Cúpula de Libros
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13.12.15 17:32
SIPNOSIS
Vesta es una chica de diecinueve años que no sabe nada acerca de su pasado.
Cuando era una niña de no más de seis años fue acogida por los habitantes de un pueblo llamado Yaras, a medida que pasaron los años vieron que ella poseía un Don, el sello de la Sabiduría y la Elocuencia se empezaba a marcar en su hombro izquierdo,  y los rasgos por los que se caracterizaba su raza se empezaban a acentuar con un color azabache en su ondulado pelo y unos rasgados ojos de color verde, por lo que ella era la única persona de su etnia que había sobrevivido a la Guerra de los Mil Días.

A Vesta le gustaba investigar y descubrir nuevas cosas, siendo un pilar clave para la supervivencia del pueblo de Yaras, aunque ella no lo supiera. Un día jugando en el bosque, al lado de un pequeño lago, a Vesta se le acercó un hombre con una capa morada aterciopelada, éste era alto y de anchas espaldas, la cara era casi inapreciable a causa de la capucha, sin embargo asomaba una gran barba amarronada que tapaba sus labios, y unos ojos aparentemente oscuros.
¿Qué le habrá dicho esa persona misteriosa?; ¿Le ayudaría a saber algo de su pasado?
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Alas de combate Empty Capítulo 1

13.12.15 17:37
CAPÍTULO 1: EL COMIENZO DE UNA NUEVA HISTORIA

Quizás más allá del abismo encuentres todas las respuestas que buscas…
Esa frase se quedó grabada en mi mente, en principio durante días y luego semanas que pasaron a ser años. Aún no entendía realmente a lo que se refería, quizás me sugería cosas como que quedándote parado nunca llegarás a tu destino y que ese destino a veces es el que te encuentra a ti, pero no lo sabía con certeza.
- ¡Vesta! Escuche de fondo, alguien me llamaba. - ¡Vesta! Volvió a gritar.
- Sí, aquí estoy. Respondí.
La persona, inquieta, me buscaba desesperadamente sin saber dónde estaba.
- Aquí, mira hacia arriba. Alcé la voz mientras le hacía señas con la mano entre las ramas.
El sujeto levantó la mirada.
- ¡Baja de ese árbol! Te necesitamos en el pueblo al lado del río de Sar, hay unos mapaches que intentan cruzar el río, podría haber problemas y tú eres la única que puede entenderlos. Dijo desesperadamente.
- Muy bien, ahora mismo bajo. Contesté.
Con agilidad baje del Arce Real y me fui en dirección al pueblo. Cuando llegué junto al arroyo encontré a una multitud encolerizada.
- ¡Parad! Ya he llegado, dejad que hable con ellos a ver que se debe su llegada, aunque después de haberlos amenazado va a ser difícil que estos animales se atengan a conversaciones. Dije con autoridad.
- Estamos hartos de que se cuelen en nuestras casas, nos roben y acaben con nuestras provisiones. Contestó un aldeano.
- Sin embargo es extraño que vengan sin haber caído la noche, así que déjenme hablar con ellos para evitar males mayores. Será solo un instante. Sugerí intentando calmar los ánimos.
Se hizo el silencio y me dirigí a los mapaches:
- Hola, me llamo Vesta, disculpen la descortesía de los habitantes de este pueblo, no solemos tener visita. ¿Qué desean?
- Nos dirigimos hacia el noroeste por nuestra emigración anual y necesitamos cruzar el río, pero viene muy crecido después de las últimas lluvias. Si bajan el puente cruzaremos sin mayores contratiempos.
- De acuerdo, así será pero necesitamos algo a cambio y más viniendo de unos animales que sólo nos han dado problemas. Bajaremos el puente con la condición de que nunca más entraréis a nuestras casas a robar y podréis usarlo siempre que lo necesitéis.
- Así será. Contestó el mapache Alfa. – Agradezco tu amabilidad, si alguna vez nos volvemos a encontrar y nos necesitas no dudaremos en ayudarte.
- Muchas gracias. Dije mientras levantaba el puño como señal de pacto de honor, a su vez el mapache Alfa levantó el suyo.
A mi lado, viendo como discurría la conversación estaba Chandal, la Tenaz, mi aliada y mi mejor amiga, la conozco desde pequeña, con una esbeltez propia de los diecinueve años, tez pálida, ojos color caramelo, con una trenza color chocolate cayéndole por los hombros, reservada pero con una sonrisa elocuente y encantadora, insistente y luchadora, además de experta usando el arco.  
- Chandal por favor, avisa al capataz de que hay que bajar el puente levadizo de la zona oeste para que los mapaches puedan pasar.  Y dile que por esta noche les daremos cobijo y algo de comida. Ellos a cambio no nos robarán nunca más y podrán usar el puente en sus emigraciones anuales.  
Chandal salió corriendo, al poco el puente levadizo bajo y los mapaches pudieron pasar sin problemas, a la mañana siguiente según lo pactado se fueron hacia el Bosque Ahumado.
- Debes saber que has logrado un gran acuerdo Vesta. Dijo el capataz. – Podría haber ocurrido una desgracia si se hubiese desatado una guerra. Es increíble el Don que posees de comunicarte con otras especies, gracias por haberlo usado por el bien de nuestra comunidad.
Mientras le escuchaba pensaba en el pequeño sello grabado en mi espalda, a la altura de mi hombro, que significaba que poseía dicho Don y que me había sido otorgado por mis ancestros. Lamentablemente no había podido encontrar a nadie más con ese grabado y así conocer más detalles de mi procedencia.
- Me alegro de haber sido útil, ahora, si me disculpa me retiro a mi casa a descansar. Buenas noches.  
- Buenas noches Vesta, que descanses.
Debo irme de Yaras, en busca de esa persona cuyo rostro conservo en mi memoria pero que sin embargo no sé ni su nombre, ni de dónde vino, ni a dónde fue. Encontrarlo en este extenso mundo va ser complicado. Tengo que hablar con Chandal y comentarle lo que tengo pensado hacer, me gustaría que quisiera venir conmigo y que el capataz me permita marchar a pesar de que sé que me considera necesaria para el pueblo. Yo no comparto esa opinión y además hay algo en mi interior que me dice que éste realmente no es mi hogar. Pensaba mientras caminaba hacia la casa.  

