siempre sentí que no le agradaba mucho el hecho de cuidar de mí, y la verdad, tenía razón, no era su obligación, por lo menos no del todo; aun así, le estaba agradecida por haberse hecho cargo, no me importaba el hecho de que él siguiera creyendo que yo era la culpable de que nuestro padre estuviera muerto. No importa las veces que se lo dijera, probablemente siempre me vería como la culpable, y en cierta forma, yo también lo sentía así, llevaba un poco de la carga.
Nunca se lo dije, pero sabía que él se preocupaba por mí a pesar de la idea que se había creado; siempre que tenía pesadillas en relación a la muerte de mi papá, despertaba llorando, mi mamá se limitaba a decirme que todo estaba bien, cuando se aseguraba de que estaba tranquila y salía de mi habitación, mi hermano venía. Yo me hacía la dormida, pero sentía como se recostaba a mi lado y me abrazaba, en ocasiones podía sentir como su cuerpo se sacudía debido al llanto y coraje contenidos; y por las mañanas, cuando intentaba sorprenderlo, él ya se había ido, tenía la impresión de que trataba de convencerse que solo había sido un accidente, un mala pasada del destino.
Supuse que me quede un buen rato sin hablar, porque Cristóbal me tenía sostenida de la mano y me daba pequeñas sacudidas, en cuanto reaccioné, aparte mi mano lo más sigilosa posible para no parecer tan brusca.
 -¿Estás bien?- me miraba preocupado.
 -Sí, disculpa, me quedé pensando-
 -Disculpa, no debí haber sido tan entrometido-
 -No te preocupes, para eso hemos venido, para conocernos mejor- dije, y traté de tranquilizarlo con una sonrisa.

Cristóbal
Había salido bien, prácticamente, porque aún seguía dándome golpes de pecho por la pregunta que había hecho, sin embargo, ella me contó lo que yo supuse, era una parte muy importante en su vida. Platicamos de muchas cosas, la escuela, los amigos, parejas; un tema con el que estuve un tanto incómodo pero no sabía por qué, sin embargo, cuando llegó mi turno de platicar sobre mis citas, ella no se molestó, esa reacción hizo que me irritara un poco, ¿por qué? No sabía, no podía encontrar respuesta.
Antes de que llegara la hora de que partiéramos a nuestras respectivas casas, una llamada a su celular hizo que cambiáramos los planes.
-Han analizado el ID, deberíamos ir a ver- me dijo
-Está bien, entre más rápido se resuelva esto mejor-
Llegamos lo más rápido posible y nos dirigimos inmediatamente con Miguel, el recorrido fue bastante rápido, llegamos en menos de 5 minutos.
-¿Y bien? Ya estamos aquí-
-Genial, el ID que me dieron, les sorprenderá saber a quién pertenece. Leonardo Castillo, por lo que tengo entendido, es uno de los sospechosos- decía con una sonrisa de satisfacción. Nos quedamos por un momento en silencio.
-¿Pudiste averiguar algo más sobre él?- preguntó Elizabeth.
-Ah, sí. Le prohibieron ejercer hace unos cuántos años y fue despedido del hospital psiquiátrico donde trabajaba, el mismo donde estuvo internada la señora Carmen-
-O sea que, ¿se conocen? ¿Carmen y Leonardo?-
-Esto es confuso, supongo que hay que hablar nuevamente con ellos- dije, Elizabeth asintió, la noche sería muy corta y el día siguiente iba a ser un poco pesado.

*****

-Así que, ¿le suena el nombre de Leonardo Castillo?- preguntó Elizabeth a la señora, estaban solas en la sala, pero podía escuchar más o menos a través del delgado cristal.
-Oh, ¿usted conoce al doctor?- alcancé a escuchar que preguntaba, luego de eso las personas comenzaban a pasar de un lado a otro haciendo que me perdiera la mayor parte de la conversación, cuando Elizabeth salió le pregunté por los detalles.
-¿Y bien?-
-Le pregunté si sabía las razones por las que le habían prohibido ejercer a Castillo, me respondió que habían sido injustos con él, que él sabía que la biblia era la respuesta a todos los males, lo cual significa, que el doctor, es cristiano.-
-Ya está aquí, así que me toca interrogarlo. No sé hacía donde nos dirijimos, sinceramente-
-Ni yo. Te esperaré hasta que termines-
-Bien, espero no tardar-

