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Aventura Peligrosa (capítulo 3)
10.03.15 17:20
Hola de nuevo aquí el nuevo capítulo, ojalá les guste y lo disfruten. Espero sus opiniones, sugerencias, consejos.
-Andando- me apresura Cristóbal, intento correr, pero los tacones no me lo facilitan. –Hiciste una mala elección- dice mirando a mis zapatos. –No debiste haber traído tacones al trabajo, y no lo hagas mientras estés aquí, de otra manera no sobrevivirás a esto- pareciera que me está regañando, su tono de voz suena algo molesto.
-Disculpa, quería estar presentable- me justifico.
-Deja eso para otro tipo de cosas, aquí se trabaja duro, ¿de acuerdo?-
-De acuerdo- me sentía como una niña pequeña a la que su padre había reprendido, ¿cuál era su problema?, lo seguí a trote hasta la salida, su zancada era demasiado larga para mi gusto.
-Iremos en la patrulla, deprisa- dice Cristóbal.
Trato de alcanzarlo, igualar su paso, pero cuando lo intento, salgo despedida hacia delante y caigo de rodillas sobre el pavimento, alcanzo a meter las manos, los raspones son superficiales, sin embargo siento como comienzan a doler.
-¿Estás bien?- me pregunta, y se limita a mirarme.
-Sí, estoy bien-
-Excelente, andando- se da la vuelta y sigue su camino, ¿en serio?, ¿ni si quiera una pequeña ayuda? De camino a la patrulla me voy quitando algunos guijarros enterrados en las palmas de mis manos. Dentro de la patrulla sacudo mis rodillas y quito el exceso de tierra, están algo magulladas, pero con el debido cuidado sanaran.
-¿Siempre te comportas así?- digo de repente y en seguida me arrepiento.
-¿Cómo?- mantiene la vista al frente mientras maneja.
- Me refiero a que, me viste tirada y ni si quiera te esforzaste para por lo menos ofrecer un poco de ayuda- mi voz tiembla y lo siento que lo que digo son puras incoherencias.
-Mira, te diré algo. Cuando tenemos algo entre manos para investigar, no nos importa nada más- hace una pequeña pausa. –Ayudamos a los que lo necesitan, nosotros no lo necesitamos, podemos solos, así que creí que podrías levantarte sin ningún problema; no estamos acostumbrados a ayudarnos entre nosotros mismos- lo dice con tal seriedad, que pareciera que es una norma de los oficiales. Me quedo un momento pensativa; la oficina desordenada, papeles en mi escritorio, nada de ayuda, ¿qué es lo que había dicho el jefe?, “llega alguien nuevo y esperan que se vaya desde el primer día”, ¿acaso intentaba que renunciara?, claro que sí, eso era.
-Claro, ya veo por donde vas-
-¿A sí?- dice en tono burlón, y eso hace que me enfade más.
-Crees que como soy mujer, novata y una joven de apenas veintitrés años, no seré capaz de llevar la carga pesada ¿cierto?- lo miro por el rabillo del ojo, si él quería jugar a ser duro, yo también podía serlo. –Cuéntame- continuo. -¿Cuántos días me diste?, ¿uno, dos?, no creo que pienses que llegue si quiera a la semana, ¿o me equivoco?- esta vez sí volteo a verlo directamente y él hace lo mismo, su rostro sin expresión. Empieza a negar con la cabeza en señal de sorpresa por mi comentario.
-Yo no…-comienza y lo interrumpo.
-Vista al frente compañero, no vaya a ser que nos mates- le digo y yo también poso la vista en la carretera.
*****
Cristóbal
Su comentario y comportamiento repentino hicieron que recapacitara mis acciones, me sentí como el malo del cuento, sin embargo ese no era lo peor sino darme cuenta de que tenía razón; me había comportado como un idiota, no se lo merecía, después de todo la primera impresión era la que contaba, aunque ya no podía corregir nada.
El resto del viaje fue en silencio y todo el tiempo traté de mantener la vista en la carretera y no voltear a verla. ¿Cuántos días le había dado?, bueno, eso tenía una respuesta sencilla, dos días, dos días le había dado; y si perdía mi apuesta, tendría que dar 1000 pesos a aquel que ganara, ninguno de mis compañeros le había dado más de una semana, a excepción del jefe, de verdad me sorprendió cuando días antes aposto por ella; dijo que estaba seguro de que se quedaría, resolvería “algunos” casos y probablemente se iría después, sinceramente yo no creía que el jefe pudiera ganar, se equivocaba, y cuando él perdiera, el ganador le sacaría diez mil pesos.
Llegamos a la zona de obras. La construcción no iba ni a la mitad, había tablas y herramientas por todas partes.