Al día siguiente, después de buscar por todo Yaras, conseguí encontrar a Chandal en la sección sur del Bosque Ahumado ya que el resto de la arboleda no pertenecía a nuestro territorio. Ella estaba cazando ciervos para el suministro de la aldea, tal como mandaba la tradición. Detestaba acabar con una vida pero era consciente de que era necesario para la supervivencia de su pueblo.
La vi tan concentrada que decidí no interferir, entonces lanzó la flecha y consiguió atravesar la yugular del animal, al instante este cayó al suelo. Se había especializado en ser lo más precisa y eficaz posible para ahorrar sufrimientos al animal. Terminada la acción le hablé:
- Chandal, tengo que hablar contigo, es importante, pues tengo en mente una idea.
Chandal se acercó a mí y me contestó:
- Oye, nos vemos esta noche en tu cabaña y me cuentas esa idea, pues ahora he de seguir cazando. Hoy es el Día de la Caza y ya sabes cómo lo odio, trataré de terminar lo antes que pueda. Espero que sea con el crepúsculo.
- Lo entiendo, cuando termines hablamos, estaré en mi casa, hasta después. Respondí.
Me fui al pueblo a comprar algo de pan y al arroyo a recoger agua, luego, llegué a mi cabaña y esperé sentada mirando el fuego de la chimenea. Pasaron las horas, y sonó la puerta, tal y como había dicho Chandal llegó a mi casa según cayó el crepúsculo.
- Muy bien Vesta, ¿cuál es esa idea tuya? Siempre consigues sorprenderme, ya sabes que en este pueblo consideran tus ideas grandes e innovadoras porque siempre les ha aportado algo bueno. Dijo alegremente.
- No tengo en mente ningún proyecto para conseguir comida o minerales, pues mi idea consiste en que quiero irme de Yaras en busca de alguien, no sé su nombre pero sí recuerdo su cara, es muy importante para mí, yo lo llamo Lost. Y me gustaría saber si tu querrías venir conmigo y poder ver mundo, como siempre has deseado, creo que mejorarías tu arte con el arco y la espada, conocerías nuevas culturas y yo trataré de enseñarte algunas lenguas de las otras razas, espero que sea una proposición interesante para ti. Le dije mientras la miraba añadiendo firmeza a mis palabras. Mañana será cuando hable con el capataz para decirle mis intenciones.
Chandal abrumada contestó:
- Es bastante difícil la decisión, pues aunque es lo que he deseado siempre es duro separarse del hogar y de la familia, y por otro lado… ¿No has pensado qué pasará si el capataz te dice que no?
- ¡Claro que lo he pensado! He decidido que quiero irme y espero que respeten mi decisión y que no hayan problemas.
- ¿Y es tan importante para ti como para dejar todo atrás? Después de todo hemos sido tu familia y apoyo durante años.
- Chandal, eso es cierto y es algo por lo que siempre les estaré agradecida, sobre todo a ti, por tu lealtad a esta amistad que nos ha unido desde que éramos pequeñas, pero a veces uno tiene que tomar decisiones, aunque en principio no pueda parecer la más correcta… Hay cosas que desconozco de mi vida que me hacen sentir media vacía, no tengo plena conciencia de quien soy, quién era mi familia, y en mi mente resuena la frase que me dijo esa persona sin nombre a la que he de encontrar porque sé que tiene las respuestas a todas esas preguntas vitales para mi….y es por eso que debo ir en su busca hasta encontrarle.
- Bueno, yo… Articuló Chandal tratando de salir de su perplejidad - Me pensaré esta noche si ir o no, mañana antes de que hables con el capataz te daré mi respuesta. Buenas noches Vesta, me voy a mi casa a reflexionar y a descansar que lo necesito después de este día agotador.
- Buenas noches Chandal, que descanses.
Chandal salió por la puerta de la casa con un farolillo para iluminar el camino hacia a su hogar. Según se fue cogí un libro del estante y me senté en una vieja silla de madera, con la chimenea encendida, a la cual miraba de vez en cuando. Me dispuse a buscar información acerca de las ciudades de Inside, tierras en las que habitaba.
‘’Inside, es el más pequeño de los dos continentes que hay en el mundo de Mooran. Se compone de Saphir, Mediam, Cardan, y justo en el centro Yaras. Están separados por ríos, montañas de baja altura y bosques, los cuales son habitados por animales tales como mapaches, ciervos, lobos,… La población se reparte en aldeas y pueblos dispersos por todo el continente, siendo Saphir la ciudad más poblada’’.
Poco a poco sin darme cuenta fui cayendo en un sueño muy profundo, el fuego de la chimenea bailaba lentamente y de fondo el crepitar de los troncos secos quemarse se escuchaba, en un corto espacio de tiempo todo para mí se había oscurecido.

