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Aventura Peligrosa (capítulo 5) Empty Aventura Peligrosa (capítulo 5)

12.04.15 12:38
Hola a todos, a sido un largo tiempo...
Very Happy Bueno, aquí un nuevo capítulo y antes de que comiencen a leer, una aclaración. "Monos" cuando encuentren esa palabra, me refiero a los de vestir, también se les conoce como "Peto u Overol" en este caso sería uno de mezclilla, ya saben, para el trabajo pesado y eso. Al parecer en otros lugares igual se les conoce como "Mameluco"
Y esa era la aclaración, para que no haya confusión, sin más que aclarar, espero, los dejo con la lectura.


5
Cristóbal
El despertador sonó por tercera ocasión, mi mano busco el botón para desactivar de una vez por todas la alarma, volteé a ver la hora, 7.45 a.m.
¡Demonios!, era demasiado tarde, aún tenía que tomar un baño, me levanté lo más rápido que pude, haciendo que la cama se estremeciera completamente, escuche un gruñido a mi lado. Claudia, mi compañera policía con la que me divertí mucho la noche anterior, estaba envuelta en mis sábanas. Las imágenes de nuestra aventura pasaron fugazmente por mi cabeza causando un dolor tremendo. Necesitaría una aspirina.
Traté de despertarla, pero ni si quiera se movió, bien, pues no era mi problema si se demoraba, yo tenía una reputación que salvar, jamás había llegado tarde al trabajo, normalmente despedía a mis visitas antes de las doce, pero esto se había extendido hasta las tres de la mañana.

Llegué a las ocho con veinte minutos a la estación, y en lugar de tomar el elevador subí por las escaleras de dos en dos tratando de no derramar mi café. En cuanto llegué a la oficina, no encontré a nadie. “Se ha ido”, pensé. Seguramente con lo que habíamos vivido el día anterior se había arrepentido de trabajar aquí. Gracias a Dios, no había perdido la apuesta.
 -¡Oh vaya!, pensé que eras Elizabeth- dijo Miguel, uno de nuestros forenses.
 -No, acabo de llegar. Pero me puedes decir a mí todo lo que tenga que ver con el caso-
 -Está bien. Venía a avisar a Elizabeth que ya tengo avances de la autopsia-
 -¿Te las pidió ella?-
 -Sí, hace un rato fue a verme, me pidió que le informara cuando encontrara algo-
Así que seguía aquí y ya estaba trabajando, tenía que ponerme al corriente.
 -¿Sabes dónde está?- pregunté.
 -No, bueno, dijo que tenía que ir a la segunda planta-
Claro, la denuncia formal que teníamos que investigar; salí corriendo directamente al segundo piso utilizando nuevamente las escaleras. La encontré sentada, esperando, vestía pantalones de mezclilla, una blusa, chaqueta negra y converse negras, en cuanto me vio llegar se puso de pie inmediatamente.
 -Hola, llegas tarde-
 -No, que va, otras veces sí, pero…- dejé la frase en el aire, no sabía que decir.
 -¿En serio? ¿Sabes?, tu reputación te precede, y según sé, siempre has sido muy puntual, hasta el día de hoy-
 -Sí bueno, anoche me divertí un poco, ¿tú no lo hiciste?- me sonrió.
 -Sí, si me divertí, pero en comparación contigo, me fui temprano a la cama-
 -Yo también- lo dije sin pensar, por alguna razón, no quise que pensara mal de mí, aunque quizá ya fuera demasiado tarde para eso.
 -Ajá, como digas. Voy a creerte pero, no tiene nada de malo buscar algo de compañía para la noche- dijo y volvió a sentarse.
 -Y, ¿a quién esperamos?-
 -Manuel Rodríguez, es el encargado de las denuncias-
 -Genial, pero será mejor que comencemos a buscar. No podemos esperarlo más tiempo- en cuanto termine de decir eso comencé a buscar en el escritorio de Rodríguez, su lugar de trabajo estaba en completo desorden, los documentos revueltos y confusos. Había una gaveta abierta, tal vez ahí se encontraba lo que buscábamos.
 -Ven, ayúdame- vacié la gaveta que revolvía todo tipo de documentos y comenzamos a revisar detenidamente todos y cada uno de ellos. -¡La encontré!- dije después de un rato.
