Cúpula de Libros
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14.04.15 13:28
Después de algunos días, decidí animarme a volver. De nuevo, traté de hacerlo tan neutro como me fue posible, y pido disculpas por las expresiones que no lo sean. Esta vez, vengo con algo un poco más largo y espero que lo disfruten. Son cuatro capítulos. Los primeros dos, son tan reales como me pude permitir, los últimos dos, son mi deseo de ver cómo termina la historia entre los protagonistas. Desde ya, gracias por tomarse el tiempo para leer.
Besos
Roxy.



I
Invierno

Juan Iván tiene más inviernos de los que le gustaría. Tiene tantos como su colonia, que usa desde hace tiempo, y salió al mercado el mismo año en que él nació. Tiene el pelo negro y corto, y barba de algunos días. Sus ojos son un poco más claros que el café que tomó hace una hora y media.

El invierno está llegando a su fin, y a pesar de la temperatura baja, el hecho de que sea uno de los primeros días en los que el sol brilló con todo su esplendor hace que algunos de los habitantes de la ciudad desesperen por sacarle el mayor provecho, usando blusas sin manga, chocando con los friolentos que no se despegan de los sweaters.

Para ese momento ya es de noche y los perfiles empiezan a parecerse un poco más, porque la luna no les permite olvidar que siguen estando en invierno. Las culturas chocan, se reúnen y se amigan con algunos tragos de por medio que ayudan a la buena onda.

Él se está preparando para salir, se siente con ganas de pasar el rato en el bar de su mejor amigo. Apenas sale del trabajo corre para poder hacer una parada rápida en su casa. Se pone un poco más de su colonia y se mira al espejo. Decide que no vale la pena cambiarse su traje por algo más cómodo, ni siquiera se gasta en sacarse la corbata lila.

Tantea sus bolsillos y sonríe de costado al descubrir que tiene su paquete de cigarrillos ahí. Ya puede irse. Sabe que va a pasar por lo menos media hora tratando de encontrar un lugar para dejar estacionado el auto, pero no le importa porque lo vale para poder ver a sus amigos.

Ya se volvió un habitué del bar. Es el mejor amigo del dueño, y amigo de los que ofician de barman. Incluso a veces, cuando tiene un tiempo libre, los cubre en sus puestos de trabajo. Por eso es que cuando entra, no duda. Camina derecho y cruza del otro lado de la barra, se prepara su trago, y saluda (a veces en ese orden y a veces al revés). Lo hace con tanta seguridad que roba más de una mirada.

A decir verdad, puede quedarse sentado en una esquina escondida, que igual roba miradas y suspiros del plantel femenino. No tiene idea del efecto que provoca. A veces sus amigos lo codean, pero él no hace más que ponerse colorado. El problema con Juan es que lo que tiene de lindo lo tiene de tímido.  

Pero también es extremadamente educado. O tiene el don de gente. Es amable con todas y cada una de las personas con las que habla durante la noche. Incluso con aquellas que no conoce, o tienen un par de copas de más encima y se le acercan a conversar como si fueran amigos de toda la vida.

Los minutos pasan y no sucede nada fuera de lo normal. De fondo, un señor canoso guitarrea canciones conocidas, y un poco más atrás hay algunas parejas hablándose de manera romántica al oído en el mismo instante en que la puerta del bar se abre.

Un grupo de gente ingresa al lugar. Todos llevan la misma pulsera en sus muñecas, lo que les permite tomar un shot por cuenta de la casa. Juan Iván, y los que trabajan en el lugar ya están acostumbrados. Él normalmente no les presta atención, pero esta vez hay algo diferente.

La ve entrar riéndose con su amiga y no puede evitar quedarse tildado mirándola. Entra en el medio, mezclada entre el resto del grupo, sin embargo tiene algo que la hace sobresalir, aunque él no sepa qué es. Lo que sí sabe es que están por un cumpleaños. La pulsera que llevan los delata.

Una vez que todos reciben sus tragos y brindan, se alejan de la barra, pero no demasiado. Se quedan en el medio del bar, charlando y riendo, pero Juan Iván en lo único que repara es en ella.

-La vas a ojear si la sigues mirando así-Lo codea Bautista, el dueño del bar, que conoce demasiado a su amigo.

-¿Eh? ¿Qué? Yo no la estoy mirando- Y sabe bien que se delató solo, que está rojo como un tomate, y que su mejor amigo lo conoce demasiado.-Mejor me voy a hablar con Meche, que hace mucho que no la veo.

Lo dice para huir. En realidad no tiene ganas de hablar con Mercedes, o sí, pero ahora dejó de ser una prioridad. Lo que quiere es averiguar más sobre la castaña que charla animadamente a pocos metros de distancia, y sonríe como si fuera ella la que cumple años, y no el chico al que se acercaron a abrazar todos después del brindis grupal.

Hace un paneo del lugar, en busca de Mercedes, una gran amiga a la que no ve hace un par de meses, y la encuentra en el extremo opuesto al que él se encuentra. Sonríe y tiembla a la vez. Para poder alcanzarla, va a tener que pasar por al lado del grupo recién llegado y va a poder ver más de cerca a la castaña. Lo entusiasma y aterra, porque recordemos que Juan Iván es, por sobre todas las cosas, tímido.

La gente suele olvidar ese detalle, porque el porte que tiene alerta a uno sobre su presencia. A pesar de que él no tenga idea, pasa la mayor parte del tiempo robando miradas. Además, ese lugar es tan suyo que se pasea cómodamente y sin titubear.

Sabe que su excusa es mala, pero aprovecha que su amigo tuvo que ir a atender a un cliente para poder escapar antes de recibir una respuesta. Se abre paso por el medio del grupo, un poco porque no tiene otro lugar para pasar, y otro poco porque quiere verla más de cerca.

Aunque sabe que no se va a animar a hablarle, la mira. Tiene la esperanza de hacer contacto visual y que ella se acerque a él, que es el modo al que está acostumbrado. Pero no lo logra. Lo máximo que consigue es aspirar su perfume frutal que flota en el aire. Por el momento parece ser suficiente.

Sigue su camino hacia donde está su amiga, la cual ya tiene un par de copas encima y lo recibe más efusiva que de costumbre. Se abrazan e inmediatamente ella empieza a hablarle. Le reclama que se ven poco, y que quiere saber de su vida, pero en ningún momento le pregunta nada porque está demasiado ocupada contándole sobre la vida de ella.

Quizás en otro momento a él le molestaría, no por el hecho de que no le pregunte nada sobre él, sino por el falso interés que muestra. Pero en ese momento, no le molesta en lo absoluto. Es más, la incita a seguir hablando, porque desde donde está parado tiene una visión perfecta de la muchacha de perfume floral que se sigue riendo con su grupo de amigos.

Sabe el momento exacto en que tiene que asentir, o hacer cierta mueca. Está siguiendo la conversación, mejor dicho monólogo, muy por encima, porque está demasiado ocupado tratando de hacer contacto visual con la castaña.

“Mírame, mírame, mírame” piensa repetidas veces en su cabeza, y por una fracción de segundo, lo consigue. Ella lo mira y él queda completamente paralizado, pero no desvía la mirada, porque descubre que sus ojos son hipnóticos. Ella le sonríe apenas, y vuelve a su conversación, como si nada hubiera pasado, mientras él tarda unos minutos en reaccionar. Le devuelve la sonrisa cuando ella ya no lo mira.

Mercedes sigue hablando, descubrió que Juan Iván está con la cabeza en otro lado, por lo que exige más atención y gesticula y lo toca mientras habla, entonces él tiene que limitarse a mirar a la castaña sin nombre de reojo.

Varios minutos después decide que lo mejor es hablar con su amiga en otro momento. Le molesta no poder prestarle la atención que se merece, pero sabe bien que por más que se esfuerce, no va a lograr concentrarse, es por eso que se disculpa y se aleja.

Vuelve a atravesar el bar. Vuelve a aspirar su perfume. Vuelve a mirarla. Vuelve a recibir otra sonrisa disimulada, y esta vez logra reaccionar a tiempo y le sonríe de vuelta. Alberga la esperanza de que ella lo intercepte y le hable, pero no. Lo deja pasar como si nada, y él tampoco intenta hablar con ella, sino que sigue su camino.

