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Me gustabas así
06.04.15 18:50
Me gustabas así
(Me miraste, nos besamos, y ya)
-Te juro que ya no sé qué más hacer-Le dijo a su mejor amigo mientras largaba un suspiro.- ¿Irá hoy a la noche?
-Creeme que me gustaría poder ayudarte a ti antes que a cualquier otro, ya traté de hablarle, pero ni siquiera a mí me escucha.
Facundo bufó. Escondió su cabeza entre sus piernas y así se quedó por un rato, en silencio, mientras pensaba. Su mejor amigo lo conocía lo suficiente como para saber que no tenía que meterse, por lo que había optado por levantarse e irse, dejándolo solo con sus pensamientos.
Facundo Martínez había llegado al mundo hacía casi veinticinco inviernos completos. Desde el minuto cero, su misión había sido derretir los corazones de todos aquellos que estaban un poco congelados.
La tarea le había resultado fácil. Desde su primer sonrisa había sabido brindar calor en los corazones de sus padres, y a partir de ese momento, no hubo día en que no cumpliera con su tarea. Una sonrisa y tenía la capacidad de cambiarle el día a muchas personas.
Su pelo castaño, rapado recientemente, hacía que resaltaran las facciones de su cara. Sus ojos color miel miraban profundo, más allá de lo que cualquier ser humano normal miraría. Y su sonrisa, como se dijo antes, derretía los corazones, porque tenía una calidez de otro mundo.
Además contaba con una simpatía única. No había persona que lo conociera, que dijera que le había caído mal, porque simplemente, era imposible. Así como también era humilde y trataba de preocuparse siempre por los demás. Pero en este momento, tenía que empezar a preocuparse un poco más por él.
Más de una vez había abusado del poder de su sonrisa sobre el sexo opuesto. Por sus manos y por su cama habían pasado varias mujeres, pero a él solo le importaba una. Esa que lo descolocaba por completo.
Había conocido a Luciana hacía quince años, cuando ella tenía ocho y él diez, pero había empezado a verla como una mujer cuando cumplió los diecisiete, y él había estado invitado a su cumpleaños, porque su hermano era el mejor amigo. La había visto varias veces con anterioridad, pero nunca la había mirado de esa manera. No hasta que la vio moverse al ritmo de la música, fresca, natural, feliz. Y a partir de ese momento, supo que ya no había vuelta atrás.
Esa noche había logrado robarle un beso, que había quedado en secreto, por pánico a lo que pudiera pensar Tobías. No quería perder la amistad de su mejor amigo por algo de una noche. Sin embargo, Luciana había dejado de ser la nena que era ante los ojos de Facundo, y las escenas de celos, los planteos, y las miradas ya no eran de un hermano del alma.
Había juntado el coraje suficiente para decírselo a su mejor amigo, lo había enfrentado, y las cosas habían resultado mejor de lo que esperaba. No se había enojado, todo lo contrario. Aunque no había faltado la amenaza por si llegaba a hacerle mal. No sabían que, tiempo más tarde, ella era la que lo iba a lastimar a él.
Desde el momento en que había aclarado lo que le pasaba con su mejor amigo, se había propuesto ganarse un lugar un poco mayor que el que le correspondía hasta el momento en el corazón de la muchacha. Tarea que había sido difícil por demás.
Con Luciana, las sonrisas no servían. Ni las miradas (a pesar de que a Facundo le encantaba observarla sin ningún tipo de disimulo), el problema fue que, mientras él estaba demasiado ocupado tratando de ocultar sus sentimientos de Tobías, ella estaba demasiado ocupada enamorándose de Martín.
Martín le había regalado las sonrisas y las miradas que ya no aceptaba, y ella, a cambio, le había regalado su corazón. Pero Martín no sabía nada de derretir corazones, sino que era un experto en juegos. Y había jugado. Y ella había salido lastimada.
Así que con Luciana, la relación era otro cantar. Con ella, Facundo tenía que aprender de abrazos y de noches consolándola. Pero por sobre todas las cosas, tenía que aprenderla a ella, y le encantaba.
Le había dado tiempo suficiente para saber que odiaba cocinar tanto como le molestaba que interrumpieran su lectura. Tampoco le gustaba hablar del amor, la mala experiencia la había dejado demasiado lastimada y ahora lo tomaba como una burla.
De a poco, iba pasando el tiempo. Luciana ya pisaba los veinte y estaba animándose a que un tal Nicolás la quisiera. Con el apoyo de Tobías, había decidido que era hora de aclarar todo lo que sentía por la morocha, antes de que fuera demasiado tarde.