-Sí, conocí a la señora Lozada hace tiempo, lástima que no pude curar su esquizofrenia-
-Más bien, creo que no le dejaron terminar el trabajo sucio. Estamos enterados de que le prohibieron ejercer- dije con seriedad.
-Piense lo que quiera- dijo con tono enojado.
-¿Puedo preguntar por qué?-
-Mis colegas no compartían mis puntos de vista sobre las cualidades relajantes del whisky dosificado gradualmente. ¡Me ayudaba a relacionarme con los pacientes!-
-¿Whisky? ¿Pero, en el trabajo? ¿En serio? ¿Se da cuenta de lo que está diciendo?- se quedó callado completamente. No tenía más que decir así que deje que se marchara. En seguida fui a donde Elizabeth y le conté todo. Después de eso, decidimos revisar nuevamente el parking donde habíamos encontrado los monos, necesitábamos más pistas, por suerte, lo que hallamos en el coche que estaba abandonado, fue como un rayo de luz. Unos guantes de trabajador. Ahora esperábamos los análisis.
-Quizá, también deberíamos volver a hablar con los otros sospechosos ¿no te parece?- me dijo Elizabeth, estábamos en la oficina revisando lo que ya habíamos juntado.
-Tienes razón, los citaré para mañana, así que por el momento ya no hay nada que podamos hacer más que esperar las piezas suficientes para resolver este rompecabezas-
-Oh, bueno. Iré a darme una vuelta- dijo
-¿A dónde piensas ir?-
-Iré a revisar nuevamente la escena del crimen y el parking, no quiero que se nos pase nada-
-Está bien, vamos-
-No es necesario que me acompañes si no quieres-
-No, yo igual quiero ir- contesté con voz firme, la misma que utilizaba para que no pudieran refutarme nada.
-Bien- dijo en voz baja y comenzó a caminar, la miré por unos momentos fijando mi atención en el movimiento de sus caderas, sus piernas…
Era más que obvio, que ya no solo la veía como mi amiga o compañera, pero algo dentro de mí me decía que no sería fácil convencerla, sin mencionar que era la primera vez que me interesaba en alguien.
Debido a que me había criado dentro de una familia disfuncional, un padre alcohólico, una madre ausente y un hermano gay, era complicado para mí creer en algo como el romance, era difícil creer que alguien como yo podría llegar a amar, es más, ni si quiera tenía un concepto muy claro de lo que era el amor, pero, si amar significaba que te dejaban de atraer las demás chicas y solo tenías ojos para una sola, si amar significaba perder tus sentidos por una persona en especial o estar confundido por ella, si eso significaba que tu corazón golpease cómo loco dentro de tu pecho por la cercanía con esa persona pero al mismo tiempo sintieras paz, entonces quizá, solo quizá, había caído en las redes de lo que gente llamaba amor.









7
Elizabeth
Tardamos aproximadamente tres horas en regresar a la estación de policía, no encontramos nada nuevo que pudiera ayudarnos a resolver nuestro caso, debíamos esperar los resultados de los guantes de trabajador que habíamos encontrado, me estaba desesperando.
Fue el día jueves, cuando por fin íbamos a tener más respuestas. Liliana era la encargada del laboratorio, y aunque también estaba llena de trabajo con nuestros otros compañeros, se había tomado el tiempo suficiente para ayudarnos,
-¡Feliz navidad, chicos!- dijo con una sonrisa en el rostro.
-No estamos en navidad Lili, creo que estás un poco desorientada-
-Solo es  una expresión Cristóbal. Les tengo buenas noticias. La sangre que venía en los guantes, pertenece su víctima y, esto les gustara un más. Dentro de ellos pude encontrar algunas canas, sin embargo, ya están algo estropeadas y no he podido analizar el ADN-
-Creo que eso es más que suficiente, ahora sabemos que nuestro asesino tiene canas- dijo Cristóbal.
-Entonces, nuestros sospechosos se reducen. Buen trabajo Liliana, eres sorprendente-
-Oh, gracias. Puedes llamarme Lili si gustas- le sonreí y me devolvió el gesto, ahora ya íbamos por menos gracias a ella.
-¿Cristóbal? ¿Elizabeth?- nos llamaron y volteamos para ver quién era. –Los testigos que llamaron para declarar ya están aquí- era Johnny, hacía tiempo que no lo veía, de hecho, con todo lo que estaba pasando, ni si quiera me acordaba de él, no quería ser grosera pero, era la verdad.
-Gracias, enseguida vamos- contestó Cristóbal.