 -La denuncia de Montiel- susurró Elizabeth. -¿No se llevó a cabo?- antes de que pudiera contestar, vi entrar a Manuel, él lo explicaría todo.
 -¡Rodríguez!- levanté la voz. –Por fin llegas. ¿Tienes alguna pista sobre el vandalismo en la construcción que se estaba llevando a cabo en las afueras de la ciudad?- estaba perplejo, sorprendido.
 -¿Acaso no te enteraste?, atrape a los panteras emborrachándose y realizando actos de vandalismo en el lugar de la obra. Encerré a su líder Nicolás Masías.- los panteras era un grupo de adolescentes delincuentes sin importancia, nada comparados con la mafia verdadera pero, aun así había que tomar cartas en el asunto.
 -Vaya, que casualidad. Me parece que debemos interrogarlo. Vamos, acompáñame, hay que ir a platicar con nuestro nuevo sospechoso-
 -¿Te parece bien que te alcance luego?, quiero ver los adelantos de la autopsia-
 -Entonces voy contigo, Nicolás puede esperar en la sala de interrogatorios-
Fuimos juntos a buscar a Miguel, lo encontramos en la sala forense en el primer piso. El cuerpo de Julio César se encontraba en la mesa de autopsias. Unos cortes en forma de “Y”, atravesaban su pecho hasta el ombligo, estaba completamente blanco, una etiqueta negra con números blancos colgaba de su pie derecho.
Volteé a ver a Elizabeth para analizar su expresión ante la escena, pero se mostraba inexpresiva.
 -Julio César debió de haber sufrido mucho- comenzó Miguel. –Fue azotado y desangró poco a poco hasta morir. También encontré rastros de whisky en su cuerpo.-
 -Tenemos entendido que Montiel no bebía- dijo Elizabeth. Mi cabeza trabajaba al cien, uno de nuestros sospechosos era alcohólico, precisamente era el señor Jiménez, al que habíamos entrevistado el día anterior.
 -Cristóbal, Elizabeth, ¿saben lo que significa?; su asesino bebe whisky. Es todo lo que les puedo decir por el momento-
 -Excelente, gracias Miguel, has sido de gran ayuda- dije. Caminamos hasta el elevador, mi mañana había estado un poco agitada subiendo y bajando escaleras, ahora no quería ni mirarlas, seguía un poco cansado.
 -Las pruebas que tenemos señalan que ha sido el señor Rafael quién asesinó a Montiel. ¿Crees que de verdad sea él?-
 -Aún nos faltan más sospechosos, y aunque estoy de acuerdo contigo, debemos esperar a más pruebas- dije. Me quedé pensativo mientras esperábamos el elevador.
 -¿Elizabeth?- se nos acercó Matilde, la recepcionista. –Llegó el señor Esteban Meneses, le dije que pasara a la sala de interrogatorios-
 -Gracias Matilde, buen trabajo-
 -Cuando quieras- dijo, y antes le alejarse volteó a verme con una mirada nerviosa y suplicante. –Me preguntaba, si te gustaría salir conmigo esta noche Cristóbal- me dedicó una leve sonrisa y un pequeño rubor hizo acto de presencia en sus mejillas. El elevador abrió sus puertas, Elizabeth entró inmediatamente y pulsó el botón que la llevaría a la sala de interrogatorios, las puertas comenzaron a cerrarse.
 -Mmm, ¿te parece si te contesto después? tengo trabajo- me abalancé hacía el elevador para evitar que las puertas se cerraran completamente.
 -Es una respuesta sencilla Cristóbal, sí o no- dijo Elizabeth. –No la dejes con la duda- sonreía pícaramente.
 -Está bien, te veo luego- dije derrotado. Llegamos a la cuarta planta, encontramos a Nicolás y al señor Esteban.
 -¿Con quién te gustaría hablar primero?- pregunté.
 -Me parece que con el señor Meneses, fue algo complicado lograr que viniera, no hay que hacerlo esperar-
 -Está bien. ¿Señor Esteban Meneses?, pase por favor a la sala- le indiqué que tomara asiento.
 -Sabe, yo sé que no es muy cristiano de mi parte, pero no puedo llorar la muerte de un hombre tan corrupto- fue lo primero que dijo en cuanto se sentó.