La luz del alba me sorprendió entrando por la ventana dándome en el rostro, ¿ya es de día? Pensé. Me levanté lentamente de la silla y coloqué el libro en el estante, el fuego de la chimenea ya se había consumido. Me dirigí a la cocina para desayunar algo tratando de estar activa. Decidí prepararme para el viaje y tal como tenía previsto ir a hablar con el capataz. Antes de empezar a hacerlo llamaron a la puerta, era Chandal, llegaba con una bolsa de cuero al hombro y como no, con su arco, las flechas en su carcaj y la espada, me miró asintiendo con esa sonrisa tan suya y entendí que se vendría conmigo. Me ayudó a colocar la ropa y enseres en la mochila, añadí algunos libros, plantas y raíces medicinales.
- ¿Ya sabes a donde iremos Vesta? Preguntó Chandal.
- Tenía pensado dirigirme hacia el norte, y de ahí hacia el centro de Saphir, tengo entendido que allí encontraremos un buen alojamiento y quizás podríamos comprar algunas cosas necesarias para el viaje, además, es donde está el puerto mejor conectado de Inside.
- Pero... Vesta, ¿no piensas buscar a Lost aquí, en Inside, para cerciorarte de que no se encuentra en el continente?  Curioseó.
- Estoy totalmente segura de que no se encuentra en Inside, tengo ese presentimiento, y mi intuición me dice el lugar al que debemos ir. Ahora vamos a hablar con el capataz, no quiero que se nos haga tarde. Dije mientras andaba con prontitud.
Salimos hacia la casa del capataz, él estaba en el porche con su mecedora de madera y cuero balanceándose lentamente. Mientras nos acercábamos llevaba la firme convicción de que accedería a mis pretensiones pues aunque era autoritario poseía la sabiduría que da la experiencia y los años. Con esperanzas hablé con él y le expliqué la situación, tras un rato dubitativo nos dio su consentimiento, dejándonos un caballo pertrechado a cada una con provisiones para el camino hasta Saphir.
El mozo de cuadras de la aldea nos trajo a los dos caballos ya preparados, uno de ellos, el de color negro, tenía manchas blancas, una de ellas la tenía en la nariz y le daba un aspecto gracioso, y las otras en cada una de las patas como si fueran calcetines, en cambio el otro era de un color champagne, un precioso bayo con las crines oscuras.
- El caballo oscuro se llama Pinto y el bayo Menta. Dijo el mozo de cuadras.
Pinto se acercó a mí lentamente, agachó la cabeza en señal de amistad y se la acaricié.
- Buen chico. Le susurré al oído.
- Estaré a tu lado y te guiaré. Dijo el caballo y con un relincho de alegría se alzó sobre sus patas traseras.
- Parece que te ha elegido. Comentó el capataz.
- Sí, he podido hablar con él. Muchas gracias capataz, ahora debemos irnos.
Teníamos que partir así que me subí en Pinto y Chandal en Menta.
- Que los dioses las acompañen. Dijo el capataz mientras alzaba las manos en señal de bendición.
Con la incertidumbre recorriendo nuestros cuerpos por lo que nos pudiera pasar, pusimos rumbo al norte, al Bosque Ahumado.
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Alas de combate Empty Capitulo 2