-Debes estar atenta a cualquier tipo de evidencia- dije evitando su mirada. No contestó.
Pasamos por debajo de la cinta amarilla que decía “prohibido el paso”, comenzamos a examinar la escena cuando vimos el cuerpo de la víctima.
-¡Dios!- escuché decir a Elizabeth, y volteé a verla al tiempo que le entraban arcadas, definitivamente, no aguantaría.
El cuerpo estaba clavado en unas tablas en forma de cruz, sin prenda alguna, los brazos completamente estirados y clavados a ambos lados del cuerpo; era como si hubiesen querido hacer pasar al tipo por Jesús cuando fue crucificado; así lucía el cuerpo. Sangraba del pecho y otros lugares que me eran imposibles de ver, habría que mandarlo al laboratorio con Jaime, nuestro mejor forense.
-Toma- le tendí mi celular a Elizabeth. –Llama a la estación, diles que necesitamos que manden a alguien que se lleve el cuerpo para que lo examinen.- Tomó el teléfono y se alejó un poco para hacer la llamada. Me acerqué cautelosamente al cuerpo, pude notar una tarjeta rasgada varias veces, eso podría ser de utilidad. Cuando volví de buscar algunas bolsas para la evidencia, pude ver a Elizabeth que observaba detenidamente al hombre que yacía muerto sobre una cruz; eso o estaba en estado de shock porque no se movía nada.
-¿Te encuentras bien?- le pregunté
-¿Qué clase de persona hace algo así de horrible?- susurró
-Aquí encontraras muchas cosas horribles y asquerosas- dije mientras me acercaba a recoger la evidencia. –En una ocasión, a Rafael y a mí nos tocó investigar el caso de una mujer que encontraron en una carnicería. La habían colgado como si fuera un cerdo y le abrieron desde la garganta hasta el vientre, dejando que se desangrara.- volteé a verla, y sus ojos de miedo hicieron que detuviera mi relato.
-Oh- fue lo único que dijo.
-Mira, si esto en realidad no es para ti, no te culpo si quieres renunciar, por el momento puede observar por ser tu primer día, pero si crees que no aguantarás, será mejor que hoy mismo presentes tu renuncia- esta vez no lo decía porque quisiera que se fuera, sino por su seguridad.
-No, estoy bien, es solo que…- no terminó la frase, me alejé dejándola donde estaba para seguir buscando más pistas.
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Elizabeth-Andando- me apresura Cristóbal, intento correr, pero los tacones no me lo facilitan. –Hiciste una mala elección- dice mirando a mis zapatos. –No debiste haber traído tacones al trabajo, y no lo hagas mientras estés aquí, de otra manera no sobrevivirás a esto- pareciera que me está regañando, su tono de voz suena algo molesto.
-Disculpa, quería estar presentable- me justifico.
-Deja eso para otro tipo de cosas, aquí se trabaja duro, ¿de acuerdo?-
-De acuerdo- me sentía como una niña pequeña a la que su padre había reprendido, ¿cuál era su problema?, lo seguí a trote hasta la salida, su zancada era demasiado larga para mi gusto.
-Iremos en la patrulla, deprisa- dice Cristóbal.
Trato de alcanzarlo, igualar su paso, pero cuando lo intento, salgo despedida hacia delante y caigo de rodillas sobre el pavimento, alcanzo a meter las manos, los raspones son superficiales, sin embargo siento como comienzan a doler.
-¿Estás bien?- me pregunta, y se limita a mirarme.
-Sí, estoy bien-
-Excelente, andando- se da la vuelta y sigue su camino, ¿en serio?, ¿ni si quiera una pequeña ayuda? De camino a la patrulla me voy quitando algunos guijarros enterrados en las palmas de mis manos. Dentro de la patrulla sacudo mis rodillas y quito el exceso de tierra, están algo magulladas, pero con el debido cuidado sanaran.
-¿Siempre te comportas así?- digo de repente y en seguida me arrepiento.
-¿Cómo?- mantiene la vista al frente mientras maneja.
- Me refiero a que, me viste tirada y ni si quiera te esforzaste para por lo menos ofrecer un poco de ayuda- mi voz tiembla y lo siento que lo que digo son puras incoherencias.
-Mira, te diré algo. Cuando tenemos algo entre manos para investigar, no nos importa nada más- hace una pequeña pausa. –Ayudamos a los que lo necesitan, nosotros no lo necesitamos, podemos solos, así que creí que podrías levantarte sin ningún problema; no estamos acostumbrados a ayudarnos entre nosotros mismos- lo dice con tal seriedad, que pareciera que es una norma de los oficiales. Me quedo un momento pensativa; la oficina desordenada, papeles en mi escritorio, nada de ayuda, ¿qué es lo que había dicho el jefe?, “llega alguien nuevo y esperan que se vaya desde el primer día”, ¿acaso intentaba que renunciara?, claro que sí, eso era.