 -¿Podría ser más claro por favor?- dije
 -¡César no tenía ningún respeto por los lugares sagrados!- comenzó a levantar la voz. –En ese lugar se encontraba una Iglesia, pero la codicia de Montiel era tan grande, que nos hizo derribarla. ¿Sabe cómo era trabajar para un hombre así?- agachó la cabeza, y por un momento creí que se pondría a llorar. –Espero que Dios le perdone sus pecados, pero como le dije antes, no pienso llorar su muerte-
 -No esperamos que lo haga señor Meneses- Elizabeth trató de tranquilizarlo. Con eso tuve suficiente, lo despedimos, y comenzamos a interrogar a Nicolás.
 -Señor Masías, me parece que está en problemas. El señor Montiel fue encontrado muerto en la obra que usted y sus compañeros intentaron destrozar- dijo Elizabeth con suficiente seriedad. Nicolás no dejaba de observarla, de analizarla, probablemente buscaba su punto débil.
 -¡Jamás, en vida, he escuchado hablar de ese tipo!, y apuesto a que no tiene nada sobre nosotros y esa estúpida obra. ¡Nunca tienen información, escoria!- la última palabra fue como una bofetada, pero Elizabeth se mantuvo serena, de hecho le dedicó una sonrisa.
 -Si fuera tú, colaboraría. Me he tomado la libertad de revisar tus antecedentes penales, y de una vez te digo que podemos mantenerte tras las rejas durante una larga temporada-
 -¡Ja!, adelante. ¡Es una buena vida, techo sobre mi cabeza, comida en mi plato, y todo gratis! ¿Qué más podría pedir?- se recargó en la silla como si no le importara.
 -Bien, entonces te tomaré la palabra- dicho esto, Elizabeth salió y la seguí.
 -¿Han notado la cruz que el sospechoso lleva al cuello?- preguntó Manuel.
 -Sí, no ha pasado desapercibido, definitivamente es un cristiano- dije.
 -Solo por esa razón seguirá siendo un sospechoso- concluyó Elizabeth.

Elizabeth
Repasé en mi cabeza las declaraciones; había pensado en pedir los videos de las entrevistas, pero perdería más tiempo, además, de algo estaba completamente segura, el asesino era un religioso, pero ¿quién?, y ¿por qué siendo tan religioso cometería tal pecado de asesinar?, ¿acaso la Biblia no decía “No matarás”? No era muy entregada a las cuestiones religiosas, pero los diez mandamientos me los habían enseñado desde pequeña, y no creo que en ninguna religión fuera bien visto el asesinato. Un movimiento en la puerta de la oficina me distrajo de mis pensamientos. Era Cristóbal.
 -¿Te encuentras bien?-
 -Sí, ¿Por qué?-
 -Bueno, es que acaban de llamarte “escoria”-
 -Eso no me importa, me importa el asesino- dije mientras esbozaba una sonrisa para tranquilizarlo. Lo que decía no era mentira, había escuchado cosas peores, además en este trabajo nos veíamos expuestos a este tipo de situaciones. Lo miré a los ojos para intentar descifrar lo que pensaba, pero me era imposible; en esos momentos sus ojos habían adquirido un tono verde/azulado, vestía unos jeans azul marino, camisa azul y zapatos de vestir.
 -¿Quién crees que sea?- preguntó de repente.
 -Sinceramente, ya no sé qué pensar-
 -Tienes razón. En cuanto tengamos más pruebas resolveremos esto- me limité a asentir. Tomé mi celular para ver la hora, las doce del día, mi estómago soltó un gruñido e inmediatamente pude sentir como los colores subían a mis mejillas. –Creo que tienes hambre- comentó Cristóbal con una sonrisa burlona.
 -Si así es. Si no te importa saldré por algo de comer. ¿Quieres que te traiga algo?-
 -No, así estoy bien gracias-
Cuando salí del elevador me topé con Emilio.
 -¡Elizabeth, justamente iba a buscarlos!-
 -Jefe, ¿en qué le puedo ayudar?-
 -Me gustaría saber cómo van, pero al parecer ibas de salida- observó.
 -Sí, iba por algo de comer, pero puedo esperar- dije con algo de nerviosismo en la voz.
 -Oh no, está bien, hay que estar bien alimentados. Vamos, ahora que lo pienso yo también estoy un poco hambriento, así podrás contarme los avances que llevan- me sonrió tratando de tranquilizarme. Salimos de la estación exponiéndonos a un sol abrazador; nos dirigimos a un local de comida rápida que se encontraba cruzando la calle, justo frente a la estación, después de encargar un par de sándwiches y café para cada uno, Emilio rompió el silencio que reinaba entre nosotros. –Entonces, ¿Cómo van?-
 -Bueno, es el segundo día apenas, no tenemos gran avance aun-
 -¿Cuántos sospechosos?- preguntó.
