El chico desaliñado (Historia de 10 palabras)

Son las cuatro de la mañana, Camila se encuentra dando vueltas sobre las sabanas sin poder conciliar el sueño, Después de algunos intentos poco exitosos de poder lograrlo decide levantarse y mirar por la ventana de su habitación. Se encuentra viviendo en un edificio en la parte vieja de la ciudad, no es el peor vecindario y le otorga una vista excelsa de las pequeñas luces tintineando a la lejanía.

Decide abrir la ventana y dejar entrar la brisa perfecta para terminarla de despertar, ¿Cómo podría dormir después de lo que vivió anoche? Un escalofrío recorre todo su cuerpo después de recordarlo, el ser la espectadora de hechos inverosímiles, de una historia que te es imposible detener o predecir hacía que sus noches fueran poco agradables.

Recuerda a aquel chico desaliñado tan parecido a la idea filosófica de lo que un Nerd representa, usando ese abrigo morado poco varonil, le daba gracia en el primer momento en que lo vio pasar por aquella avenida poco iluminada, pero mientras lo veía una y otra vez plasmando su vida apariencia poco interesantes con viajes y experiencias fantásticas la había enamorado con el paso del tiempo. Era un amor exprés pues desde hace solamente dos semanas había comenzado a verlo, y aunque no lo hiciera aquel chico con el abrigo morado seguía transitando sus pensamientos generando en ella este sentimiento afinado con la felicidad.

Otro escalofrío recorre su cuerpo y vuelve a la realidad de su habitación y ella observando la quietud de la ciudad, da media vuelta y observa a su habitación, una cama grande corona el centro de la misma mientras que un pequeño escritorio se encuentra al final, algunos libros desordenados encima de él. En una esquina se encuentra un viejo armario heredado por su abuela, adentro tiene toda su vida pues toda su ropa se encuentra ahí, y también aquellos artículos que cualquier chica de 21 años podría encontrar valiosos. Y finalmente a lado de la ventana una silla que ella encontraba verdaderamente cómoda y una pequeña mesa.

Encima de la mesa había un plato con dos galletas y un vaso de leche a medio terminar, la cena de anoche fue pobre y su humor no le dio la oportunidad de ni siquiera terminarla, ese sentimiento de saber que hay personas en el mundo que no comen absolutamente nada en el mundo le llegó de pronto por lo que decidió darle una mordida a una de las galletas, y provocó que su mente viajara otra vez a a ese chico desaliñado  y la última vez que lo vió.

El se encontraba en un café tomando un expresso late, su bebida favorita después de haber ido de aventura a salvar un alma en pena, a él le encantaba viajar de ciudad en ciudad en un viaje infinito con un miles de pequeños panfletos en su auto que decían. ¿Tienes un problema? Yo te ayudo  y un número de teléfono. El resolvía cualquier situación, desde enseñar matemáticas en escuelas medias ahsta ayudar a drogadictos a salir de su vicio, la vida de aquel Nerd desaliñado no era mas que el de un hombre con una inteligencia y corazón capas de ayudar al mundo a su alrededor.

Había ocasiones en que el se metía en dificultades, cuando aquellos problemas lo amenazaban con ir detrás de él, la última vez que lo vi estaba ayudando a una familia muy conocida por todos en ese lugar, todo por su ostentoso hogar y su grandiosa solvencia económica, aun así no eran ajenos a los problemas pues la familia había sufrido un altercado, habían secuestrado a su hija y después de intentos con las autoridades, con investigadores y cualquier persona capaz no habían podido dar con su paradero. Daban dinero cada mes pero los secuestradores nunca la regresaban mas solo daban muestras de que seguía viva.  La familia desesperada vio el anuncio del chico desaliñado y lo contactaron.

No malentiendan el no era un súper hombre, solo amante de las investigaciones por lo que aceptó el caso de inmediato, después cuatro semanas investigando finalmente dio con los secuestradores que se encontraban en una bodega a las afueras de la ciudad, un lugar donde solo transportistas surcaban los caminos por lo que era complicado de encontrar nada más. En el proceso del rescate ellos huyeron pero finalmente la hija de aquella familia estuvo a salvo. El chico no pedía nada a cambio más que el dinero suficiente que le permitiera viajar a la siguiente ciudad, un bajo precio por una vida pero así era él y lo que consideraba la misión de su vida.

La cafetería se encuentra en el centro y es muy famosa pues llevaba casi 100 años de existencia, el leía un periódico cuando todo sucedió. Una camioneta a las afueras del establecimiento, salieron de la misma cuatro hombres encapuchados y entraron con un estruendoso grito, todos se alertaron incluido aquel chico, dos hombres se dirigieron a la caja registradora mientras que otros dos cuidaban a los clientes. Nadie hacía movimiento cuando uno de ellos volteó a ver al chico, se acercó a el y lo amenazó, otro hombre se acercó a la mesa y le comenzaron a gritar, solo a el y a nadie más. Uno de ellos se acercó al chico y le susurró al oído “Esto es lo que pasa por meterte en nuestros negocios” El hombre levantó la pistola y le disparó en el pecho en un par de ocasiones. Después del aterrador sonido los cuatro hombres salieron de la cafetería y huyeron en la camioneta dejando al pobre chico en los últimos momentos dentro de la cafetería.

Camila le aterraba ese sentimiento cada vez que recordaba aquella imagen en su cabeza, volteó a ver a la ventana y estaba amaneciendo. Ya habían pasado un par de horas desde que había despertado y aún no podía conciliar el sueño así que decidió empezar su día en ese instante, se acercó a su celular que aún yacía en su mesa y puso algo de música, y pensó en lo efímero de la vida, en las oportunidades, la felicidad y la tristeza . No era la primera ni la última vez que tenía que despedirse de alguien, pues la vida de una lectora es un mundo maravilloso pero también aterrador, un mundo donde te puedes despedir de tus seres más amados en un mundo que no puedes intervenir o cambiar. Camila se dirigió al pequeño escritorio, dio una hojeada final al libro que tenía abierto, lo cerró y así le dio el último adiós a aquel chico desaliñado con el abrigo morado. Pues el siguiente libro tenía que empezar así como un día más.