-Claro, ya veo por donde vas-
-¿A sí?- dice en tono burlón, y eso hace que me enfade más.
-Crees que como soy mujer, novata y una joven de apenas veintitrés años, no seré capaz de llevar la carga pesada ¿cierto?- lo miro por el rabillo del ojo, si él quería jugar a ser duro, yo también podía serlo. –Cuéntame- continuo. -¿Cuántos días me diste?, ¿uno, dos?, no creo que pienses que llegue si quiera a la semana, ¿o me equivoco?- esta vez sí volteo a verlo directamente y él hace lo mismo, su rostro sin expresión. Empieza a negar con la cabeza en señal de sorpresa por mi comentario.
-Yo no…-comienza y lo interrumpo.
-Vista al frente compañero, no vaya a ser que nos mates- le digo y yo también poso la vista en la carretera.
*****
Cristóbal
Su comentario y comportamiento repentino hicieron que recapacitara mis acciones, me sentí como el malo del cuento, sin embargo ese no era lo peor sino darme cuenta de que tenía razón; me había comportado como un idiota, no se lo merecía, después de todo la primera impresión era la que contaba, aunque ya no podía corregir nada.
El resto del viaje fue en silencio y todo el tiempo traté de mantener la vista en la carretera y no voltear a verla. ¿Cuántos días le había dado?, bueno, eso tenía una respuesta sencilla, dos días, dos días le había dado; y si perdía mi apuesta, tendría que dar 1000 pesos a aquel que ganara, ninguno de mis compañeros le había dado más de una semana, a excepción del jefe, de verdad me sorprendió cuando días antes aposto por ella; dijo que estaba seguro de que se quedaría, resolvería “algunos” casos y probablemente se iría después, sinceramente yo no creía que el jefe pudiera ganar, se equivocaba, y cuando él perdiera, el ganador le sacaría diez mil pesos.
Llegamos a la zona de obras. La construcción no iba ni a la mitad, había tablas y herramientas por todas partes.
-Debes estar atenta a cualquier tipo de evidencia- dije evitando su mirada. No contestó.
Pasamos por debajo de la cinta amarilla que decía “prohibido el paso”, comenzamos a examinar la escena cuando vimos el cuerpo de la víctima.
-¡Dios!- escuché decir a Elizabeth, y volteé a verla al tiempo que le entraban arcadas, definitivamente, no aguantaría.
El cuerpo estaba clavado en unas tablas en forma de cruz, sin prenda alguna, los brazos completamente estirados y clavados a ambos lados del cuerpo; era como si hubiesen querido hacer pasar al tipo por Jesús cuando fue crucificado; así lucía el cuerpo. Sangraba del pecho y otros lugares que me eran imposibles de ver, habría que mandarlo al laboratorio con Jaime, nuestro mejor forense.
-Toma- le tendí mi celular a Elizabeth. –Llama a la estación, diles que necesitamos que manden a alguien que se lleve el cuerpo para que lo examinen.- Tomó el teléfono y se alejó un poco para hacer la llamada. Me acerqué cautelosamente al cuerpo, pude notar una tarjeta rasgada varias veces, eso podría ser de utilidad. Cuando volví de buscar algunas bolsas para la evidencia, pude ver a Elizabeth que observaba detenidamente al hombre que yacía muerto sobre una cruz; eso o estaba en estado de shock porque no se movía nada.
-¿Te encuentras bien?- le pregunté
-¿Qué clase de persona hace algo así de horrible?- susurró
-Aquí encontraras muchas cosas horribles y asquerosas- dije mientras me acercaba a recoger la evidencia. –En una ocasión, a Rafael y a mí nos tocó investigar el caso de una mujer que encontraron en una carnicería. La habían colgado como si fuera un cerdo y le abrieron desde la garganta hasta el vientre, dejando que se desangrara.- volteé a verla, y sus ojos de miedo hicieron que detuviera mi relato.
-Oh- fue lo único que dijo.
-Mira, si esto en realidad no es para ti, no te culpo si quieres renunciar, por el momento puede observar por ser tu primer día, pero si crees que no aguantarás, será mejor que hoy mismo presentes tu renuncia- esta vez no lo decía porque quisiera que se fuera, sino por su seguridad.
-No, estoy bien, es solo que…- no terminó la frase, me alejé dejándola donde estaba para seguir buscando más pistas.
- InvitadoInvitado
Re: Aventura Peligrosa (capítulo 3)
18.03.15 1:33
uuuy se pone cada vez mas interesante. Me gustaria leer mas
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