 -Hasta ahora, cuatro-
 -Un gran avance. En ocasiones tardan hasta semanas para tener por lo menos tres sospechosos. ¿Tienes ya algún veredicto?- no sabía cómo comportarme ante el jefe, no quería dar alguna respuesta errónea, o darle motivos para que me despidiera.
 -Si le soy sincera jefe, no lo sé aun. Tengo mis sospechas, pero necesitamos más pistas. Como le dije, apenas es mi segundo día-
 -Tienes razón- convino conmigo. –Aposté por ti- dijo después de unos momentos de silencio.
 -¿Señor?-
 -He dicho, que aposté por ti- en esos momentos me llamaron para que recibiera mi pedido. En cuanto regresé, le entregué al jefe su comida y salimos del local, caminando sumamente despacio. –El día que viniste a tu entrevista, pude notar algo en ti, no sé cómo explicarlo pero, sabía que tú estabas hecha para este trabajo- continuó, y no pude evitar esbozar una sonrisa. –La mayoría no creía que te quedarías, el plazo máximo que te dieron fue de tres días, pero yo no lo creí.-
 -Bueno, apenas es el segundo- no sabía cuántas veces lo había dicho ya.
 -¿Acaso no piensas regresar mañana?-
 -¡Claro que sí!- dije un poco a la defensiva.
 -Pues entonces no me equivoqué al contratarte- cuando llegamos a la entrada de la estación nos detuvimos por unos minutos. –Como fui el que más tiempo te ha dado, y estoy seguro de que les ganaré a todos los demás, habré ganado un buen dinero, lo suficiente como para invitar unos tragos a todos estos vagos que se hacen llamar trabajadores, así que, cuando terminen de resolver este caso, me gustaría que saliéramos a festejar el que hayas decidido quedarte por un largo tiempo, si te parce bien, claro está- como vio que no contestaba, continuó. –Así también puedes conocer mejor a todos tus compañeros. Qué opinas, ¿te apuntas?-
 -Sí, claro jefe- tenía un nudo en la garganta, ¿tan seguro estaba de que no lo decepcionaría?, esperaba no hacerlo. Me dedico una última sonrisa y continúo su camino. ¿Qué acababa de pasar?, el jefe confiaba en mí, tal vez incluso más de lo que yo lo hacía, me sentía orgullosa. En cuanto llegué a la oficina, no vi a nadie, así que empecé a devorar mi comida, tenía demasiada hambre.

Pasó una semana y seguíamos sin poder conseguir más evidencias, tuvimos que regresar a la escena del crimen para poder conseguirlo, pero no encontramos mucho. En ese tiempo, mis compañeros de trabajo ya no me ignoraban, ahora ya era parte de ellos, y lo sería oficialmente cuando resolviéramos el caso; cada vez tenía más amigos y Cristóbal tenía una compañera con quien pasar la noche.
Cada vez que una de mis compañeras se acercaba a él para pedirle que fueran a tomar un trago, me reía de las caras que ponía de lo fácil que era para él conseguir a alguien con quien pasar la noche, pero, ¿y si él tuviera que pedirle a alguien que saliera con él?, sería un reto, y no me lo perdería por nada del mundo. Lo miré de re ojo, estaba pensativo, volteó a verme y abrió la boca para decir algo pero enseguida la cerró.
 -¿Sucede algo?- pregunté.
 -Estoy recapitulando. Tenemos un hombre muerto por crucifixión, dos empleados descontentos, una especie de psicólogo. No tenemos mucho.- concluyó.
 -Tal vez si regresamos nuevamente a la construcción, quizá pasamos algo por alto-
 -Quizá tengas razón- se puso de pie y comenzó a dar vueltas como si fuera un león enjaulado, en ese momento llegó Manuel.
 -Hola chicos, ¿recuerdan que atrapé a los panteras?- asentimos. –Su líder Nicolás insiste en hablar con ustedes, hace días que está así. Pide hablar contigo en especial Elizabeth- me miró con preocupación.
