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Aventura Peligrosa (capítulo 4)  Empty Aventura Peligrosa (capítulo 4)

23.03.15 16:43
Hola a todos nuevamente, por fin terminé otro capítulo; la escuela a veces no deja ni respirar, pero me hice un tiempo, espero que les guste y que lo disfruten. Espero sus opiniones  Very Happy

4
Elizabeth

No quería darle razones a Cristóbal para que creyera que no era apta para esto, sin embargo, el cuerpo de la víctima me había dejado totalmente sorprendida. Sabía que había personas crueles en el mundo, pero este tipo de personas, definitivamente estaban mal de la cabeza. Era traumático. Cristóbal ya estaba acostumbrado, pero yo no había esperado esto en mi primer día de trabajo, aun así, estaba dispuesta a soportarlo.

En cuanto llegaron los que llevarían el cuerpo a la estación para la autopsia, me ofrecí para ayudarlos a separar el cadáver de la cruz a la que estaba clavado. Me costó un poco de trabajo, me dio miedo, aguantaba la respiración en determinados momentos e incluso llegué a cerrar los ojos, una vez que lo separamos, pusieron el cuerpo en una gran bolsa negra, y la cruz la marcaron como evidencia. Pude notar la penetrante mirada de Cristóbal mientras ayudaba a los agentes, tal vez se había sorprendido por lo que había hecho.

