- InvitadoInvitado
Ruidos -un poema desesperado-
19.05.15 10:01
Hello! Les traigo este poema que hice ayer, mientras esperaba a alguien en un café. Es raro, medio deforme incluso xD, y -al menos a mi parecer- es para leerlo rápido, sin detenerse.
Espero que les guste =).
Espero que les guste =).
¡Ruidos!
un poema desesperado
Ruidos,
ruidos.
¡Ruidos!
Molestas voces,
gritos y carcajadas;
alboroto,
bullicio,
sonidos apabullantes,
y más ruidos.
Odiosas y constantes
conversaciones incesantes,
van y vienen,
huyen
y regresan.
Me enloquecen y perturban,
no se acallan
hasta muy entrada la noche
y se reanudan al alba.
¡Ruido!
Nada lo aplaca;
lo oigo todo,
el ruido me tortura.
La música a todo volumen,
insultos
y piropos
en las calles.
¡Ruido!
Tan cercano,
directo en mi oído;
tan lejano
que no lo puedo silenciar.
Ruidos,
ruidos.
¡Ruidos!
Molestas voces,
gritos y carcajadas;
alboroto,
bullicio,
sonidos apabullantes,
y más ruidos.
Ruidos por todos lados.
¡Ruidos!
El tic-tac del reloj
me desespera
y cuando creo
que todo ha terminado,
el ciclo reinicia.
Ruidos.
Ruidos.
¡Ruidos!
De día y de noche,
Interminables.
Ladridos de perros,
gatos en celo
y aves nocturnas
que roban el sueño.
Ruidos.
Ruidos.
¡Ruidos!
Me sangran los oídos
y el ruido
que no acalla,
que no cesa,
que me enloquece
poco a poco.
El ruido penetra,
se mete por cada grieta,
cada poro
y resuena;
estridente,
insoportable.
El ruido me rodea,
me consume,
me condena.
Ya es muy tarde,
el ruido está en mí,
me ha alcanzado.
El ruido está mi interior,
a cada latido;
no se detiene,
no hay forma de huir.
Prisionero de los ruidos,
un humilde esclavo
de estruendos y estallidos.
Finalmente,
un último sonido
ensordecedor,
aquel que detiene al resto.
El sonido de un revólver
sin silenciador,
y su proyectil
atravesando mis oídos,
poniéndole fin a los demás ruidos.
Y ahora, el silencio.
un poema desesperado
Ruidos,
ruidos.
¡Ruidos!
Molestas voces,
gritos y carcajadas;
alboroto,
bullicio,
sonidos apabullantes,
y más ruidos.
Odiosas y constantes
conversaciones incesantes,
van y vienen,
huyen
y regresan.
Me enloquecen y perturban,
no se acallan
hasta muy entrada la noche
y se reanudan al alba.
¡Ruido!
Nada lo aplaca;
lo oigo todo,
el ruido me tortura.
La música a todo volumen,
insultos
y piropos
en las calles.
¡Ruido!
Tan cercano,
directo en mi oído;
tan lejano
que no lo puedo silenciar.
Ruidos,
ruidos.
¡Ruidos!
Molestas voces,
gritos y carcajadas;
alboroto,
bullicio,
sonidos apabullantes,
y más ruidos.
Ruidos por todos lados.
¡Ruidos!
El tic-tac del reloj
me desespera
y cuando creo
que todo ha terminado,
el ciclo reinicia.
Ruidos.
Ruidos.
¡Ruidos!
De día y de noche,
Interminables.
Ladridos de perros,
gatos en celo
y aves nocturnas
que roban el sueño.
Ruidos.
Ruidos.
¡Ruidos!
Me sangran los oídos
y el ruido
que no acalla,
que no cesa,
que me enloquece
poco a poco.
El ruido penetra,
se mete por cada grieta,
cada poro
y resuena;
estridente,
insoportable.
El ruido me rodea,
me consume,
me condena.
Ya es muy tarde,
el ruido está en mí,
me ha alcanzado.
El ruido está mi interior,
a cada latido;
no se detiene,
no hay forma de huir.
Prisionero de los ruidos,
un humilde esclavo
de estruendos y estallidos.
Finalmente,
un último sonido
ensordecedor,
aquel que detiene al resto.
El sonido de un revólver
sin silenciador,
y su proyectil
atravesando mis oídos,
poniéndole fin a los demás ruidos.
Y ahora, el silencio.
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