 -Bien, pues vamos allá. Pásalo a la sala de interrogaciones- indiqué. Nos dirigimos hacia la cuarta planta, tal vez Nicolás estaba dispuesto a entregarse, bueno, eso era demasiado pedir.
 -Creo que te has ganado un admirador- comentó Cristóbal, puse los ojos en blanco.
 -Créeme, tú tienes más admiradoras a comparación con mis admiradores-
 -Probablemente, pero fuera de estas cuatro paredes, no te conozco, y puede ser que seas toda una artista y no estoy enterado-
 -No tienes idea. Salgo en todos los periódicos, las revistas y la televisión- bromeé. Últimamente nos llevábamos de maravilla, nos habíamos convertido en buenos compañeros y amigos a la vez. En cuanto llegamos a interrogar a Nicolás, pude notar que se encontraba algo inquieto.
 -Bien, aquí nos tienes Nicolás- dije.
 -No lo quiero a él- le lanzó una mirada rápida a Cristóbal.
 -Está bien, Cristóbal es mi compañero, puedes confiar en ambos- traté de persuadirlo.
 -Si no se va, no hablaré- me removí en mi asiento un poco incómoda con la situación. Miré a Cristóbal lo más tranquila que pude para que me dejara a solas con el sospechoso, él lo entendió de inmediato y salió, no sin antes voltear los ojos en señal de desaprobación.
 -¿Y bien?, ¿qué es lo que tienes que decir?- se quedó un rato pensativo.
 -Es usted muy guapa- no pude evitar ruborizarme ante su comentario.
 -¿Es eso lo que querías declarar?-
 -No, en realidad, lo que tengo que decir, supongo que es importante, por eso es que pedí hablar con usted.- se pasó las manos por el cabello. Pareciera que no era importante, pero cualquier ademán que hiciera un sospechoso podría ser una clave.
 -¿Será que te ha gustado la estancia en nuestro hotel cinco estrellas?- le dije bromeando.
 -¡Por el amor de Dios, no!, déjeme salir, me acaban de avisar que mi esposa está a punto de dar a luz. ¡Trae mala suerte perderte el nacimiento de tu hijo!- sonaba desesperado.
 -¿No sabía que tenías esposa?, pero si es así, la única opción que tienes es hablar-
 -¡Mierda!- se encontraba desesperado. –Oficial, no soy un soplón- silencio, pude notar como temblaba su pierna. –Lo único que hacemos en el sitio de construcción es pasar un buen rato, beber un poco de whisky…-
 -¿Whisky?-
 -Si pero, es la vieja chiflada la que se la pasa rompiendo cosas. Las personas que viven cerca dicen que está maldita. Vive en el parking descubierto que está en la avenida “J”- suspiró, al parecer más tranquilo.
 -Bien, daré la orden para que te suelten, pero no dejarás de ser sospechoso-
 -Bien, solo quiero ver nacer a mi hijo- sus ojos me suplicaban.
Ahora teníamos un nuevo sospechoso, mujer en este caso, la tendríamos que buscar e interrogarla. En este momento tendríamos que enfrentarnos a una señora que probablemente tenía problemas mentales, y si era así, tal vez no había estado en completo uso de sus facultades mentales cuando cometió el crimen, sin embargo, aún no quería sacar conclusiones.
 -Deja que se vaya el señor Nicolás por favor Miguel- tanto él como Cristóbal me miraron perplejos.
 -¿Estás segura?-
 -Sí, todo estará bien, ya aclaramos algunas cosas. Además debe llegar pronto al hospital, asegúrate de que así sea- Miguel asintió y se apresuró a hacer todo lo que le había pedido.
 -¿Y bien?- preguntó Cristóbal.
 -Hay que ir a la avenida “J”, al parking descubierto-
 -¿Buscamos a alguien en concreto?-
 -Sí, a una mujer que, según sus vecinos, está maldita. Creo que de alguna forma esto se tornó tenebroso ¿no crees?-
 -Una mujer maldita- dijo queriendo asimilar lo que le acababa de decir.
 -Exacto-
 -Bien, pues entonces vayamos en busca de nuestra bruja-
Salimos de la estación lo más rápido que pudimos y emprendimos el viaje en la patrulla. Ese día contábamos con un poco de lluvia y, hacía suficiente frío como para que cayera una helada.