Terminé con el traje completamente sucio, llegando a casa tendría que darme una ducha, y al día siguiente me pondría unos pantalones con zapatos de piso o unos tenis; no volvería a ponerme, jamás, zapatos de tacón para trabajar.
El camino de regreso a la estación fue rápido, mientras Cristóbal iba a dar indicaciones a los que realizarían la autopsia, yo me dirigí a nuestra oficina para cambiar el terrible aspecto con el que había terminado.
 -Cristóbal, necesito tu ayuda- dijo de repente una voz masculina haciendo que diera un brinco y me golpeara en la cabeza.
 -¡Ouch!- exclamé y comencé a salir debajo de mi escritorio ya que estaba levantando algunos documentos tirados en el suelo.
 -Disculpa, pensé que era Cristóbal quien estaba aquí- se acercó y me ayudó a levantarme ofreciendo su mano de apoyo.
 -Gracias- dije sobándome la parte trasera de mi cabeza.
 -¿Fue muy duro el golpe?-
 -No, estoy bien, gracias- lo miré detenidamente. Tenía el cabello negro, un poco largo, ojos de color azul, tez blanca, poco más alto que yo, le llegaba a la barbilla; delgado con algo de músculos, su rostro era como en forma de triángulo, y su nariz estaba muy bien estilizada, algo pequeña y recta. A mi parecer, el muchacho era atractivo.
 -Soy Johnny por cierto, gusto en conocerte-
 -Elizabeth, el gusto es mío- dije, y recordé que él había estado aquí cuando llegué con el jefe. ¿Cuánto tiempo me habría dado? No pude evitar tener curiosidad.
 -Lamento haberte asustado, no era mi intención-
 -No te preocupes, el golpe no fue tan fuerte-
 -¿Estás segura?- preguntó y dirigió la mirada a mi mano que aun sobaba el lugar donde me había golpeado.
 -Sí, muy segura- nos quedamos un rato en silencio, después continué limpiando mi lugar de trabajo. Estaba consciente de que Johnny me observaba detenidamente pero no le di tanta importancia.
 -Sabes, me sorprende que sea una jovencita como tú, la que trabaje aquí- volteé a verlo, su rostro reflejaba curiosidad.
 -No soy tan joven, y creo que, fui hecha para este tipo de cosas- contesté.
 -No todos piensan lo mismo-
 -Lo sé, sé que esperan que me vaya pronto, pero no pienso darles el gusto a muchos de ustedes- dije lo más seria que pude. Johnny sonrió de oreja a oreja, parecía realmente divertido con mi comentario.
 -Bueno, si te hace sentir mejor, acabo de perder dos mil pesos- no dejaba de mirarme y sonreír, sus dientes eran totalmente blancos.
 -¿En serio?, y ¿a qué se debe eso?- ya sabía la respuesta, pero quería escucharlo de él.
 -Verás, hicimos apuestas, casi toda la estación estuvo de acuerdo y…-
 -¿Johnny?- nos interrumpió Cristóbal. -¿Querías algo?-
 -No, ya me iba, te busco después- se dio la vuelta para irse, pero se detuvo. –Fue agradable platicar contigo- me dijo y se fue.
Me quedé un momento en silencio, Johnny había venido en busca de Cristóbal, y en cuanto él había llegado, parecía que le había dado un poco de miedo y había salido corriendo; ¿acaso Cristóbal no quería que supiera acerca de sus apuestas?
Demasiado tarde. Pensé.
 -Necesito que me ayudes a reconstruir la tarjeta que encontramos hecha pedazos-
 -Sí, claro- sacó la tarjeta destrozada y la puso sobre su escritorio.
 -Acerca tu silla, la autopsia llevará tiempo, así que por el momento intentaremos trabajar con esto-
 -Está bien- acomodé mi silla al lado de la suya, la tarjeta tenía varios rasguños que nos dificultó un poco poder unirla, pero al final lo logramos.
En cuanto terminamos de arreglarla, nos pusimos en contacto con el dueño de la tarjeta. Era un psicólogo, el Dr. Leonardo Castillo, y afortunadamente no se opuso a declarar, de hecho, se encontraba ya en la sala de interrogatorios. Era un hombre mayor, de unos sesenta años, el cabello completamente blanco, iba vestido con un traje color mostaza.
 -Disculpen pero, aun no entiendo por qué quieren interrogarme- dijo el doctor.
 -El señor Julio César fue encontrado muerto esta mañana doctor- dijo Cristóbal.
 -¿El señor Julio César está muerto?- su expresión fue de completa sorpresa, sin embargo, había personas que sabían mentir muy bien.
 -Sí, así es- confirmé.
 -Qué lástima. Nos conocimos cuando me contrató como psicólogo para su compañía.- suspiró.
 -¿Sabe si tenía algún problema con sus trabajadores?, ¿alguien que le deseara la muerte?- preguntó Cristóbal. El doctor se quedó un momento pensativo.
 -Mmm, ahora que lo pienso, sí. Había dos hombres con los que se llevaba realmente mal-
 -¿Nos podría decir quiénes son?- pregunté.
 -Uno de ellos es Esteban Meneses, el representante sindical, ha desarrollado una especie de manía persecutoria hacia su empleador. El otro es Francisco Jiménez, el jefe de obra. Es un alcohólico, y es muy peligroso cuando se encuentra en estado de ebriedad. La mayor parte del tiempo estaba borracho, Julio estaba a punto de despedirlo- concluyó.
Una vez que rindió su declaración dejamos que se retirara, pero no me había dado mucha confianza. Nos quedamos un rato más en la sala de interrogatorios analizando lo que el doctor había dicho.
 -Imagínate, si el jefe de obras es un borracho, no me gustaría vivir en alguna de las casas que construye- dijo burlonamente.
 -Tienes razón- contesté.
 -En fin, tendremos que ponernos en contacto con estos dos tipos, hay que localizarlos. Se puso de pie y lo seguí hasta la salida de la sala. Miré mi reloj de muñeca, eran las cuatro, el tiempo pasaba volando cuando disfrutabas de tú trabajo. La hora de salida de todo el personal, era a las diez de la noche, una jornada laboral de 14 horas, algunos, otros trabajaban más.