-Bien, yo interrogaré al jefe de obra-
-Esta bien, entonces me voy con el representante sindical- ambos nos separamos con nuestros respectivos sospechosos, me puse un poco nerviosa, era la primera vez que nos separábamos completamente, yo tendría que ir a otra habitación. El señor Esteban se veía bastante relajado, en cuanto me vio entrar se tensó un poco pero en seguida se tranquilizó.
-Muy buenos días señor Meneses- le saludé. –Solo le haré unas preguntas sencillas, no tardará mucho. Dígame, ¿está tomando antidepresivos?-
-¿Antidepresivos?- se quedó un rato en silencio y después comenzó a hablar. –Sí, la verdad es que sí, creo que son meta… me- ¿metanfetaminas? Sí, así es como se llaman.- sonreía de forma sincera. –Oh bueno, no importa. Eran unas pastillas muy caras según me dijo el doctor Leonardo, así que el medió algo de su suministro privado-
-Espere, ¿el doctor también toma esas pastillas?- pregunté con algo de miedo en la voz.
-¡Claro! Imagínese que usted asiste todos los días a trabajar y ahí escucha a la gente quejarse por todo… ¡Debe ser algo muy deprimente!-
-Bi-bien. Puede retirarse, es todo. Si necesitamos algo más por favor acuda inmediatamente-
-Sí, con permiso de usted, me retiro- se despidió y salió inmediatamente de la sala, a nadie le gustaba que se le considerara sospechoso aunque, ahora estaba más segura de mis sospechas y, podía descartar al señor Esteban Meneses como nuestro asesino.
Después de cinco minutos, llegó Cristóbal a nuestra oficina, parecía un poco cansado.
-¿Cómo te fue?- pregunté.
-Resulta que el tipo toma metanfetaminas recetadas por nuestro querido doctor-
-¿De verdad?-
-Sí, ¿tú que averiguaste?-
-También toma pastillas. ¿No es esto un poco raro? Que la mayoría tome metanfetaminas-
-Creo, que debemos volver a la escena del crimen, hacer una búsqueda muy minuciosa hasta debajo de las rocas si es necesario-
-Está bien. ¿Quieres ir ahora? Aún hay luz.-
-Sí, es mejor. Entre más rápido mejor-

Cristóbal
La primera vez que habíamos ido solo habíamos dado una mirada superficial a la escena, esta vez nos acercamos más, tanto, que podíamos ver hasta lo que no queríamos. La mesa en donde trabajaba seguramente el jefe de obra, era un desastre total.
-Qué asco- dije en voz baja.
-Cristóbal, creo que he encontrado nuestra arma homicida- dijo Elizabeth que se encontraba a pocos pasos de mí. Llegué hasta donde se encontraba y me agaché un poco para poder ver lo que me señalaba. Era una pistola de clavos.
-Probablemente la ocuparon para clavar las manos y pies de la víctima-
-También tenía clavos en otras partes del cuerpo, no solo en las manos y los pies- dijo Elizabeth, claro, ella había ayudado a sacar el cadáver. –Esa tabla de allá, creo que tiene sangre- seguí con la mirada al lugar donde señalaba y, efectivamente, había un tabla con sangre y un clavo, nos ocupamos en llevar una muestra de la sangre a la estación, ya estaba un poco seca, rogaba en el fondo que pudieran trabajar con ella.