Había ido de visita a la casa, y mientras esperaba que su mejor amigo llegara de la universidad, se había acomodado en el living, al lado de la muchacha que le robaba tantos suspiros. La misma que apenas se había dado vuelta a mirarlo, porque estaba demasiado ocupada leyendo un libro. Facundo decidió que era momento de cantarle unas cuantas verdades, literalmente.
Entonando muy suavemente la canción “Fall” de Ed Sheeran, pero con el tupé de mirarla fijamente a los ojos, no hizo falta demasiado para que ella se diera cuenta de lo que estaba pasando. Tardó todavía menos en hacerse la desentendida, y quejarse por no poder leer, mientras de un salto se ponía de pie y lo dejaba solo en el living.
Facundo había venido al mundo para derretir corazones, y la única persona capaz de descongelar el suyo, ese que estaba temblando por tantos inviernos crudos en soledad, no hacía más que alejarse, dejándolo en la intemperie sentimental.
A partir de ese momento, había decidido alejarse. Sí, seguía viendo a Tobías, porque como lo había querido desde un principio, su amistad no iba a cambiar, pero ya no había rastros de Luciana. Ya no había reuniones en aquella casa, ni salidas juntando grupos de amigos. Nada.
Cuando ella pisaba los veintidós y él se acercaba a los veinticuatro, una nueva recaída los volvía a juntar. Porque a pesar de todo, Luciana siempre volvía a los brazos de Facundo. Porque él siempre tenía un lugar para ella. Porque encajaban a la perfección.
Fue en ese momento en que ella se dio cuenta. Y ya no había vuelta atrás. Estaba total y perdidamente enamorada de Facundo. Pero le daba pánico, y eso la paralizaba. Aunque no le había impedido robarle algún beso.
Mientras tanto, él creía que las sonrisas y las miradas empezaban a funcionar. Que el brillo de sus ojos no era en vano, y que su sonrisa, esa que solo existía por y para ella, ya no pasaba desapercibida.
Pero no todo podía funcionar a la perfección. Cuando las cosas se empezaban a poner un poco más serias, cuando Facundo trataba de tomarle la mano en público, o de besarla a la vista de todo el mundo, Luciana huía presa del pánico. Y un sábado, cuando él quiso declararle su amor eterno, ella huyó para siempre, sin darle ninguna explicación.
Desde ese sábado, hasta ese día, cuatro meses más tarde, no habían tenido ningún tipo de contacto. No contestaba sus llamadas, ni respondía los mensajes. Ni siquiera le aparecía el “visto” en el Facebook. Había desaparecido por completo, y lo poco que sabía, lo sabía gracias a su hermano.
Sin embargo, se había encargado de hacerle saber que esa noche de viernes, festejaría su cumpleaños y ella estaba más que invitada. No solo porque quería verla, sino porque no quería pasar más frío, y ella era su único abrigo.
Con el último dejo de esperanza que le quedaba, había juntado las energías suficientes para ponerse de pie, darse una ducha y comenzar a arreglarse para salir. En un rato debía encontrarse con sus amigos (y quizás también con ella) en un bar que quedaba a unas cuadras de su casa.
Entre brindis y canciones, giró quedando de frente a la puerta, justo en el momento en el que ella se adentraba al lugar. Parecía que volvían a tener diecisiete y diecinueve. Ella moviéndose al ritmo de la música, él perdido en su sonrisa fresca. Ella acercándose peligrosamente, él frenando su mundo por completo. Ella largando una pequeña risita, él derritiéndose.
Una vez más, ella encontraba su lugar en el mundo, encajando a la perfección en el hueco que dejaban sus brazos, y él hallaba su abrigo, acortando la poca distancia que los separaba. Besándose como si la vida se les fuera en ello. Porque ya habían dejado pasar demasiada vida entre los dos y no querían perder un segundo.
-Aunque no creas, estoy buscando amor-Le dijo ella, chiquita, casi inaudible, muerta de vergüenza.
Él le sonrió, y la amó, en ese orden. Al revés también. Desde el momento cero en que sus labios se unieron, Facundo entendió que había venido a este mundo para amarla. Y viceversa.
Vuelvo con una corto más. Estaba pensando en subir una historia un poco más larga, pero todavía no me animo. Mientras junto valor, espero que puedan disfrutar de Facundo y Luciana. Pido disculpas por cualquier expresión Argentina que haya, trato de editar los textos tanto como puedo, pero hay algunas cosas que me cuesta darme cuenta. Gracias por tomarse el tiempo para leer. Besos.
Roxy.
Roxy.
- AliAFICIONADO
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Re: Me gustabas así
07.04.15 0:27
Bonita historia, me gustó mucho ^^
Anímate a escribir algo más largo
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