Llega hasta la entrada, donde está el perchero en el que dejó su montgomery. Se lo pone y abandona el bar. Mete la mano en el bolsillo, en busca de sus cigarrillos, y se apoya contra el auto negro que está estacionado en la puerta para poder fumar tranquilo. Desde donde está, todavía puede verla, y se permite sonreír por eso.

-¿Qué pasa que andamos tan felices?-Se le acerca Emanuel, también trajeado pero sin corbata.

-Nada, que falta poco para el fin de semana-Se excusa mientras saluda al recién llegado.

Emanuel es otro de sus mejores amigos, pero es más despistado, y no duda de las palabras de su amigo. Prende un cigarrillo a su lado, y empiezan a charlar. Esta vez, el morocho está más metido en la conversación, porque su amigo puede ser despistado, pero en el momento en que descubra que su mente está en otro lugar se va a dar cuenta de todo.

Pasan dos cigarrillos antes de que entren al bar. Emanuel también es habitué, pero a él no le gusta cruzar del otro lado de la barra, por lo que saluda y pide como si fuera un cliente más. Juan Iván se acomoda a su lado, con los codos apoyados en la barra, y lo acompaña con una cerveza.

Brindan, como suelen hacer cada vez que se juntan, y toman un sorbo largo antes de volver a apoyar sus vasos en la barra. Bautista les sirve un poco más, y se sirve un vaso para él, y brindan una vez más, antes de que éste último deba volver a alejarse para seguir atendiendo.

Emanuel empieza a contarle una anécdota laboral, por unos instantes se olvida de la castaña que tiene a pocos metros, porque desde donde está, tendría que girar la cabeza estilo exorcista para poder mirarla, y se mete de lleno en la charla de su amigo.

Se ríen, y toman un poco más, pero sigue sin ser suficiente para que Juan Iván se arme de valor. Resulta gracioso, ya que su profesión le exige que sea dado, que charle y que abandone la vergüenza. Y lo hace, pero solo cuando se pone el traje de periodista, el que dejó colgado en su oficina al terminar su horario laboral.

-Yo no voy a soportar tu mal humor cuando ella se vaya y tu te quedes con las ganas de hablarle eh.

Lo mira sorprendido. No tiene idea del momento en que su amigo se dio cuenta de que había prestado especial atención a la castaña. Quizás Emanuel no era tan despistado después de todo. O quizás él era demasiado
transparente. Probablemente fuera más de lo segundo que de lo primero. Iba a tener que trabajar un poco más en el tema de ocultar las emociones.

-Nunca voy a entender cómo es que con la apariencia que tienes, te cueste tanto ir a conquistar a las chicas-Agrega su amigo, y él se ríe.

-Puedo ser el más lindo del mundo, pero si la charla no es buena, no sirve de nada.-Le contesta seriamente. Emanuel rueda los ojos.

-Cuando te vea la carita, lo que menos le va a importar es la charla, Juancito.

-Si a ella no le interesa una buena charla, entonces a mí deja de interesarme ella.

-Yo no sé de dónde has salido, pero estoy seguro de que no existen otros como tu. Si yo tuviera es cara no sabes el desastre que estaría haciendo… Aunque con la mía hago bastante lío-Agrega orgulloso, mientras le pasa un brazo por lo hombros, y con el otro levanta su vaso, como brindando al aire, antes de tomar un sorbo.

Emanuel vuelve a apoyar su vaso en la barra y se separa de su amigo para poder ir a hacer sus propios líos. Él, en cambio, se queda en su lugar. Toma el resto de su cerveza, y se dedica a mirar a su amigo. Lo ve hacer las sonrisas preparadas en los momentos exactos.

Se ríe, porque según su amigo, la sonrisa de costado es una carta ganadora siempre, y no terminó de usarla, que la muchacha con la que habla, ya lo está agarrando del brazo. Es que, además, tiene el don de las palabras.  

Lo envidia, también. Cómo le gustaría ser un poco más Emanuel y un poco menos Juan Iván. Aunque el sentimiento no le dura demasiado. Sabe que todo lo que hace su amigo es perfecto para algo superficial, y él para superficiales ya tiene su carrera.

Tampoco busca nada serio. Mejor dicho, no está buscando nada, no cree que vaya a encontrar al amor de su vida, ni siquiera está demasiado seguro de que exista, pero sabe que, por lo menos esa noche, no quiere algo fugaz.

Vuelve a mirar a la castaña. La ve reírse con total frescura y siente un deseo repentino de pararse al lado suyo para poder saber qué es lo que la hace reír, y para poder escuchar su risa más de cerca, pero se resigna. Se conoce lo suficiente como para saber que él es de los que observan, no de los que actúan.

-Te juro que no entiendo. ¿Ni estando ebrio te acercas a hablarle?-Bautista lo sorprende por atrás, haciéndolo sobresaltarse.

-No estoy ni cerca de estar ebrio, alemán-Le contesta.

-Tampoco entiendo por qué me dicen alemán si soy más argentino que los gauchos.-Responde divertido, mientras termina de lavar un vaso. En realidad entiende que le dicen así por su pelo rubio y su tez blanca, pero nunca terminó de gustarle el apodo.-Pero hablando en serio, no tienes nada que perder, si el no ya lo tienes.

-Yo no entiendo por qué hacen tanto escándalo porque miré dos minutos a una chica, estoy bien así, vine a pasar el rato con ustedes, no necesito ir a hablar con nadie.

-La estás atravesando con la mirada desde que entró, pero está bien. Si viniste a pasar el rato con nosotros y vas a estar parado mirando cómo pasa el tiempo, mejor ayudame bajando estas dos cajas a la pista de abajo, que en un rato la abrimos.-Señala dos cajas de alguna bebida alcohólica que están contra la pared del otro lado de la barra.

De más está decir que lo va a ayudar. Como se dijo antes, tiene el don de gente, y cuando se trata de sus amigos, es el primero en dar una mano. No se lo tiene que pedir dos veces, porque él ya está con una de las cajas en sus brazos y las llaves que abren la pista de abajo en mano.

Cuando vuelve a subir después de hacer el traslado de la segunda caja, vuelve a cruzar miradas con la castaña, y esta vez sonríe él primero, y se felicita internamente. Sabe que va a paso lento, pero es mejor que nada.

Le devuelve las llaves a su amigo, y siente la urgencia de ir a fumar otro cigarrillo. La secuencia es la misma de antes. Va en busca de su montgomery que está colgado en el perchero, sale del bar, y se apoya contra el auto que sigue estacionado en la puerta.

Se lleva el cigarrillo a la boca en el mismo instante en que la puerta del bar se abre, y la ve salir a ella acompañada del cumpleañero. No tiene idea de cuál es la relación que los une, pero agradece no haberse acercado a hablarle, porque seguramente están juntos. Le parece obvio que una chica como ella no esté sola.

-Que lo termines lindo, bonito-Los ve abrazarse, pero no se besan.

-¿No te quedas unos minutos más? ¿Te parece irte así del cumpleaños de tu amigo más mejor?-La escucha reírse, porque aparentemente su amigo más mejor está con un poco de alcohol de más encima.

En ese momento se da cuenta de que había estado frunciendo el ceño, porque cuando la escucha (y ve) reírse, siente sus facciones relajándose y sonriendo a la par.

-No puedo, tengo que alcanzar el último metro y no, tampoco quiero molestar a ninguno de los chicos para que me lleven a casa. Tu dedícate a disfrutar.

Se abrazan una vez más, y mientras “bonito” tantea sus bolsillos en busca de sus cigarrillos, Juan sigue a la castaña con la mirada. Trata de ser disimulado, porque no quiere que el mejor amigo de la muchacha lo note. La ve perderse al doblar en la esquina, dos cuadras más adelante, y en ese momento se promete que, si por algún motivo, llegaran a volver a verse, no va a permitir que se vaya sola, en busca del metro.