13.12.15 17:41
CAPÍTULO 2: LO INESPERADO

El Bosque Ahumado nos recibió con una densa niebla de aspecto misterioso, ruidos extraños resonaban en toda la arboleda. A lomos de nuestros caballos podíamos notar su impacto en nuestros rostros mientras nos adentrábamos. A veces temíamos ir en círculos y no avanzar. En un momento dado Pinto se detuvo en seco. Su instinto le decía que algo no iba bien.
- Nos vigilan. Me dijo.
De repente escuchamos un silbido, noté dolor en la oreja y me la cubrí con la mano, cuando la mire tenía un poco de sangre, nos quedamos sorprendidas, entonces Pinto se alzó en sus patas traseras y tras un relincho emprendió una huida sorteando toda clase de obstáculos con gran habilidad, Menta le seguía con agilidad mientras agarrábamos con fuerza las riendas. En ese momento comenzamos a escuchar de nuevo los silbidos, esta vez varios, eran flechas dirigidas a nosotras, entonces escuché un grito ahogado a mi espalda y supe que habían herido a Chandal.
- Chandal ¿Te han herido? ¿Estás bien? Le grité.
- Sí, y me duele pero creo que podré aguantar hasta escapar de aquí.
Esa es la tenaz Chandal. Pensé.
- ¡Agárrate con fuerza y trata de no caerte!
Pinto realizó un giro brusco evitando la gran pared de roca que apareció ante nosotros y sólo pudimos seguir en paralelo a ésta. Temíamos que de un momento a otro íbamos a ser apresadas pero la suerte se puso de nuestro lado cuando unos metros más adelante vislumbré una cueva escondida entre la vegetación en la cual podríamos refugiarnos. Obligué a Pinto a aminorar el paso y lo conduje hacia la oquedad. La entrada era angosta pero nos permitió pasar sin descabalgar. Una vez dentro avanzábamos casi a ciegas mientras nuestros ojos se acostumbraban a la oscuridad, a la poca luz de la entrada vi que había más espacio del que parecía. Desmonté rápidamente y agarré las riendas de Menta, ésta flexionó sus patas delanteras de tal manera que pude ayudar a bajar a Chandal. Mientras lo hacía vi la flecha clavada en su espalda y me llené de angustia, tras examinarla detenidamente me alivié.
- Por suerte la herida no es muy profunda ya que el carcaj frenó el impacto. Túmbate boca abajo mientras preparo algo que ayude a sanar la herida.  
Cogí de mi mochila algunas plantas y raíces, en un cuenco de barro preparé una pócima que recordaba de niña. Le extraje la flecha poco a poco, Chandal reprimía sus gritos de dolor para no ser descubiertas, demostrándome una vez más su valentía. Retirada la flecha, le limpié la herida con un poco de agua de mi cantimplora, a continuación le apliqué la poción y finalmente tape su lesión con unas hojas.  
- Estoy segura de que aquí no nos encontrarán. Esto que te he puesto te aliviará un poco, ahora, descansa. Le susurré al oído.
Al cabo de un tiempo vigilando a Chandal para ver su progreso decidí dirigir la mirada hacia la entraba de la cueva, la niebla se había disipado, eso significaba que el camino podría estar libre de sorpresas.
- ¿Cómo te encuentras? Le pregunté.
- Estoy mucho más aliviada. Contestó. Y me encuentro en condiciones de continuar pero me preocupa que hayan podido seguir nuestro rastro hasta aquí.
Aun con la duda decidimos seguir nuestro viaje, me acerqué a la abertura para cerciorarme de que el camino estaba despejado. Cogimos las riendas de Pinto y Menta, y a pie salimos al exterior y avanzamos bosque adentro, al poco Pinto se paró de nuevo y Menta junto con él.
- ¿Qué pasa Pinto? Pregunté.
- No lo sé…Hay algo que no me gusta. Dijo mirando de un lado a otro.
- No pasa nada, sólo sigues alerta por el susto de antes. Caminaba mientras decía: Ya verás que…
Una gran red nos atrapó a las dos, dejándonos suspendidas en el aire.
- ¿Pero qué es esto? ¿Qué ha pasado?
- Dije que había algo que no me gustaba. Contestó Pinto herido en su orgullo por haber dudado de él.
- ¡Pinto deja de decir tonterías y huye con Menta antes de que venga alguien! Ordené.  
Pinto hizo caso omiso a lo ordenado intentando desatar el nudo de la trampa extendiendo su cuello todo lo que podía entre las ramas del árbol. De pronto empezamos a oír el ruido que produce el crujir de las ramas secas sin saber en qué dirección provenía. Pinto no conseguía su propósito de liberarnos y el ruido, ahora seguras de que eran pasos, se acercaban.
- Pinto aléjate de aquí antes de que te capturen. Por favor. Le rogué.
Pinto enfadado resopló y se marchó al galope con Menta por dónde mismo habíamos venido.  En un breve espacio de tiempo, el chascar de las ramas cesó, y bajo nosotras, rodeándonos, se encontraban varias personas. Eran de piel morena con trazos azules en la cara y en el torso. Los reconocía, era la tribu del Bosque Ahumado, se llamaban Mer.
- Hola, me llamo Vesta, ¿Podrían bajarnos de aquí?
Los hombres pintados sin decir nada soltaron el nudo y caímos al suelo.
- Muchas gracias. Les dije mientras me incorporaba y me sacudía la ropa.
- No poder marchar, nosotros llevar a Líder. Contestó uno de ellos en su dialecto Mer.
A pesar de intentar convencerles de que no íbamos a escapar, nos ataron las manos y nos pusimos en marcha. Con cierto fastidio comprobé que al final de la fila se encontraban Pinto y Menta, ellos tampoco se habían librado de los Mer o bien Pinto se dejó capturar para seguir a nuestro lado.
- Esos son nuestros caballos. Le hice saber a la persona que me custodiaba. Cuidadlos bien.  
Nada más salir de Yaras nos habíamos metido en un lío, ¿Cómo será el resto del viaje? Pensé.