8
Elizabeth
El tiempo pasaba realmente rápido, en las dos semanas siguientes habíamos juntado casi todas las pistas y nuestro rompecabezas estaba casi completo. Lo único que nos restaba era acomodar las piezas en su lugar.
El tiempo que llevaba en la estación, era relativamente corto, pero yo sentía que había estado alrededor de un año o quizá más, y la relación que había formado con mi equipo, sobre todo con Cristóbal, se había vuelta más estrecha. No me gustaba mucho involucrarme sentimentalmente, pero en este caso había sido casi imposible, ya que todos me trataban con amabilidad y, Cristóbal, bueno, eso era otra historia.
Por alguna extraña razón, desde hacía unos días atrás comenzó a tratarme más gentilmente, de una forma cautivadoramente amable, no es que no me gustara pero, al principio fue realmente extraño, sin embargo, lo pero vino después.
Cuando una de nuestras compañeras lo invitó a salir, me quedé completamente petrificada, fue cuando me di cuenta de como habían evolucionado mis sentimientos, hubiera deseado con todas mis fuerzas nunca haberme dado cuenta de ello, porque una vez que eres consciente de que quieres a una persona, te es imposible apartarte de ella y simplemente quieres permanecer a su lado, monopolizarla, que sea tuyo por completo.
Lo único malo de mi personalidad, es que me resultaba difícil expresar mis sentimientos, así que simplemente me quedé mirando la escena como tonta, esperando por la respuesta que le daría a la chica.
Un latido, dos latidos, tres…
-Lo lamento, no puedo esta noche-
Fue lo que le dijo, y mis pulmones comenzaron a llenarse de aire nuevamente, me llené hasta estar satisfecha, me tranquilice, y sonreí para mis adentros, algo completamente inusual en mí, pero ahora, después de unos días, me encontraba en un verdadero dilema, mi trabajo, o mis sentimientos.
La estación no permitía las relaciones entre compañeros.
Amaba mi trabajo, realmente disfrutaba hacerlo, la adrenalina que corría por mis venas mientras investigaba, era realmente llenador, una emoción que nunca antes había sentido, pero desear a otra persona, querer retenerla a tu lado, también era un sentimiento nuevo y único.
-Creo que con todo lo que tenemos ahora, hemos encontrado a nuestro asesino, así que, debemos ir a buscarlo- dijo Cristóbal sacándome de mis ensoñaciones; tenía razón, no podía estar distraída en estos momentos con algo tan trivial, tenía que concentrarme en hacer mi trabajo como debía.
Además, ¿quién me aseguraba que él sentía lo mismo que yo? Antes tenía que asegurarme de sus sentimientos.
Mi cabeza daba vueltas, ya no quería seguir pensando, era tan frustrante, por eso es que no me gustaba involucrarme sentimentalmente con las personas. No sabía cómo separarme una vez que me aferraba a ellas, y si se iban repentinamente, la depresión que venía después, era lo suficientemente grande como para derrumbarme.

Cristóbal
Elizabeth estaba distraída, lo había notado desde hacía unos tres días, no sabía a qué se debía pero me preocupaba un poco, pareciera que nuestra cercanía de los últimos días le había afectado, pero no sabía por qué, debería ser al contrario…
Por otra parte, yo seguía sin poder aclarar mis sentimientos respecto a ella, la respetaba y le tenía cariño, pero aún no podía afirmar si la quería como una amiga o como algo más. Sin embargo, no era momento de pensar en eso, después de varios días esperando por la confirmación de nuestras sospechas, habíamos obtenido una respuesta satisfactoria.
Ahora era tiempo de ir por nuestro asesino hasta el lugar donde se ocultaba, seguramente ya sabía que lo habíamos descubierto; era nuestro momento de actuar.
El doctor Leonardo tenía que pagar por su crimen.
Elizabeth
Solo a nosotros se nos ocurría ir hasta altas horas de la noche en búsqueda de nuestro asesino, yo por mi parte, habría preferido arrestar al doctor en plena luz del día, ya que en la oscuridad mi vista no era muy buena.
Íbamos armados, no creía que al doctor se le pudiera ocurrir atacarnos, pero no estaba demás tener un poco de protección. Atravesamos el jardín, tan sigilosos como nos permitían nuestros pies y la vista. La casa estaba en total oscuridad, mi corazón palpitaba estrepitosamente.
-¡POLICÍA!- gritó Cristóbal en cuanto forzó la puerta. –Doctor, sabemos que está aquí, salga de donde esté-
-¡Vaya! No creí que pudieran resolver este caso tan rápido, en verdad me sorprenden, estaba a punto de irme.-
-Lamentamos atrasar su viaje, pero está arrestado por el asesinato de Julio César Montiel-
-¡Oh, vamos! Yo solo estaba siguiendo órdenes. Lo estaba ayudando- mientras que Cristóbal lo mantenía hablando, yo avanzaba hacía las escaleras que llevaban al segundo piso, la voz provenía de arriba, Cristóbal se mantenía a unos pasos detrás de mí.
-¿Él se lo ordeno?-
-Me pidió ayuda, para borrar sus pecados-
-¿A qué se refiere?-
-Era tanta la avaricia de Montiel, que fue capaz de destruir la iglesia más antigua de la ciudad solo para ganar más dinero. Eso es un pecado que merecía la muerte. Montiel se azotó como penitencia, pero no era suficiente, yo solo terminé el trabajo.-
El tipo estaba loco, seguramente terminaría encerrado en alguna clínica psiquiátrica una vez que le dictaran sentencia.
Antes de que llegara al último escalón, de la nada salió un hombre con pistola en mano, pero antes de que pudiera hacer nada, el sonido del arma al disparase, me había dejado aturdida, segundos después, sentía cómo mi cuerpo iba cayendo.