Aunque no tiene idea de cómo será capaz de cumplir su propia promesa si ni siquiera se animaba a decirle “hola”, o de cómo es que va a darse la posibilidad de volver a cruzarse, pero no le importa. Sonríe, algo en su fuero interno le dice que se va a terminar sorprendiendo a sí mismo.  

En el bar solo quedan él y Bautista. Toda la gente ya se fue, incluso los demás empleados. Ellos deciden tomar una última cerveza antes de cerrar definitivamente el lugar. Ocupan sus lugares en la barra y brindan una vez más.

-Amigo, no puedes dejar que lo que pasó con Mar te condicione.-Habla serio el dueño del lugar.

-No quiero hablar de Mar, Alemán.

Marianela fue el gran amor de la vida de Juan Iván. Ese que creyó que iba a durar para toda la vida, y a pesar de que lo que vivieron fue intenso, no duró lo suficiente. Por lo menos no para él, porque en lo que a ella respecta, no tuvo ningún problema en desaparecer por completo de su vida, de un día para el otro, sin ningún tipo de explicación.

Se habían conocido a los diecisiete, pero no fue sino hasta los veintiuno que estuvieron juntos, y siguieron durante los siguientes cinco años y medio. Estaban planeando el futuro juntos, prácticamente compartían departamento, y estaban hablando de formar una familia.

Quizás fue eso lo que la asustó y la hizo escaparse. Juan Iván no tenía idea. Lo único que sabía era que no quería volver a sentir el dolor que había sentido cuando ella se fue, nunca más en su vida.

Eso más su timidez hacen que le cueste demasiado poder volver a estar en una relación. Tampoco está seguro de que eso es lo que quiere. Marianela lo caló lo suficientemente hondo como para hacerlo dudar en ciertos aspectos de su vida. Puntualmente los que se refieren al relacionamiento con las personas del sexo opuesto.

Bautista sabe que dejó a su amigo pensando, y es por eso que no fuerza la charla. Una vez que los dos terminan su
cerveza, lavan los vasos y cierran todo, y se despiden. Cada uno tomando un rumbo diferente.

Media hora más tarde, Juan Iván llega a su casa, pero su cabeza sigue perdida en un mar de recuerdos y un torrente de pensamientos. No sabe muy bien hacia dónde se dirigen. Lo que sabe es que, para cuando pone la cabeza en su almohada, tomó una decisión.

Es hora de curar la herida que le dejó Marianela.
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16.04.15 14:05
Oooh! Me encantó!!!
En serio me gusto mucho y definitivamente espero por las otras partes. Espero que Juan se espabile la próxima vez ajajaa
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16.04.15 18:37
AliCDL escribió:Oooh! Me encantó!!!
En serio me gusto mucho y definitivamente espero por las otras partes. Espero que Juan se espabile la próxima vez ajajaa

Gracias Ali! Me alegra que te haya gustado. Si puedo, en un rato subo la segunda parte. Ojalá se hubiera epsabilado en la vida real Juan jajajaja Me consuelo con que siga viviendo en "Estaciones".
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16.04.15 21:14
Oh! Cierto que parte era real!!!!! Así que nunca se espabilo, lastima parece tan lindo ajajajajaaj Espero que eso no haya sido un tremendo spoiler para el final de la historia ajajaaj
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16.04.15 22:54
AliCDL escribió:Oh! Cierto que parte era real!!!!! Así que nunca se espabilo, lastima parece tan lindo ajajajajaaj Espero que eso no haya sido un tremendo spoiler para el final de la historia ajajaaj

No es un spoiler de nada. Juan Iván vive en Francia. Ese es el mayor problema del desarrollo de la historia en la vida real. Es muy lindo. Es lindo al estilo galán de Hollywood, de los que, por más que no te gusten, no podés evitar mirar. En fin, voy a editar el segundo así ya lo podés leer. Sos mi única comentadora, así que lo subo por vos.
Ali
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16.04.15 23:13
ajajaja igual me gustan los spoiler ajajaja
Son 4 partes no? jajaajaj
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16.04.15 23:35
La explicación de por qué no están en orden las estaciones, va a llegar al final. El motivo real es que me pareció que iba a reflejar mejor el avance de la historia, pero traté de volverlo tan poético como me fue posible. En fin, aquí les dejo Otoño. Espero que lo disfruten. y me disculpen si tiene algún error



II
Otoño


Es sábado y para no perder la costumbre, va al bar de su mejor amigo. Esta vez deja el traje de lado, hoy no le tocó trabajar y además quiere estar cómodo. Es por eso que opta por un par de tenis, un jean gris oscuro, remera blanca y una campera de algodón gris claro. Pero como todavía hace frío, le es fiel a su montgomery negro.

Se pone un poco de perfume, y se da una mirada fugaz en el espejo. Se cortó el pelo esa tarde, y no está muy conforme con los resultados, aunque cada vez es la misma historia.

Toma de la mesada las llaves del auto, las llaves y su celular. Comprueba la hora en este último y ve que es más tarde de lo que creía.

Se había pasado la tarde jugando con su sobrino, y para cuando se quiso dar cuenta del horario, su hermana lo había invitado a cenar con ellos. Aparentemente, la cena se había extendido lo suficiente como para hacer que el menor de la familia se quedara dormido en la mesa.

Sonrió al recordar la escena. Hacía mucho que no iba a visitar a su hermana, definitivamente había sido un gran día, y no tenía ni idea de cómo estaba por mejorar.

Finalmente llega al bar, entra serio. Indignado por lo lejos que tuvo que estacionar su auto y un tanto entumecido por el frío. Deja su abrigo en el perchero y toda su seriedad y entumecimiento desaparecen en el instante en que la ve.

Está sentada en una de las banquetas de la barra. Conversa animadamente con su amiga, y está tan enfrascada en la conversación que ni siquiera nota su llegada. La ve reírse y sonríe. Esta vez no quiere tener los mismos resultados que la primer noche que la vio, dos semanas atrás.

Se acerca a paso seguro, y se para en el único espacio disponible en la barra. El que está justo al lado suyo. Esta vez no va a hacer uso de su amistad con Bautista para pasar del otro lado de la barra, sino que pide su cerveza como cualquier cliente normal.

Trata de mirar con disimulo, y suspira, porque no captó su atención en lo absoluto. Está concentrada escuchando lo que su amiga le cuenta. En cambio, su amiga sí parece haberlo notado, porque incluso aunque siga con su relato, sus miradas se cruzan y ella le sonríe con disimulo.

Juan Iván corre la vista. No quiere enviar el mensaje equivocado. Hace un paneo del lugar, y suelta una risita cuando ve a Emanuel en el fondo. Es el único hombre en una mesa con cinco mujeres, a las que, está seguro, acaba de conocer.

Se acerca a su amigo e inmediatamente es recibido con un abrazo. Chocan sus vasos, y Emanuel lo presenta ante el grupo de mujeres con el que habla y lo invita a sentarse con ellos. Juan saluda y se acerca una silla a la mesa para poder unirse a la charla.

Aunque no le presta demasiada atención. Sus ojos se desvían hacia la barra, donde la ve riéndose de lo que sea que le acaba de decir Lucas, uno de los barman del lugar. Los sigue un rato con la mirada. Lo ve a él agarrando tres vasitos, sirviendo algo, y brindando por vaya uno a saber qué, y se permite fruncir el ceño.

Él no tiene derecho a reclamar nada, y Lucas no tiene idea de nada, pero igual le molesta. Juan Iván se ofrece a conseguir una botella de champagne, porque es la excusa más rápida que encuentra para volver a la barra sin tener que dar demasiadas explicaciones.

Llega para cuando ellos apoyaron de vuelta sus vasos en la barra y esta vez es Lucas el que larga una carcajada y le hace algún comentario a ella, quien responde con una mueca que hace que el corazón de Juan Iván se salte un latido.

-¿Podés creer lo flojita que es que no se puede terminar ni un shot?-Lucas le habla a él, entre divertido y sorprendido.

Y ella, que estaba de espaldas, se da vuelta para observar con quién está hablando el barman. Lo ve por primera vez en la noche, y le regala una sonrisa de oreja a oreja. Él no puede hacer más que sonreírle de vuelta.