Cristóbal

Tardamos un par de horas en contactar al jefe de obras, pero al final lo conseguimos, y ahora era él quien estaba en la sala de interrogatorios. Su aspecto físico dejaba mucho que desear;  algo gordo, calvo, desaliñado, y cuando paso a mi lado para tomar asiento, el olor a alcohol era intenso, olía a cerveza y whisky.
 -Señor Jiménez, escuche que el señor Montiel estaba a punto de despedirlo. Su muerte debe de haberlo aliviado mucho ¿cierto?- dije con tono burlón.
 -¿Yo?, ¿despedido?, tiene que estar bromeando. ¡Soy la única persona que impide que este maldito proyecto se venga abajo!- su aliento solo confirmaba que había estado tomando. Volteó a ver a Elizabeth que estaba cerca de la puerta a mis espaldas, comenzó a examinarla con tal detenimiento, que era imposible no saber lo que se imaginaba el tipo; en ese momento sentí que tenía que cuidarla de Jiménez. Ella estaba totalmente atenta en la conversación que mantenía con él, que no se dio cuenta de cómo la miraba. Tuve que pasar la palma de mi mano frente a él para que regresara toda su atención a mí.
 -El lugar sufre actos vandálicos casi todas las noches- continuó, ahora un poco enojado, y comenzaba a sudar. – ¡La denuncia formal que hizo Montiel a sus policías, no sirvió de nada!-
 -¿Una denuncia, dice?- pregunté, él solo asintió. –Elizabeth, creo que debemos ir a la comisaría a investigar qué pasa con nuestros policías. Puede retirarse señor Jiménez- dije, era la primera vez que hacía un interrogatorio tan corto, cuando estaba a punto de salir de la sala, evite que se despidiera formalmente tanto de Elizabeth como de mí.
La comisaría se encontraba en el segundo piso, pero por el momento pospondría esa visita hasta el día de mañana. Miré el reloj que llevaba en la muñeca derecha, 9.30, pronto podría irme a des-estresarme, solo debíamos comenzar a hacer el papeleo del caso.
 -¿Qué nombre le pondrías a nuestro caso?- le pregunté a Elizabeth una vez que estuvimos de vuelta en la oficina.
 -No sé, tal vez- se quedó pensativa un rato. -¿Muerte por crucifixión? O quizá, afición religiosa. -
 -Me gusta el de muerte por crucifixión, es original, creo- dije mientras comenzaba a garabatear el nombre que me había dado.
 -¡Hola Cristóbal!- escuché que me decían desde la puerta. Era una de mis compañeras policía; alta, rubia, delgada, de buen porte, realmente atractiva. –Me preguntaba si te gustaría ir a tomar un trago en cuanto termines- no lo pensé ni un segundo, realmente necesitaba salir.
 -Claro, por supuesto-
 -Excelente, te espero en la entrada- dijo y se fue casi saltando de la emoción, absurdo.
 -Creo que tienes una reputación- dijo Elizabeth, volteé a verla, se notaba divertida.
 -¿A qué te refieres?-
 -Bueno, por el entusiasmo que pude notar en ella, pareciera que eres el galán rompecorazones de la estación, ya sabes, el popular- dijo, y pude notar como un color rosado comenzaba a teñirle sus mejillas, lo único que pude hacer fue sonreír ante su comentario.
 -¿Tú crees?- intenté encontrar su mirada, pero ella se resistía.
 -Solo decía- antes de que pudiera decir algo más, unos golpes en la puerta nos interrumpieron.
-Hola, una disculpa- era Johnny, ojalá que no quisiera que lo ayudara. –Elizabeth- titubeó un poco antes de seguir. -¿Te gustaría ir a tomar una copa conmigo cuando termines?- su pregunta fue realmente sorprendente, inmediatamente me giré para mirar la expresión de Elizabeth, al igual que yo, estaba sorprendida, se quedó un rato con la boca medio abierta y después le contestó.
 -Sí, claro, gracias- dijo Elizabeth con la voz un poco temblorosa.
 -Bien, te veré abajo en la entrada- se despidió de mí con un movimiento de cabeza y se alejó.
 -¿Qué fue eso?- pregunté.
 -¿Qué?-
 -Lo acabas de conocer, ¿y ya vas a salir con él?- el tono en que se lo pregunté me sorprendió, ¿a mí que me importaba?, seguí esperando su respuesta.
 -También te acabo de conocer, y ya me fui contigo hasta las afueras de la ciudad-
 -Tienes razón- dije. –Es que, te ves más joven y…-
 -¡Oh Dios!, no tienes por qué preocuparte, no soy nada tuyo, no tienes por qué protegerme, creo que ya estoy lo suficientemente grandecita como para defenderme de los tipos malos- una sonrisa radiante cruzaba su rostro, y ahora sus mejillas estaban completamente rojas, me pareció algo tierno.
 -Tienes toda la razón, no tengo de que preocuparme-
 -Pareces mi hermano mayor- dijo riendo. –O peor aún, mi papá-
 -No, como crees, no- nos seguimos riendo de lo absurdo que me veía, cuidándola como si fuera de su familia. En cuanto dieron las diez, la hora de salida, dejamos todo limpio y salimos enseguida. En el elevador la atmósfera se tornó un poco incómoda, solo se dispersó cuando salimos al encuentro de nuestros compañeros de trabajo.