Haciendo oídos sordos, nos condujeron por una senda hasta llegar a una zona llena de árboles de gruesos troncos. Era su poblado. Sus casas se encontraban escondidas entre las ramas más altas, por lo cual tenían una habilidad especial para trepar.
Dos hombres muy fornidos nos subieron hasta la copa de uno de los árboles, desde allí vi que el lugar estaba compuesto por puentes colgantes que conectaban las chozas en las que vivían, siendo estas de madera con tejados de juncos y ramas secas, además de enormes hojas que los protegían de las lluvias. Nos separaron llevando a Chandal a una pequeña choza y a mí me condujeron a otra mucho más grande que protegían dos hombres corpulentos. Al entrar en ella vi a un hombre de aspecto pulcro con dos plumas en la cabeza que sostenían como podían su larga melena.
- Hao. Pronunció.
- Hola. Dije. Me llamo Vesta.
- Yo ser War, ser Líder de tribu. ¿Por qué entrar en Bosque Ahumado?
- Señor War, nos dirigíamos hacia las tierras de Saphir, cuando fuimos atacadas por su tribu e hirieron a mi amiga. No queremos problemas. Manifesté con determinación.
- Mi pueblo no ser, mis hombres no atacar, sólo capturar. Tu amiga estar curándose ahora.
- Discúlpeme señor War por mi mal suposición hacia vuestra tribu. Dije atónita. Entiendo entonces que no nos van a hacer daño, pero… ¿Quién nos atacó y por qué?
- No saber, no ser gente de aquí.
- ¿Y por qué nos capturaron?
- Caer en trampa para oso y mis hombres rescatar por ser bosque peligroso.
- Bueno… Balbuceé perpleja ¿Dónde están mis caballos?
- Estar bien, ser cuidados en tierra. ¿Tú cómo entender dialecto Mer?  Preguntó intrigado.
- Soy portadora del Sello de la Sabiduría y la Elocuencia, por lo que me es sencillo entender y hablar otras lenguas. Dije mientras le mostraba el grabado.
- ¡Pero eso ser imposible! Dijo realmente sorprendido. Personas con Sello morir en guerra de los Mil Días, todos saber que ellos ser raza con gran capacidad de aprendizaje y elaboración de objetos. Las gentes del sello de la sabiduría ayudar mucho a mi pueblo, nosotros ser aliados y por eso vivir desterrados en Bosque Ahumado.
- Señor, esta es la primera noticia que recibo acerca de mi pasado. Creo que al menos hasta el momento y sin saber cómo, yo soy la única superviviente de ese desastre. Entonces el pueblo de Yaras me acogió como si fuera su propia hija. Ahora viajo con mi amiga en busca de una persona que quizás pueda darme las respuestas que necesito. Mientras le hablaba notaba el impacto que mis palabras hacían en él.
- Sí. Con mirada astuta y casi hablando para sí mismo, el jefe de los Mer dijo: Entonces tú deber ser importante para pueblo de Yaras.  
- Bueno, ellos me consideran importante.
- ¿Por qué ellos dejarte marchar? Preguntó intrigado.
- No soy prisionera, solo una aldeana más del pueblo.
- Eso parecer bueno. Dijo mientras asomaba un brillo en su mirada. ¿Tú querer ayudar a Tribu Mer?
- ¿En qué señor War?
- Nosotros no disponer mucha agua.
Entendiendo a lo que se refería le propuse:
- ¿Qué le parece un ‘’quid pro quo’’? Es decir, dar algo a cambio de otra cosa. Ellos necesitan carne pues carecen de buenos cazadores y hay poca zona de caza. Podrían intercambiar la caza, que aquí hay en abundancia, por agua. Y además se harían aliados. Dije con bastante seguridad en mis palabras.
War no contestó, se levantó del tapiz e hizo un gesto con las manos, los hombres pintados que estaban dentro de la cabaña me cogieron de los brazos sacándome de la gran choza. Me llevaron donde se encontraba Chandal, estaba sentada y comiendo de un cuenco con sopa. A mí me dieron otro, ambas ingeríamos con ganas, silenciosamente. Ninguna sabía lo que iba a pasar. Cuando estuvimos más tranquilas empezamos a hablar elucubrando sobre las posibilidades que teníamos, hasta que nos quedamos dormidas.