Iba lo más abrigada que podía, llevaba una blusa amarilla de lana y una chamarra, pero parecía que el aire quisiera mezclarse con mis huesos. En cuanto salimos a inspeccionar el lugar, tuve que comenzar a frotar mis brazos para entrar en calor.
El parking se encontraba totalmente desolado, había dos autos que seguramente no volverían a moverse, podías ver restos de comida y basura por todos lados. Me acerqué a uno de los coches, un Jetta rojo, con el capó arriba.
 -Mira, unos monos con el logo de la compañía de Montiel- dije acercándome más, Cristóbal llegó hasta donde estaba en unos segundos.
 -¿Qué hacen aquí?, no me parece un lugar apropiado para venir a cambiarse de ropa-dijo. -¡Mira!, hay sangre en ellos, tal vez el asesino lo usaba cuando cometió el crimen-
 -Podríamos enviárselo a Liliana para que le dé un chequeo completo-
Liliana era una científica, ella nos ayudaba a analizar la sangre, restos de toxinas, entre otras cosas, era muy buena en su trabajo.
 -Bien, pero, ¿Dónde podemos encontrar a nuestra sospechosa?- preguntó Cristóbal.
 -No tengo ni la más mínima idea. Quizá…- la frase se quedó en el aire cuando a lo lejos pude ver a una mujer, avanzada de edad, que parecía desquiciada. –Quizá sea ella- le indiqué a Cristóbal que volteara para que también pudiera verla. Buscaba entre la basura y temblaba, aunque no sabía si por el frío que hacía o por que en verdad estaba loca.
 -¡Disculpe!- dije mientras me acercaba a ella con Cristóbal pisándome los talones. Su cabello estaba totalmente blanco y enmarañado, al parecer su ojo derecho no se encontraba bien, estaba parcialmente plateado, vestía una falda y blusa raídas; la señora infundía miedo, parecía una bruja sacada de un cuento de terror.
 -¡¿Que se les ofrece?!- me contestó con voz desesperada.
 -Debe acompañarnos a la estación de policía.- Cristóbal se me adelantó e hizo ademan de ponerme tras su espalda, pero me hice a un lado, no tenía que tratarme como una niña, yo también formaba parte de esto.
La señora aceptó de buen modo, la subimos a la patrulla, esposada, porque Cristóbal no quería correr el riesgo de que nos atacara por la espalda, nos proporcionó su nombre en el transcurso del camino: Carmen Lozada.
En cuanto llegamos a la estación, llevé los monos con Liliana y Cristóbal se encargaría de la declaración de Carmen, así que decidí esperarlo en nuestra oficina, me moría de frío, y ahí teníamos calefacción. Después de media hora llegó y se dejó caer en su silla.
 -¿Qué te dijo?- pregunté.
 -¡Está loca!, enseguida que entré a interrogarla se puso a gritarme que me alejara, y empezó a hablar de forma muy extraña. Le pedí que se calmara, que solo le haría unas preguntas acerca de los destrozos que causó en la construcción- se detuvo por unos minutos. –Luego dijo que habíamos sido enviados por el diablo y que Dios castigaría a los paganos por haber derrumbado su sagrada casa; es una cristiana muy entregada. Nicolás no se equivocaba al decir que está loca- suspiró derrotado. –He pedido a Manuel que busque información acerca de ella-
 -No creerás que fue ella quién asesino a Montiel, ¿o sí?-
 -La verdad es que no sé que pensar. Espero que nos entreguen pronto los análisis y la información de esta señora-
 -¿Hace cuánto pediste la información?-
 -Hace como quince minutos, lleva demasiado tiempo buscando, se supone que debe ser fácil encontrar unos simples documentos- dijo ya enojado.
 -Bueno, si la oficina de Manuel está como la última vez que pasamos por ahí, no creo que sea tan sencillo. ¿Qué te parece si vamos a ayudarlo?-
 -El debería hacer este trabajo, no nosotros-
 -Sí, pero puede que se tarde aún más-
 -Dios, no quiero-
 -Entre más rápido los encontremos, más rápido resolveremos esto Cristóbal-
 -Probablemente tengas razón, es solo que estoy cansado-
 -No hemos tenido que trabajar tanto, no entiendo a qué se debe tu cansancio- comenzaba a desesperarme, si no quería acompañarme iría sola a buscar la información. Después de unos segundos de reflexionar, se levantó, me tomó del codo y fuimos a buscar más piezas de nuestro desordenado rompecabezas.
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