Se muere de ganas de hablarle y quedarse ahí, pero le prometió a su amigo volver con una botella de champagne y eso es lo que tiene que hacer. Muy a su pesar, le pide la botella a Lucas, y se aleja, de vuelta a donde está su amigo.

Conversa poco, porque su mente está unos metros más adelante, y porque tampoco le interesa ninguna de las mujeres que están sentadas a su alrededor. Nota que Bautista acaba de llegar, y lo primero que hace es acercarse a saludarlos y se queda charlando unos minutos.

Pero el trabajo es trabajo, y el rubio tiene que ir a ocupar su puesto detrás de la barra. Cuando se va, Juan vuelve su mirada al lugar donde debería estar ella, pero no la ve. Tiene miedo de haber perdido su oportunidad, pero nota el bulto que hacen su cartera y su tapado arriba de la banqueta, y también nota que su amiga sigue allí, por lo que se relaja.

-¿Bombón, no me consigues un vaso de cerveza?-Le pide con voz seductora la mujer que tiene al lado, mientras le acaricia el brazo. Si supiera que no tiene ningún efecto sobre él... Sin embargo, accede.

Se pone de pie y camina hacia la barra. Se acomoda en la banqueta que está al lado de la cartera de ella, porque tanto Lucas como Bautista están ocupados en el otro extremo, pareciera que acaba de llegar un grupo de gente sedienta.

Llama a Bautista por su apodo, para que sepa que está esperando por él, y la amiga de ella lo mira.

-El dolor de cabeza que tendrás mañana si sigues bebiendo así-Le dice divertida. Él se ríe un poco, porque por la forma de hablar, ella no está demasiado sobria como para juzgarlo.

-En lo que va de la noche bebí un vaso de cerveza, el resto no era para mí-Le explica.

No tiene idea de dónde sacó la soltura, pero ahí está. Repentinamente, se encuentra charlando animadamente con esa morocha que se acaba de presentar como Celeste. Por el rabillo del ojo, ve a la castaña volver de las escaleras que conducen al subsuelo, donde está el baño.

La ve pararse atrás de su banqueta, pero no se sienta, porque no quiere interrumpir la charla, cruzándose en el medio. En el momento en que Celeste la ve, le dice que se siente.

-Él es Juan Iván-Lo presenta con una sonrisa, y a él se le acelera el pulso, pero canaliza todas sus energías en parecer tranquilo.

-Daniela-Le extiende la mano para saludarlo, y le sonríe.

-Un gusto-Se anima a decir él, también con una sonrisa.

Quiere seguir la charla, pero Bautista acaba de darle la cerveza que tiene que llevar a la mesa, por lo que se disculpa, y les dice que en un rato vuelve.

Para cuando lo hace, Celeste no tarda en volver a sacar tema de conversación. Daniela no habla mucho, por lo menos no hasta que su amiga le pregunta a él de qué trabaja y él les cuenta que es periodista. En ese momento puede jurar que a Daniela se le ilumina la cara.

-El sueño de mi vida-Le contesta ella.

A partir de ahí, la charla empieza a fluir entre ellos dos, y agradece mentalmente a Lucas cuando se acerca y se queda hablando con Celeste. Pero no dura demasiado. Cuando pasan
algunos minutos, Bautista se les acerca para pedirles ayuda con la gente a Lucas y a él, y no puede decir que no.

-Deberíamos irnos nosotras, vamos a perder el último metro-Escucha cómo le dice Daniela a Celeste, y él recuerda su promesa. La morocha asiente, y Daniela se gira, para volver a enfrentarlo-Nos vamos a tener que ir, porque vamos a perder el metro-Le avisa.

-Pero-Replica, y Daniela lo mira con sus ojos grandes y grises-Pero ¿no lo están pasando bien?-Las dos sonríen.

-Sí, son todos muy divertidos como para no pasarlo bien-Le dice ella, y él le sonríe de vuelta.

-¿Y ya se quieren ir?

-No nos queremos ir, pero tenemos qué-Le responde Celeste.-Perderemos el metro.

-Yo las llevo. No tienen que irse si no quieren, menos por un metro. Cuando se quieran ir me avisan que yo las llevo y ya.

-¿Seguro?-Él asiente

-No te queremos molestar, estás con tus amigos.-Habla Daniela.

-No es ninguna molestia, si me ofrezco a llevarlas es porque quiero. Es un placer para mí. No quiero que tengan que irse si no quieren. Así que no se discute. Las llevo yo.-La sonrisa de Daniela es instantánea, y lo golpea de frente, obligándolo a sonreír a él también.-Me voy un rato con mi amigo, pero después vuelvo-Se disculpa y se aleja antes que decidan cambiar de opinión.

Cuando se acomoda en la silla al lado de Emanuel, se gira para observarlas. Se están riendo de algo cuando Lucas se les acerca con dos vasos y señala a un hombre que está al final de la barra. Las ve negar y se relaja.

Se permite sonreír al entender que no quieren aceptar el trago que les están regalando. Ve que Lucas les sigue hablando, y aunque ellas siguen diciendo que no, él las abandona dejando los vasos frente a ellas. Las ve compartir una mirada, antes de brindar y tomar un poco de cualquiera sea la bebida que les invitaron.

Finalmente se gira, y habla un rato con su amigo. Emanuel sonríe orgulloso y Juan entiende que es debido a que consiguió al menos un celular y está muy seguro de que no va a terminar su noche solo. Se ríe, porque la cara de su amigo lo delata.

Los dos deciden que quieren salir a fumar. Se excusan con las mujeres que ocupan las demás sillas, y se ponen de pie.

Caminan con paso seguro. Juan Iván, incluso, se permite girar su cabeza para ver a Daniela, que le sonríe antes de llevarse su vaso a la boca.

Aparentemente ese día los astros se alinearon a favor de Juan Iván porque está progresando de manera increíble en comparación a sus últimas salidas. Con su montgomery puesto, y el cigarrillo en la boca, se permite despejar la mente.

Escucha atentamente lo que le cuenta su amigo y se ríe de la anécdota que le está contando. También lo pone al día con su vida, porque son de esos amigos que solo charlan si se ven cara a cara.

Una vez que terminan sus cigarrillos, vuelven a adentrarse al bar. Sin embargo, Emanuel sigue de largo para seguir hablando con “sus mujeres”, como decidió nombrarlas en la charla con cigarro mediante, y Juan frena al lado de Daniela.

La castaña está sola, perdida en sus pensamientos. Tan perdida que ni siquiera lo nota parado a sus espaldas. Lucas se acerca y él se pide una cerveza. El barman le hace un comentario sobre su nuevo corte de pelo y es recién ahí que ella advierte su presencia.

-¿No te gusta?-Le pregunta al ver la mueca de disgusto que hace él.

-No me convence, pero me pasa siempre lo mismo.

Eso desencadena una nueva charla. Daniela aprovecha y le comunica lo mucho que le gusta su colonia. Esa que tiene tantos años como él, y se lo cuenta, de manera anecdótica.

-Es súper vieja, pero me gusta-Le comenta.

-¿Vieja? Pero no eres viejo. ¿Cuántos años tienes? ¿Veinticinco?

-Ojalá. Veintinueve. ¿Tú cuántos tienes? ¿Veinte?-Le pregunta a modo de broma, porque Celeste ya le dijo que tiene veinticinco y está seguro de que tienen la misma edad, pero ella asiente, seria-¿En serio?

-Sí… Lo siento-Agrega al notar la preocupación en la cara de Juan.

-No, yo lo siento, lo había dicho a modo de broma, no esperaba que fuera verdad.

Y sí, por un lado siente que la diferencia es demasiada, y no puede creer que la atraiga tanto, pero por el otro, la atrae lo suficiente como para olvidar ese pequeño detalle etario y seguir hablando. Hace mucho que no se siente de esa manera con alguien, y no quiere dejarlo pasar.  

Hablan de cualquier cosa, pero están tan envueltos en la charla que hasta tardan en reparar en que Celeste volvió del baño y está sentada al lado de su amiga, charlando con Lucas.