No pude evitar girar la mirada para ver la reacción de mi compañera de trabajo, se veía feliz y entusiasmada. Me parecía bien que disfrutara mientras pudiera, porque a veces el trabajo era tan pesado que uno debía quedarse hasta pasadas las doce de la noche investigando los casos.

Elizabeth

En cuanto salimos, nos enfrentamos a un frío abrazador. Nos encontrábamos a mediados de Noviembre, el aire estaba completamente helado; adoraba este tipo de clima, ¿por qué?, bueno, me gustaba quedarme en la cama enrollada en mis cobijas, a veces con un café o un chocolate caliente viendo películas o leyendo un buen libro; me encantaba como se veía el cielo, y como nos encontrábamos en el norte del país, a veces podíamos apreciar como nevaba, era magnífico ver como caían los copos de nieve, o como se vestían los árboles de blanco; personalmente, me gustaban más los que solo contaban con sus ramas completamente desnudas y una fina capa de nieve los cubría como si quisiera protegerlos, era realmente hermoso.
 -¿Tienes frío?- me preguntó Johnny.
 -No, estoy bien. Por cierto, ¿te parece bien que te siga en mi auto?- pregunté en cuánto vi que nos dirigíamos al suyo.
 -No, está bien. Solo, no me pierdas de vista-
 -Hecho- dije y me dirigí hacia mi Bora del 99. La pintura plateada ya estaba un poco desgastada, pero no me importaba, realmente amaba mi auto.
Llegamos al bar más popular de la ciudad, en realidad solo contábamos con tres, ya que la ciudad de Heroica, Caborca; que era donde nos encontrábamos exactamente, apenas contaba con cuatro mil doscientos veinticuatro habitantes.
El local estaba algo descuidado, las ventanas estaban un poco empañadas por el calor que se guardaba debido a las personas que se encontraban dentro. Estacioné detrás del coche de Johnny, tome la chamarra que llevaba en la parte trasera y me abrigué lo más que pude.