Nos despertó un sonido grave, como el producido a través de un gran cuerno, como los olifantes. Parecía una llamada, entonces entró por la puerta de la choza el Líder de la tribu.
- Vesta, yo consultar con Dioses. Aceptar oferta.
- Muchas gracias señor. Dije aún media dormida.
- Vesta. Mi hijo Sond poseer Don de Fuerza y Osadía. Yo querer que él aprender del mundo para poder ser buen futuro Líder de tribu. ¿Tú querer llevar contigo?
Medité antes de contestar, quizás tenerle nos sirva de ayuda en alguna ocasión y por otra parte él se conoce el Bosque Ahumado, sabrá cómo salir de aquí sin mayores contratiempos.
- Sí, mientras no interfiera en mi cometido.
- Así será.  

Para poder pactar la alianza con el juramento de puño como era costumbre, debía antes escribir una carta al capataz dónde expondría lo que había sucedido y el pacto realizado, el Líder de la tribu se lo haría llegar para cerrar el acuerdo. Una vez que acabé de escribir la carta en una especie de pergamino, fuimos guiadas por una mujer de cabellos oscuros por los puentes colgantes hasta la gran choza dónde nos aguardaba War. Entré con Chandal y vi que en el interior también se encontraban dos hombres y una mujer. Entonces me acerqué a War y Chandal se puso al lado de la mujer.
- Hao. Dijo War inclinándose a modo de reverencia.
- Hao. Contesté imitándolo.
Le di el pergamino a War el cual leyó detenidamente, momentos después lo cerró e hizo un gesto en modo de afirmación y levantó el puño, en ese momento todos lo alzamos. War y yo dijimos:
- Por la Alianza de los Pueblos y que los aquí presentes sean testigos de ella. Por el puño.
- Por el puño. Dijeron los testigos.
Ahora solo hacía falta que la tribu Mer entregara el pergamino al pueblo de Yaras.
Consideraba que era un buen acuerdo para el pueblo de Yaras ya que sólo disponía de carne dos o tres veces por estación puesto que lo capturado en el Día de la Caza se repartía entre los aldeanos, además sólo contaban con dos arqueros pues Chandal, la cazadora más certera, ya no estaba con ellos. Ahora la carne sería más abundante y los aldeanos estarían mejor nutridos.
Entró por la puerta de la choza un hombre alto y vigoroso, con largas melenas oscuras al igual que su piel, trazos azules en los pómulos de su cara y en el pecho, en la parte interior del brazo pude observar un grabado de tono más oscuro y que era similar al mío, deduje que sería Sond.
- Vesta, este ser mi hijo Sond, acompañar ustedes en viaje.
- Me llamo Vesta y esta es mi amiga Chandal. Encantada de conocerte. Le dije.
Sond me miró de arriba abajo con cierto desdén.
- Hola. Pronunció.
Se giró y antes de salir de la choza dijo con desconfianza:
- Padre, espero que este cometido sea acertado.
Miré a Chandal con asombro pues Sond a diferencia de su padre, era receloso y con cierto aire huraño. Espero que empecemos a tener una mejor relación pues al fin y al cabo él nos acompañará durante todo el trayecto. Pensé.