Aunque no tardan en incluirla a la charla, siguen hablando de cualquier cosa, pasan por diversos temas, y aunque no tocan ninguno en profundidad, Juan se va haciendo una idea de cómo es Daniela, y está seguro de que le encanta.

Se ríe cuando Lucas vuelve con dos tragos más y las dos protestan al unísono. Se entera de que el que se las manda es Nahuel, otro habitué del bar (pero no tanto como él), y que ellas se niegan a aceptarlo porque les desagrada el hecho de que tenga el pelo largo al punto de hacerse una colita de caballo.

Lucas no se hace cargo y desaparece, porque se niega a ir a devolverle los tragos a Nahuel, así que Juan Iván es quien soluciona el problema. Frena a Emanuel, que está volviendo del sanitario, y le dice que se acaba de ganar dos tragos.

-¿En serio?-Las dos chicas asienten-Gracias ¿Qué es?

-Ni idea, pero tómalo amigo-Le responde Juan dándole unas palmaditas en la espalda.

Es suficiente para que Emanuel tome coraje y vacíe los dos vasos en su boca. Los saborea, y tras agradecerles una vez más a las dos muchachas, vuelve a irse con sus mujeres. Juan se acomoda un poco  mejor en su banqueta y toma el primer sorbo del segundo y último vaso de cerveza de la noche.

Se muere de ganas de seguir hablando, pero Bautista se le acerca para pedirle que baje un par de vasos. Por un par se refiere a dos pilas de más de veinte. Sabe que no necesita ayuda, porque no es la primera vez que lo hace, pero le parece la excusa perfecta para que no se termine la conversación.

-Toma, vamos-Le ordena mientras le estira las llaves que abren las puertas a la pista del subsuelo.  

Daniela lo mira confundida, pero acepta las llaves y baja. Juan Iván la sigue de cerca, respirando la estela de perfume que deja a su paso. Cuando llegan abajo, se acerca para acomodar la cerradura, porque tiene que estar en una posición específica para poder abrirla.

Sonríe internamente, porque sabe que Daniela se dio cuenta de que él es capaz de abrir la puerta solo, pero no hace ningún comentario al respecto, sino que se encarga de girar la llave, y abrirle para que pase, como si a él le costara demasiado.

Se toma su tiempo para acomodar las cosas detrás de la barra, mientras la mira por el rabillo del ojo. La ve dudar, entre adentrarse o no, hasta que finalmente lo hace, y recorre el lugar con la mirada.

Se le acerca, y le pregunta por qué ese sector no está abierto todo el tiempo. Juan le explica que es una mezcla entre la cantidad de gente y el horario. Aparentemente la gente baila a partir de las dos de la mañana, y es por eso que ahí no hay mesas en el medio.

Aunque cuando suben, el primer piso es una fiesta. Alguien se encargó de cambiar la lista de reproducción y hay más de uno bailando como si no hubiera un mañana. Los dos se miran, y cuando la escucha reírse tan de cerca, decide que es la mejor melodía que escuchó en años.

El corazón se le salta un latido cuando la ve hacer un bailecito corto, pero sutil, cuando hace contacto visual con su amiga, que está bailando desde la banqueta.

Es que todo en Daniela parece tan natural que incluso él se olvida de que es la primera vez que se hablan. Ni siquiera se siente obligado a mantenerse hablando o a buscar temas de conversación para mantener viva la charla.

Se aleja cuando Bautista le hace señas, porque le quiere decir algo. Cruza la barra y se pone del lado de su amigo.

-¿Qué amuleto de la suerte te compraste? Te das cuenta de que tienes la suerte mundo por esta segunda oportunidad, ¿no?-Le dice sin poder creer que Daniela sea la misma muchacha que su amigo había visto semanas atrás. La misma que nunca antes había pisado ese bar.

-Por eso no abuso, y la estoy aprovechando-Responde él con una sonrisa, mientras asiente.

Cuando vuelve, para recuperar su vaso de cerveza, las dos muchachas se ponen de pie, y lo enfrentan a la vez. Juan Iván mira primero a una, luego a la otra, pero se queda en Daniela, que toma la palabra.

-Nosotras ya nos vamos, pero no te preocupes, nos tomamos un taxi-Habla acelerada, sin dejarlo protestar ni interrumpirla, y eso le encanta.

-De ninguna manera-Niega con la cabeza. Baja el vaso que estaba a medio camino de su boca y lo vuelve a dejar en la barra-Yo les prometí que las llevaba, yo las llevo.

-Pero no seas tonto, estás con tus amigos, no te vas a ir por nuestra culpa-Esta vez habla Celeste, que ya está un poco alegre y lo trata como si fueran mejores amigos. Él se ríe, pero vuelve a enfocar su vista en Daniela.

-Estoy cansado y me vendría bien irme a dormir. No me están molestando, ni interrumpiendo, ni nada. Estoy a su disposición. Si se quieren ir ahora, nos vamos ahora. Saludo a Emanuel y nos vamos.

El morocho camina hacia donde está su amigo y se abrazan. Se desean suerte mutuamente, porque esa es la manera en que se despiden cada vez. Para cuando Juan vuelve sobre sus pasos, las dos muchachas están con sus tapados puestos, esperándolo al costado de la salida.

Agarra su montgomery, y tras abrigarse, les abre la puerta para que pasen. Las dos chicas lo siguen, Celeste está más charlatana, mientras Daniela se mantiene al margen, caminando lento y observando todo como si fuera una turista que pisa la ciudad por primera vez.

Le gustaría poder acercársele a hablar, pero la morocha le saca charla, y él no quiere ser mal educado. Además sabe que Daniela los está escuchando, si tiene suerte, tal vez decida unirse a la conversación. Aunque eso no sucede, pero sí hace algunos comentarios de vez en cuando.

Caminan diez cuadras hasta que finalmente llegan al auto. Juan Iván se disculpa por lo menos cinco veces, por haberlas hecho caminar tanto, y cinco veces más por la supuesta suciedad y vejez del auto.

Les abre la puerta. Celeste se adelanta y se sienta de copiloto. Le encantaría pedirle que se pasara atrás, pero no lo hace. Daniela parece cómoda sentándose atrás. Por unos instantes teme que estén recibiendo las señales equivocadas, pero ya no hay vuelta atrás.

Cuando sube él, mira por el espejo retrovisor y sonríe al ver a la castaña curioseando entre las cosas que él dejó tiradas en el asiento.

-Lo siento, es un lío todo, pero a mi favor diré que no sabía que iba a tener compañía.

-Cállate, tienes un lindo auto, y no está sucio-Lo reta Daniela, cruzando miradas por el espejo.

-No, no está sucio, por eso tengo maní del siglo tres antes de Cristo-Le responde él, mostrándole un vaso con restos de maní que dejó Emanuel un par de fin de semanas atrás.

-Yo tengo un vaso con restos de café desde hace más de un mes. Y no tomo café-Lo desafía ella.

Juan levanta sus manos, rendido. Le concede la suciedad del auto a ella, y se ríe, porque no se lo esperaba. Se gira para ver a Celeste mirando los cds que tiene, y le permite elegir la música que van a escuchar durante el viaje.

Finalmente arranca el auto, mirando una vez más a Daniela por el espejo. La ve sonreír cuando descubre que tiene libros en el asiento trasero, y le contagia la sonrisa. Es más de lo que puede pedir.

-Es uno de mis autores preferidos. Siempre tengo su libro encima, salvo que esté en el medio de otra lectura. Entonces lo dejo en el auto, y me muevo con el nuevo libro.-Le explica mientras ella lo hojea.

Ella le sonríe, pero no hablan más. En cambio, Celeste se mantiene preguntando cosas activamente. Daniela se limita a mirar por la ventana cada rincón de la ciudad, aunque cada tanto se ríe de las ocurrencias de su mejor amiga.

Para el momento en el que llegan al departamento de la castaña, Celeste se quedó sin preguntas. Se gira, para saludar a Juan Iván, le da un beso y un abrazo, y baja del auto. Entonces él se gira, para saludar a Daniela, que se acerca para darle un beso.