Cristóbal
En cuanto escuché el sonido del arma dispararse, creía que había sido Elizabeth quién había apretado el gatillo pero al notar como su cuerpo se tambaleaba y empezaba a caer por las escaleras, todos mis músculos se habían tensado, pero a pesar de eso, fue como si mi cuerpo supiera que hacer, levantando mi arma y comenzar a disparar a mi objetivo.
El doctor echó a correr, yo detrás de él, no dejaría que se escapara. Una rabia demasiado intensa, se había apoderado de mí.
Así que esa era mi respuesta, la quería, no solo como amiga, sino como mi compañera de vida; ¿por qué tenía que pasar todo esto para darme cuenta de que la quería? No soportaría si se fuera de mi lado.

Elizabeth
-Papá, papá, papá-
-Está bien hija, tran-quila- no sabía dónde estaba, ¿mis recuerdos?
-Papá, hay mucha sangre, ¿es tuya?- mis manos, completamente rojas, tiemblan. -¿Papá?-
-No te rindas, nunca, nunca. Liz, jamás, te-des-por-vencida-
-Papá, levántate ¿por qué dices eso?-
-Te quiero, te… -
Nadie podía separarme de mi papá, el vestido que llevaba ese día, color crema, había terminado siendo rojo, me había acostado a su lado, y lloraba, pero no entendía muy bien el por qué. Fue hasta después que comprendí, que jamás lo volvería a ver.

-…beth…- una voz conocida. -…zabeth- ¿dónde estoy?, quería preguntar, pero mi cuerpo se sentía demasiado pesado incluso para abrir la boca.
Traté de abrir mis ojos, luces blancas, rostros distorsionados, me llevaban a alguna parte.
-Elizabeth, por favor. Resiste, por favor, quédate-
-Hasta aquí puede llegar, nos ocuparemos del resto- el calor de su mano abandonó la mía, la tranquilidad que había sentido se había ido, no quería separarme, pero no me podía mover. “Resiste” tenía que hacerlo.

Cristóbal
Mi corazón latía cada vez más rápido, casi todo mi cuerpo estaba temblando, mi pierna no podía dejar de moverse, pero si me levantaba y andaba de un lado para otro, me llamaría la atención y me pedirían que me fuera a descansar.
No fue hasta que el doctor me dijo que Elizabeth estaba fuera de peligro, que pude tranquilizarme. El disparo que había recibido había hecho que perdiera mucha sangre, afortunadamente, sabía cómo hacer torniquetes y había evitado que se desangrara, pero en todo ese tiempo, no había dejado de pensar en lo peor, en los temibles ¿Y si…?
Había pedido refuerzos y una ambulancia en cuanto le disparé al doctor en la pierna para que dejara de correr, los minutos que pasaron, habían parecido toda una eternidad, sentía que se iba de mi lado.
Ahora ya estaba fuera de peligro, no volvería a dejar que le pasara nada. La protegería.


Elizabeth
Estaba desorientada, me dolía la cabeza y el costado izquierdo, en cuento intenté moverme, un dolor punzante se apoderó de mí. Abrí los ojos y me encontré con un techo blanco, a mi derecha, el monitor que indicaba los latidos de mi corazón. La puerta de la habitación dónde me encontraba se abrió despacio.
-¡Ah, buenos días! ¿Cómo se siente?- preguntó la enfermera con una sonrisa amable, una de las que te dan confianza, no una forzada.
-Cansada, como si hubiera sido aplastada-
-Es normal, recibiste un balazo, pero ya estás mejor.- revisó que todo estuviera en orden, y antes de marcharse me dijo: -Por cierto, tu novio no se ha movido de aquí en toda la noche. Puedo dejarlo pasar si gustas-
-¿Mi novio? No tengo, debe ser mi compañero de trabajo-
-¡Oh, qué pena! Pero de todas formas, no ha dejado de preguntar por ti- me dedicó una sonrisa pícara. Mi corazón se aceleró por un momento.
En ese momento me di cuenta, que no dejaríamos de estar en peligro, nos jugaríamos nuestra vida cada vez que nos enfrentáramos a un nuevo caso, cada vez que persiguiéramos a alguien, era una aventura completamente peligrosa y a la vez excitante, quizá eso haría que nos cuidáramos las espaldas y avanzáramos con más cuidado, codo a codo, quizá eso nos daría la fuerza para seguir adelante y no dejarnos vencer. ¿Estaría Cristóbal dispuesto a correr ese riesgo?
La puerta se volvió a abrir, era él. Una lágrima recorrió mi mejilla, la mirada que me dedicó, me había dado la respuesta.


Fin
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