La recuperación de Chandal tras el ataque fue asombrosa y eso nos animó, al día siguiente del pacto bajamos a tierra firme para marchar hacia Saphir. El jefe War nos entregó a nuestros caballos, Pinto y Menta, estaban alegres de vernos y me comentaron que el sustento con el que les alimentaron era más sabroso que el que comían en Yaras. Tuve que reconocer que les había echado de menos y me alegré de verlos bien. El caballo de Sond, llamado Ornix, lucía un precioso pelaje gris plata que sólo los caballos grullos poseen.
Pusimos rumbo a Saphir y el Bosque Ahumado aparecía lleno de luz, con olores dulces y cantares de pájaros invitándonos a pensar que íbamos a tener un trayecto agradable. Tras unos días cabalgando y haciendo las paradas necesarias para el descanso llegamos a nuestro destino. Tal como había leído en los libros, Saphir, Tex, Elice, Weisbrock y Greekcrog, en definitiva, los núcleos urbanos más importantes, la entrada a la ciudad estaba custodiada por soldados de la Guardia Real y había que atravesar una puerta enorme. Los guardias nos miraron extrañados pues pocas veces se veían aldeanos de Inside interesados en entrar en la ciudad, sin embargo, después de una pequeña inspección de nuestras pertenencias pasamos sin problemas.

Desmontamos y cogimos las riendas para poder caminar entre las calles atestadas de gente. Aquel lugar se presentaba agobiante, con casas por doquier y puestos de mercadería que se agolpaban unos con otros sin orden aparente, ofreciendo mercancía llegada del otro continente. Intentando avanzar lo mejor posible entre la multitud nos dirigimos hacia la zona dónde se encuentran los albergues. Habían varios, la mayoría ocupados, pero pudimos alojarnos en el Sweet House. Nos ofrecían estancia completa con tres comidas al día y establos para poder dejar a Pinto, Menta y Ornix. Una vez instalados, Sond y Chandal decidieron ir a visitar el mercado pues ambos carecían de armas y las necesitaban. Yo, en cambio, decidí quedarme en la habitación leyendo uno de los libros que había traído para el viaje. En uno de sus párrafos pude leer: ‘’La Piedra Azul, un guijarro mágico creado por los Elfos, que habitan en las Tierras Celestes. El poder de esta piedra en malas manos podría generar la destrucción del mundo, con conflictos y guerras. Por ello los Elfos decidieron esconderla más allá de las tierras, dónde nunca pudiera ser encontrada’’. Esta piedra... debo averiguar más sobre ella, porque quizás usada del modo correcto me ayudaría a encontrar a Lost y darme algunas respuestas, quizás incluso pueda encontrar a alguien más con mi Don. ¡Vaya! Una piedra interesante, pero para conocer más sobre ella tendría que hablar con los Elfos, aunque… hay algo que me desconcierta, ¿qué es eso de que hay un lugar más allá de las Tierras Celestes? Pensé.

Sond y Chandal caminaban por las abarrotadas calles de Saphir, una sensación de incomodidad se respiraba entre ellos pues a pesar de haber pasado algunos días juntos no dejaban de ser dos desconocidos, aún más contando con el carácter huraño de Sond.
Esperaban encontrar algo adecuado con lo que poder protegerse o cazar, al menos hasta la llegada a Aconcagua pues sabían que no encontrarían armas de calidad.
Al pasar ante un puesto, ambos a la vez, vieron las Espadas de Wargueon entremezcladas con escudos, petos y cascos.

‘’Se dice que estas espadas pertenecieron a un legendario caballero famoso por su destreza de utilizar una en cada mano, cuenta la leyenda que su espíritu se encuentra en ellas y que sólo puede llegar a dominarlas un verdadero guerrero de las Tierras Llanas, llamados así por su coraje y sus ansias de triunfar en las batallas. ’’