-Espera-Está decido a no perder esta segunda oportunidad-¿Te puedo pedir el Facebook?
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16.04.15 23:36
AliCDL escribió:ajajaja igual me gustan los spoiler ajajaja
Son 4 partes no? jajaajaj

Sí señora, son cuatro partes, pero no spoilearé nada. A menos que sea realmente justo y necesario.
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19.04.15 20:29
Por fin se despertó Juan!!! aunque hubiera preferido que le pida el celular y no el face ajajajaja Los whats están más de moda ajajaja
Espero la 3 parte ^^
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20.04.15 22:33
AliCDL escribió:Por fin se despertó Juan!!! aunque hubiera preferido que le pida el celular y no el face ajajajaja Los whats están más de moda ajajaja
Espero la 3 parte ^^

Los Whats están de moda, es verdad. Pero en la vida real, Celeste fue la que se armó de valor y pidió el facebook, fue lo más rápido que se le ocurrió para poder mantener el contacto, así que técnicamente Juan nunca despertó. Lo iba a cambiar por whatsapp, pero quise dejar tanto de la realidad como me podía permitir. Daré lo mejor de mi para subir mañana la tercera parte. Sino el miércoles, pinky promise. Me alegra mucho que te esté gustando. Beso!
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20.04.15 23:00
Bueno, mejor que en la historia Juan cambiara jajaja
Espero por la otra parte ^^
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23.04.15 18:59
AliCDL escribió:Bueno, mejor que en la historia Juan cambiara jajaja
Espero por la otra parte ^^

Mil disculpas, prometí subirlo ayer a más tardar, pero me fue realmente imposible. Ni siquiera tuve tiempo para dormir jajaja Pero acá estoy, ya me pongo a editarlo para subirlo.
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23.04.15 19:23
Acá vengo a dejar Primavera. Espero que lo disfruten (hablo en plural, pero no estoy muy segura de que haya más gente leyendo además de AliCDL). Perdón si tiene errores, y perdón por la demora.

III
Primavera


Los jardines empiezan a florecer, y aparentemente, la relación entre Juan Iván y Daniela también. La primera conversación que mantienen vía Facebook empieza exactamente veinte minutos después de que ambas muchachas llegaran al departamento, es decir, en el momento exacto en el que Juan Iván se baja del auto y entra en su casa.

Esa primera charla se extiende por los próximos tres días. Los dos permanecen más tiempo conectados que de costumbre. Juan Iván incluso se pasa de estación por estar tan distraído, pero no le importa.

Sonríe al aire, y la gente lo mira. Principalmente porque no es normal encontrar gente sonriendo un lunes a la mañana. Pero además, Juan Iván no es de los que sonríen todo el tiempo, es más bien serio y cabizbajo.

Con Emanuel, que trabaja a un par de cuadras, deciden encontrarse para almorzar. Como ya se descubrió que Emanuel sí nota las cosas que suceden a su al rededor, lo primero que hace, incluso antes de saludarlo, es hacerle un comentario sobre la expresión que lleva el morocho en su cara.

-Por la cara que tienes, creo que me equivoqué eligiendo a la chica de mi fin de semana-Le dice, golpeándole un hombro.

Juan Iván se ríe despacito y niega con la cabeza, no vale la pena pelear con su amigo. Pero tampoco lo contradice, porque no puede negar que hay una muchacha involucrada en su estado de ánimo. Sólo que no está involucrada de la manera que él cree.

-Ilumíname. ¿De qué me he perdido? Lo último que supe es que las dos se fueron contigo.

-No te has perdido nada.-Emanuel lo mira sin creerle demasiado-En serio. Salimos del bar y fuimos caminando hasta el auto. Celeste, la amiga, se mantuvo hablando todo el tiempo, Danielas apenas hacía algún comentario. Cuando llegamos al auto, fue directamente a abrir la puerta de atrás, y ahí ni siquiera hizo comentarios, se limitó a ojear el libro que había dejado yo...

-No entiendo-Interrumpe el castaño-Te gusta-Juan Iván sonríe. No lo niega pero tampoco lo confirma, se mantiene en silencio, esperando que su amigo, que también sonríe, continue-El que calla, otorga-Agrega, y el morocho se ríe-¿Dónde quedó eso de que si la charla no era buena no te interesaba?

-La charla vino después, de manera virtual.

-Ah pero ya se puso serio todo, ¿Ya son novios?

Juan Iván decide ignorar el comentario, porque sabe que su amigo lo quiere provocar, y desvía la conversación hacia otros temas. Charlan sobre el fin de semana de Emanuel, y se ríen ante las cosas que él cuenta.

Para cuando se dan cuenta, ya se les terminó la hora de almuerzo, y deben volver a sus respectivos trabajos.

El día se pasa rápido. Demasiado. Juan Iván descubre que, hablando con Daniela, el tiempo se le escurre de las manos, pero no le importa. Aunque tampoco le importaría detener el tiempo en el momento en que la vio por primera vez.

La conversación de tres días se extiende a dos semanas y media. Dieciocho días en los que él no dejó de sonreír ni por un instante. Dieciocho días en los que estuvo mirando la pantalla de su celular más que al resto del mundo.

Fueron dieciocho días que le confirmaban lo que había pensado desde el segundo cero. Daniela hacía florecer en él, algo que creía muerto. Quizás era porque la primavera había llegado a la ciudad. O quizás era porque Daniela tenía ese don.

Dieciocho días en los que él se sentía de dieciocho. Se había convertido de nuevo en un adolescente, aunque tratara de ocultarlo.

Me gustas


Como el adolescente que está volviendo a ser, no se lo dice a la cara, porque le da vergüenza (y un poco de miedo también). Se lo escribe por Whatsapp (decidieron que era más cómodo que el Facebook) y que sea lo que Dios quiera. Se reprocha mentalmente, porque él debería ser el maduro de los dos.

¿No eras tímido?


Se arrepiente en ese instante. Porque sí, él es, era y será tímido. Ya había sido tema de conversación, y en ese instante, había quedado como un tonto.

Sigo siendo. Perdón
.


No sabe cómo arreglarlo. El primer error lo cometió en el momento en que decidió transmitirle su agrado de manera virtual. Después, el modo en que lo había escrito, podría haber sido más poético por lo menos. Y por último, el intento de arreglar lo que ya estaba hecho.

Está bien, tu también me gustas.

Sonríe al recibir esa respuesta, y se ríe. Tal vez no fue tan terrible después de todo, pero se hace una nota mental para trabajar en las declaraciones.

¿Este es el momento en el que me invitas a salir?

Una vez más, ella es la que lleva los pantalones de la relación. Sin embargo, él se siente optimista. Sí, va a tener que trabajar un poco más con su timidez, pero en ese momento toma una decisión. Está dispuesto a descubrir si Daniela es capaz de curar el desastre que hizo Marianela en su corazón. Y no le importa qué tan cursi suene eso.
Y si no era, se acaba de convertir en ese momento. ¿Viernes a la noche?


Agendado. Viernes a la noche.

Finalmente, esa primera conversación que empezaron varios días atrás, queda finalizada. Eso no impide que el jueves al mediodía, Juan Iván reciba en su celular una imagen con una frase que dice "Vengo a descotidianizarte", haciendo que empiecen una nueva charla.

Definitivamente le gusta Daniela. No tiene dudas al respecto. Desde el momento en que empezaron a hablar, no pasaron por ningún tema que no le resultara interesante. Y los que realmente no eran interesantes, se volvían maravillosos con los comentarios sarcásticos de la muchacha.

Es por eso que cuando el viernes a la noche llega, y los dos están acomodados en una mesita dentro del bar que eligió el morocho, las risas no cesan. Daniela es buena compañía.

Esa noche de viernes, descubre que Daniela es de esas personas que sonríen tanto que le dan a uno ganas de sonreír. Es de las que tratan bien a todo el mundo, sin importar quién sea. Y es de las que están un poco locas, pero lindas.

La madrugada del sábado se les presenta en la puerta de la casa de la castaña. Juan Iván, como todo un caballero, se encargó de ayudarla a bajar del auto, y acompañarla hasta la puerta de su casa. Daniela sonríe ante la escena, y lo mira directo a los ojos, cuando están parados frente a frente.

