"Signos de puntuación"

Signos de puntuación

Una noche entre tus cálidos y largos brazos, una tarde mirando arreboles con mis diminutos puños entre tus grandes manos. Veinticuatro horas perdidos en un mundo distinto, solos, juntos, tú y yo.  Una eternidad de hermosos recuerdos por formar, memorias que recordar en nuestros últimos momentos de vitalidad. Una vida que disfrutar entre los dos, con nada más que felicidad inefable por delante. Extraviarnos en el lugar más alejado y solitario del mundo, donde nadie nos encuentre jamás. Unirnos en una promesa de amor eterno: con comas, pero sin puntos finales. Con muchos signos de exclamación. Un pasaje a la última estrella del infinito, porque, después de todo, es allá hasta donde te quiero. Porque te quiero, te quiero, te quise y te querré. Aunque sé que tú nunca lograrás encontrar la forma de devolverme el amor que te entrego a igual medida. Aunque sé que probablemente tú ni te imaginas la magnitud de mis sentimientos. Aunque lo que tú sientas por mí sea algo tan efímero y etéreo como la fina y corta niebla vespertina. Aunque tú no me quieras, yo te quiero.
Sé, siento, que estás aburrido de mí. Que ya no sientes interesante lo que antes encontrabas maravilloso en mi persona. Sé que tus sentimientos ya no son los mismos de antaño y que probablemente ames ahora a alguien más. Me carcome el alma pensar que la persona que quieres si te posee por completo, que le perteneces, que a ella sí le demuestras tu cariño, que ella si puede tenerte a su lado, que ella pasa las frías noches de invierno en tus brazos mientras yo te añoro.
¡Cómo me gustaría poder tenerte aquí con migo! ¡Cuánto no daría por ser yo y no ella la que se acurruca bajo tu antebrazo! Cómo quisiera quererte un poco menos y así calmar esta pena que me tiene hundida en un pozo sin fondo, sin cielo ni estrellas. Cómo me desespera el tener de techo una negrura sin fin, un vacío sin luminiscencias blanquecinas como son los astros. Cómo me entristece saber que nunca más volveré a mirar las encantadoras iridiscencias que tanto alegraban mis días de la misma manera. Cómo me desola saber que nunca volveré a verte a ti.
¡Me tienes atrapada entre tus dedos! ¿Cómo puedes ser tan insensible como para seguir? ¿Para seguir haciéndome esto? ¿Engañándome, hipnotizándome, torturándome? Creí que nada podía salir mal, que nuestro amor era más fuerte que todo, pero así fue como me sacaste de mi error. Porque estaba equivocada ¡Estaba equivocada! Lo supe cuando te ví tomando su mano, ¡y yo creí que eras sólo su amigo! Dios, ¡que estúpida fui! ¿Acaso estabas mintiendo todo el tiempo? Dime, ¿Fue esto solo un juego para ti? ¿Por qué nadie puede darme las respuestas que necesito? Quiero saber, quiero entender, ¿Qué es lo que ella tiene que yo no? ¿Qué es lo que ella te da que yo nunca te di?  Demonios, ¡ayúdame a comprender! Prometo que cuando me expliques te dejaré en paz. Te dejaré tranquilo, te dejaré para que hagas tu vida con ella. Aunque yo esté sufriendo, aunque yo esté muriendo. O más que eso, incluso. Porque estar sin ti es peor que morir, estar sin ti es un castigo incesante. Es peor que el infierno, aunque tal vez parecido. Tengo una creencia, y esa es que cada uno tiene reservado un infierno personal en algún lugar de la inexistencia. Que ese infierno está diseñado de acuerdo a lo que más nos hace sufrir, y que iremos allí después de la muerte. Pero yo me pregunto, si estar sin ti es lo que más me hace sufrir, y ahora ya estoy sin ti, entonces, qué me espera para después de la muerte, ¿si ya estoy teniendo mi infierno en vida? Y me respondo: tal vez te espera más de este sufrimiento, una tortura infinita: con comas, pero sin puntos finales.