Había mucha gente en el local, la música resonaba a través de unas bocinas enormes colocadas una en cada extremo del lugar, la gente que se encontraba ahí; en su mayoría jóvenes, bailaban al ritmo de “I’m sexy and I Know It” en esos momentos.
 -¿Quieres bailar?- gritó Johnny por encima del sonido para que pudiera escucharlo.
 -No, así estoy bien. Mejor tomémonos una copa-
No tomaba mucho, casi no me gustaba, lo máximo que llegaba a tomar eran unos tres tequilas y nada más, la cerveza me daba náuseas, y el whisky no lo soportaba mucho, lo único que llegaba a tolerar era el vino, pero aquí no contaban con eso. Se nos dificultó un poco llegar hasta la barra, pero al final lo logramos, pedimos nuestras respectivas bebidas y comenzamos a platicar.
 -¿Qué tal el primer día?-
 -Interesante. Creo que desilusionaré a muchos cuando me vean llegar mañana- dije con voz muy segura.
 -Estoy totalmente de acuerdo contigo. Mírame a mí, hoy he perdido una apuesta, al igual que muchos en la estación. Te subestimé- dijo con toda sinceridad.
 -¿Cuánto tiempo me diste?- no pude evitarlo, la curiosidad pudo conmigo. Examinó mi cara para encontrar alguna señal de enfado quizá, pero me estaba divirtiendo con esto, analizó su respuesta, y al final me contestó.
 -Tres horas- dijo con un poco de arrepentimiento en la voz. –No creí que fueras a aguantar, pero ahora veo que eres fuerte y capaz-
 -Y, ¿los demás?, ¿cuántos han perdido ya?-
 -Bueno, en la estación somos aproximadamente unas trescientas personas, pero de los que sé que entraron en nuestra apuesta, suman unos doscientos- me sorprendí con su respuesta, era obvio que la mayoría no creyera que fuera apta para el trabajo. –Te aseguro que ya solo quedan unos cincuenta dentro. La mayoría apostó de mil pesos hacia arriba, una gran pérdida, pobres imbéciles-
 -Tú eres uno de esos imbéciles- dije
 -Sí, es cierto, pero ahora me reiré en sus caras cuando los vea retorcerse por haber perdido- dijo riéndose.
 -¿Quién me dio más tiempo?-
 -No creo que deba decírtelo- me miró a los ojos, previniéndome.
 -No le contaré a nadie lo que me has dicho, de verdad-
 -Está bien, pero, no te enfades-
 -Lo prometo-
 -El jefe, es el que más tiempo te ha dado- ¿el jefe?, ¿de verdad?, había apostado a mi favor, pero no sabía si sentirme orgullosa o desilusionada por el simple hecho de que Emilio haya creído que en algún momento me rendiría.
 -¿Cuánto?-
 -Tengo entendido que te dio semanas, incluso meses- su respuesta hizo que me relajara un poco.
 -¿Cuánto tiempo me dio Cristóbal?- la pregunta salió sin que la pudiera detener.
 -Dos días- dijo. –De haberte conocido antes, te habría dado más tiempo, pero ahora he perdido, sin embargo no me arrepiento. No estaría aquí contigo de ser así- le sonreí. Dos días, dos días. Bueno, después se tragaría sus palabras.
 -Y, ¿qué edad tienes?- preguntó sacándome de mis ensoñaciones.
 -Veintitrés-
 -Vaya, eres bastante joven-
 -No es cierto, ¿tú qué edad tienes?-
 -Veintiocho-
 -¿Lo ves?, tú igual eres joven-
 -Si bueno, ya no me siento así, este trabajo de verdad te mata-
Continuamos charlando hasta pasadas las doce, después de eso le dije que tenía que dormir o no me levantaría y creerían que había desertado. En cuanto llegué a mi casa, me duché, busqué la ropa que usaría al día siguiente y en cuanto puse la cabeza en la almohada, me quedé dormida.
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Aventura Peligrosa (capítulo 4)  Empty Re: Aventura Peligrosa (capítulo 4)

23.03.15 21:11
¿Un triangulo amoroso? ¿Romance? Dime que habra algo parecido *-* jajajaja broma me esta gustando la historia espero leer mas
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Aventura Peligrosa (capítulo 4)  Empty Re: Aventura Peligrosa (capítulo 4)

25.03.15 10:36
jajaja, algo así. Bueno, creo que me hace falta pulir un poco el tema del romance pero, haré lo que pueda Very Happy
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Aventura Peligrosa (capítulo 4)  Empty Re: Aventura Peligrosa (capítulo 4)

25.03.15 19:56
jajajaja no te preocupes no hay presion solo hago mis malas intuisiones Wink
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Aventura Peligrosa (capítulo 4)  Empty Re: Aventura Peligrosa (capítulo 4)

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