-Lo pasé genial-Le dice, y él le sonríe-Pero no doy besos en la primer cita.

Juan Iván se ríe, y lo acepta. Incluso se relaja un poco, porque cuando se siente como un adolescente de nuevo, lo siente en serio. Con todos los nervios y adrenalina que eso implica.

Daniela abre sus brazos, y le rodea la cintura. Es de las que les gusta abrazar por abajo. Juan Iván encaja perfectamente sus brazos alrededor de sus hombros. Ella esconde su cabeza en el hueco del cuello y el hombro del morocho, y sonríe, en contacto con la piel, al sentir su perfume, haciendo que a él se le ponga la piel de gallina. Incluso de esa manera, con toda la ropa de por medio, y sin siquiera un beso, la situación se siente íntima por demás. Él se limita a dejar un beso en la cabeza de Daniela.

Se separan. Ella se pierde en la oscuridad de su casa vacía, y él camina lento hacia su auto. Todavía disfruta de la sensación que le provocó Daniela con ese acto tan inocente. Se siente cálido, como si la primavera hubiera penetrado en su ser.
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27.04.15 12:45
Roxy, perdón no he tenido tiempo de leerlo, pero ya mañana o el miércoles paso mejor por aquí y leo con tranquilidad ^^
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27.04.15 19:01
AliCDL escribió:Roxy, perdón no he tenido tiempo de leerlo, pero ya mañana o el miércoles paso mejor por aquí y leo con tranquilidad ^^

No te preocupes Ali! Tomate tu tiempo (:
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28.04.15 1:28
Aaaaahhh!! Juan Juan Juan, así se llama mi ex ajajaajajajaajaj
Ojala hubiera sido así de tontito lindo como el de la historia, pero era un reverendo... ajaja Ok no.
Roxy, quiero la otra parte!!!!!
Juan Iván, despertate más hombre!!! ajajaajaja
Espero la siguiente parte =)
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02.05.15 16:57
AliCDL escribió:Aaaaahhh!! Juan Juan Juan, así se llama mi ex ajajaajajajaajaj
Ojala hubiera sido así de tontito lindo como el de la historia, pero era un reverendo... ajaja Ok no.
Roxy, quiero la otra parte!!!!!
Juan Iván, despertate más hombre!!! ajajaajaja
Espero la siguiente parte =)

Te juro que lo hice mucho más despierto que el original. Ahora edito la última parte y la subo.
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02.05.15 17:27
Hoy vengo con Verano, y así me despido de esta historia. Como siempre, perdón si tiene errores. Espero que lo disfruten. Besos.



IV
Verano




Casi un año más tarde, Juan Iván y Daniela ya caminan de la mano como una pareja oficial. Compartieron suficientes citas como para exigir exclusividad, aunque ninguno de los dos haya hecho la pregunta.

Son oficiales pero sin títulos, ni etiquetas que los definan. Daniela no los exige, Juan Iván sabe que no los necesita, pero de cualquier manera, quiere dárselos. Solo que está buscando el momento indicado.

Quiere preparar algo que sea digno de lo que la castaña le provoca, aunque todavía no está muy seguro de qué puede ser. Quiere un acto romántico, de esos que le roban el aliento incluso a las mujeres que miran la escena de afuera.

Casi un año más tarde Juan Iván se convence de que eso es lo que merece Daniela. Algo que le robe el aliento. Porque es exactamente lo que ella provoca en él. Incluso después de tantas salidas juntos.

No lo va a negar, él es de la vieja escuela. Le gusta el romance y el cortejo. Especialmente ahora, que ya no se muestra tímido frente a ella. Ahora va por todo. Día a día se encarga de seducirla.

Porque sin saberlo, eso es lo que hace ella con él. Incluso cuando Juan Iván cree que ya no es posible. Incluso cuando está convencido de que ya pasó la etapa del enamoramiento.

Ese es quizás el problema. Daniela es un ser humano de carne y hueso, con sus virtudes y defectos. Y eso es lo que hace que la ame aún más. Ama cada uno de sus defectos y celebra todas sus virtudes.

No, no le da vergüenza admitir que la ama. Por más tímido que sea, le es fiel a sus sentimientos. Desde siempre.

Sí, puede que se haya demorado un poco más en decírselo a ella, pero es que primero tenía que aceptarlo él mismo. Una vez que lo hizo, el resto fluyó con total naturalidad y seguridad.

Era mitad de semana y habían acordado ir a cenar juntos. Juan Iván la había pasado a buscar por su casa, más sonriente que de costumbre. Ella lo había mirado de manera inquisitiva, pero nada había salido de la boca del morocho.

O por lo menos, nada que explicara su felicidad extrema. Porque las charlas entre ellos fluían de un tema a otro, haciendo pausas únicamente para reírse. A pesar de todo el tiempo que había pasado, aún les quedaban temas por tocar. Sin importar lo mucho que hablaran diariamente.

Para cuando la cena había terminado, y el auto del morocho ya estaba estacionado nuevamente en la casa de la castaña, él se había bajado del auto para abrirle la puerta. La había tomado de la mano, y la había acompañado en silencio, pero dibujando garabatos invisibles con su dedo gordo en la palma de la mano de ella.

En la puerta de la casa, se habían parado enfrentados. Juan Iván había levantado la vista, para mirarla a los ojos, y ella seguía tratando de descubrir a qué se debía su comportamiento.

Él le había sonreído de costado, casi imperceptible, porque sabía lo que se venía, pero no quería delatarse.

-Lo siento-Le había dicho, bajando la mirada, apenas un instante.

-¿Por qué?-Le preguntó ella, sin comprender qué era lo que estaba sucediendo.

-Porque en todo este tiempo no te he dicho lo guapa que estás-Le responde, es sincero. Ella suelta una risita, pero Juan Iván sabe que no se ríe de él, sino que se ríe porque la tomó por sorpresa, pero le gusta que le diga esas cosas.-Lo que pasa es que estuve distraído toda la noche.

-Me di cuenta que había algo más en tu cabeza… ¿Pasó algo?-Él le sonríe para tranquilizarla, porque la preocupación en la voz de la rubia es genuina.

-Pasó. Estuve distraído toda la noche pensando en la manera de decirte que te amo. Pero llegué a la conclusión de que se dice y ya.

Entonces Daniela le sonríe, de oreja a oreja, como si le hubieran dado el mejor regalo de su vida, y lo besa. Juan Iván sonríe en el beso, porque le da la sensación de que ella necesitaba escucharlo tanto como él quería decirlo.

-No creo que tengas alguna duda al respecto, pero yo también te amo.

Esta vez es él quien ríe, y se acerca para besarla.


No siente que desde ese momento la relación haya cambiado, pero sí se nota más liviano. Como si decir esas palabras, y escucharlas de vuelta, le hubieran relajado una tensión de la que no era conocedor.

Puede que sea porque hace tiempo que se están declarando su amor a través de acciones pequeñas. Como ella regalándole un libro sin motivo. O él escondiendo chocolates en su cartera en cada salida. Como ella, peleándolo por tonterías para disfrutar de la reconciliación. O él haciendo tonterías para que ella lo peleara.

Así es como su relación avanza, con detalles pequeños y pasos agigantados. Es así que recorren las cuatro estaciones. Tomados de la mano, y con una sonrisa en la cara.

Es pleno verano, el calor es sofocante. Esa noche de sábado se ofreció a ayudar a Bautista en el bar, así que tiene puesto su unifrome de barman. Consiste en una remera blanca, manga larga, un chaleco gris oscuro, y pantalón de vestir. El bar está lleno, y no se puede ni respirar.

No ve la hora de poder sacarse todo. Incluso lo que guarda dentro de su pecho. Es por eso toma una decisión cuando su amigo le comunica que es día de micrófono abierto en el bar.

Daniela ingresa riendo, con Celeste al lado. No lo busca con la mirada apenas entra, sino que se toma su tiempo para caminar hacia la barra, porque sabe que está ahí. Él sonríe en el momento en que la ve llegar, y salta un poco sobre la mesada que los separa para poder acabar con la distancia.