Las miradas de Sond y Chandal se cruzaron, no podían creer lo que estaban viendo, eran demasiado valiosas para ser reales, aun así se acercaron velozmente al puesto.
- ¿Cuánto cuestan? Preguntó Sond, como si no supiera nada de la historia.
- 50 monedas de plata. Contestó el anciano.
- ¡Yo me llevaré una! Exclamó Chandal. Probablemente sea falsa, aunque sea una simulación de la espada real tiene un buen acero y un mango fuerte. Pensó mientras la observaba.  
- Yo me llevo la otra. Dijo Sond con su grave y recia voz.
- Me gustaría llevarme también una funda. Reclamó Chandal.
- Por supuesto. Dijo el mercader mientras pensaba: Por fin me he librado de las espadas de Wargueon, una maldición pesa sobre ellas, y que me lleva atormentando durante tantos años. Solo un verdadero guerrero de las Tierras Llanas podría llegar a dominarla.
Una vez hecha la transacción ambos siguieron buscando las últimas cosas para su armamento. Chandal sabía manejar la espada pero lo que se le daba bien realmente era el arco, el suyo ya estaba desgastado pues lo tenía desde hace cinco años, así que se compró uno similar hecho de madera con una cuerda de hilo de Dacron y unas flechas, además se compró un nuevo carcaj. Sond, durante todo el trayecto no cambió su expresión indolente y eso desconcertaba a Chandal.

De regreso al Sweet House se encontraron con unos rufianes robando la panadería, la panadera pedía auxilio pero nadie se atrevía a socorrerla, escondiéndose entre los puestos. Sond con la espada de Wargueon ya en la mano decidió abalanzarse sobre ellos de manera fiera, Chandal quiso ayudarlo e intentó sacar la espada pero ésta pesaba mucho así que decidió usar su nuevo arco. Sond ya había dejado fuera de combate a dos rufianes dejándolos inconscientes en el suelo, cuando estaba con un tercero, otro rufián salió sin que Sond lo advirtiese y a punto estaba de descargar su espada sobre la espalda de este cuando un silbido se escuchó de repente, y el rufián, atónito, sintió que no podía bajar su mano. Una flecha certera le había clavado la manga a un poste que sostenía una especie de techumbre del puesto de la panadera, en medio de la calle casi desierta estaba Chandal, aún con el arco en posición y esa mirada aguileña que la caracterizaba cuando apuntaba a un objetivo. Sond instintivamente se volvió y descargó su puño contra el rostro asustado del rufián, el cual quedó inconsciente.
Sin causar bajas Sond y Chandal en cuestión de segundos habían resuelto el robo. De pronto, el silencio tenso tras los hechos fue roto por la multitud que vitoreaba admirada a los salvadores, rodeándolos de inmediato sorprendidos por su destreza, pero ante la proximidad de la Guardia Real que se acercaba presurosa, las alabanzas cesaron y la muchedumbre se disolvió. Sond y Chandal estaban dispuestos a irse pero antes la mujer víctima del robo, con las lágrimas en los ojos y el susto en el cuerpo, le dio las gracias por haber salvado su hogar y su negocio.
- No hace falta dar las gracias. Dijo Sond con tono serio.
Entonces éste cogió a Chandal por el brazo vigorosamente y la condujo a paso vivo, hacia Sweet House antes de que los soldados empezaran a hacer preguntas sobre lo sucedido.

En los días sucesivos decidimos indagar por las calles de Saphir cualquier señal que pudiera haber sobre el paradero de Lost pero sin resultado alguno lo único que encontramos allí fue la hospitalidad y la simpatía de las personas gracias al acto de Sond y Chandal. Decidimos ir al puerto a ver que barcos partían y hacia dónde se dirigían. Los dos últimos barcos estaban a punto de salir rumbo Aconcagua, el reino de las Montañas Grises, y los próximos navíos no llegarían hasta la entrada del otoño. Pusimos pies en polvorosa a coger nuestras pertenencias, cuando regresamos a lomos de nuestros caballos uno de los barcos ya había zarpado y el otro subía la pasarela de madera.
- ¡Esperen! Grito Sond una y otra vez.
Los pasajeros hicieron oídos sordos a sus llamadas. Entonces Sond soltó sus cosas, y de un salto trepó al barco. Chandal y yo nos quedamos patidifusas. De repente y sin saber por qué, la pasarela de madera volvió a colocarse en tierra, Sond bajo, recogió sus cosas del suelo y mientras subía nos dijo:
- Es un barco de circo, nos permiten subir a bordo a los caballos pero como no embarquen ya se irán sin ustedes.
Con la mochila a la espalda y los corceles a nuestro lado nos adentramos en el barco lleno de animales enjaulados y personas pintorescas, en busca nuevos lugares donde poder mostrar su espectáculo. Entre todos ellos me pareció ver a lo lejos, en la zona de proa, a una persona con lo que podría ser una cabeza humana en la mano y en la otra lo que parecían unos pies goteando sangre. Me impactó por lo extraño y a la vez que siniestro. ¿Sería cierto lo que veían mis ojos? Y si era así, ¿realmente nos encontrábamos un barco de circo?
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