La besa de manera fugaz, y después saluda a Celeste, que los mira con una sonrisa. Las dos se piden un trago, y se alejan para ocupar una mesa para dos, en una de las esquinas del lugar.

En el escenario improvisado, una mujer está terminando de cantar una canción acompañada de su guitarra. La gente la aplaude, y alguien más toma su lugar.

Juan Iván se dedica a servir bebidas durante una hora, antes de pedirle permiso a su amigo para tomarse un descanso. Se acerca a la mesa que ocupan Daniela y Celeste, y roba una silla de alguien más, para poder acompañarlas.

La besa y le sonríe. Le hace feliz tenerla ahí, incluso aunque no puedan pasar demasiado tiempo juntos. Antes de acomodarse demasiado, les pregunta si quieren consumir alguna otra cosa, pero las dos niegan.

-Dime, ¿Estás ocupada ahora?-Le pregunta.

-Sí, bastante, hoy es salida de amigas-Le responde ella, con una sonrisa. Sabe que se viene algo, pero no está segura de qué.

-Ah… ¿Cuando te desocupes no quieres ser mi novia?-Suelta de la nada.

A Celeste se le corta la respiración, y Daniela trata de ocultar la sonrisa que lucha por salir a la superficie.

-Ah… Bueno.. Claro-Responde como quien no quiere la cosa, aunque recibe gustosa el beso de Juan Iván que da por sentenciado el tema.

-¿Se van a quedar un rato más?-Les pregunta después de que Celeste les diga que le gusta demasiado la pareja que hacen.

Tranquilamente podría pedirle a Daniela que se quede esperándolo a él, para después irse juntos. Pero esa es una salida entre las dos amigas y lo respeta.

-Un rato más nos quedamos…-Celeste es la que responde.

-Son los sacrificios que tengo que hacer para poder verte así vestido-Agrega Daniela.

Aunque lo dice tan natural como si estuviera hablando del clima, Juan Iván sonríe y se ríe, porque sabe bien que estuvo siendo observado. Y probablemente también haya sido comentado en la mesa, antes de que él llegara.

-Luego te envío una foto si quieres-La pelea él, y ella niega con la cabeza.

-Bueno chicos, a ver si la vamos terminanto que yo también estoy aquí…-Protesta Celeste a modo de broma.

-Perdón, perdón… Yo ya tengo que volver al trabajo, de cualquier manera.-Dice él, poniéndose de pie- Pero no se vayan todavía-Les pide, sin dar ningún otro tipo de explicación.

Las dos le aseguran que todavía no se van, y él se vuelve a su puesto de trabajo. Aunque vuelve al poco tiempo con dos tragos “por cuenta de la casa”.

Es recién cuando está a punto de terminar el momento del micrófono abierto, que Juan Iván toma el coraje suficiente. Bautista sabe lo que está a punto de hacer, así que lo palmea en la espalda, para demostrarle su apoyo.

El morocho siente la adrenalina empezando a correr por su cuerpo. Está nervioso por demás. Sin embargo, se acerca al micrófono del bar, luchando contra sus ganas de huir, y la mira directamente a los ojos. Sabe que la única manera de llevar a cabo lo que está a punto de hacer, es manteniendo el contacto visual con ella. De lo contrario, saldría corriendo.

Daniela está confundida, se le nota. Pero sonríe y sus ojos brillan. No tiene idea qué es lo que está a punto de suceder, pero entiende que es importante. Sobretodo para Juan Iván, ella sabe, por experiencia propia, lo mucho que le cuesta vencer su timidez.

Toma una respiración profunda, y dirige su mirada rápida al papel que sostienen sus manos. Es más a modo de apoyo, porque sabe de memoria lo que ahí dice. Tuvo tiempo de sobra para pensarlo, y repasarlo. Porque lo escribió mucho antes de saber que esa noche iba a hacer lo que estaba haciendo.

Se aclara la garganta, y empieza a hablar.

-Buenas noches a todos, mi nombre es Juan Iván, y quería compartir algo que escribí. Se llama “Seasons of Love”
Me robo el título de la canción del musical que tanto te gusta,

porque tengo la certeza de que te va a robar una sonrisa.

Y no hay en el mundo, nada más lindo que verte sonreír.

Llegaste cuando era invierno en mi vida.

Tenía el corazón congelado,

Y el sol casi nunca salía para mí.

Hasta que te vi, y me cegaste con tu luz.

No me lo esperaba, me tomó tan por sorpresa

que me alteró todos los esquemas.

A tal punto que, lo que siguió, fue otoño.

Desarmaste todo en mi sin siquiera saberlo.

Las capas que me resguardaban del frío disminuyeron.

La segunda vez que te vi,

Me llenaste de calidez.

Entonces llegó la primavera

y todos mis sentimientos florecieron.

Pero estaba tan nervioso, después de pasar frío tanto tiempo

que tardé cuatro salidas hasta besarte.

Aunque lo que compartimos, fue mucho más íntimo.

¿Quién iba a decir que un abrazo con la persona indicada podría provocar tantas cosas?

Ahora llegó el verano, y debería seguir hablando.

Pero estoy falto de palabras que describan cómo me siento.

Cómo me haces sentir.

Así que me apropio las palabras de alguien más

Y mido mi año en amor. En estaciones de amor.

Por vos.


El morocho termina y sonríe. Amplio. Como nunca. Como cada vez que la ve a ella. Baja de la tarima, mientras todavía suenan los aplausos. Bautista, que se cambió de lado de la barra solo para escucharlo, lo palmea nuevamente. Más porque está perplejo y no sabe qué decirle, que por un gesto de apoyo. Es la primera vez que escucha a su amigo decir una cosa así.

Camina seguro, porque sabe a dónde va, y sabe que va a ser bien recibido. Lo sabe desde el momento en que vio el brillo en sus ojos. Es consciente de que podría haber dicho cualquier otra cosa, y ella estaría emocionada, porque lo que la sorprendió fue el gesto. La acción.

Celeste se está limpiando las lágrimas emocionada, Daniela se limita a sonreír tanto como los músculos de su cara se lo permiten.

-Te felicito-Le dice, cuando Juan Iván llega a la mesa, él se ríe, porque de todas las cosas que podría decirle, ella elige la menos esperada-Y gracias-Agrega rodeando sus brazos por el cuello del morocho.

A Juan Iván no le importa cómo van a sucederse las estaciones después de eso. Está listo para soportar el invierno, si Daniela se queda a su lado para brindarle calor, espera el otoño, para sacarse capas mutuamente. La primavera es bienvenida, porque solo imagina las cosas buenas que pueden florecer de ahí. El verano puede venir tan sofocante como le plazca, porque Daniela en su vida es la frescura que necesita para tomarse las cosas de manera más calma. Más relajado.

Qué importa el orden en que lleguen las próximas estaciones, mientras su balance se mida en amor.
Fin.
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03.05.15 16:35
Oooh!!! Ya terminó!!! Y ahora me siento vacía, ya te extraño Juan Iván <3 jajajajaa
Muy linda, una historia corta, pero linda. Me gusto mucho Very Happy
Espero leer más historias tuyas ^^
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03.05.15 22:17
AliCDL escribió:Oooh!!! Ya terminó!!! Y ahora me siento vacía, ya te extraño Juan Iván <3 jajajajaa
Muy linda, una historia corta, pero linda. Me gusto mucho Very Happy
Espero leer más historias tuyas ^^

Yo también lo extraño, pero cada tanto me gusta volver a "Estaciones" para extrañarlo un poco menos. Me alegra mucho que la hayas disfrutado. Tengo varias historias, la mayoría son más largas, pero las releí y creo que se me complica bastante para adaptarlas. Además tampoco estoy muy segura de que vayan a gustar por aquí.
Gracias por haberte tomado el tiempo para leer todo y comentar cada vez.
Besos
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04.05.15 13:32
No hay de que ^^
No se de que tratarán las medas historias pero te aseguro que aquí han publicado de todo tipo. Desde amor hasta tragedia seguida de más tragedia y gente destrozada ajajaaj
Así que no tengas miedo en publicar tus historias =)
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