Se fue -cuento de fin de año-

Bebió la última gota de sidra.
No se trataba de la última gota de sidra de la casa o de la fiesta. No era tampoco la última gota de sidra en la provincia ni en el país; y mucho menos en el mundo entero. Bebió, sencillamente, la última de la botella, de su copa.
Y con eso, dio fin a un ciclo, a un año más. Cerró, con aquella gota, un baúl de recuerdos, una montaña de sueños y proyectos. Era ese tipo de final que preludiaba un nuevo comienzo. El raudo inicio de algo distinto.
Dejó atrás penas y problemas. Muchos se fueron de gira a quién sabe dónde, a ese sitio a donde se dirigen las personas que mueren. Otros tantos llegaron a su vida; vinieron en globos aerostáticos, heladeras voladoras, cigüeñas, aviones, trenes y de tantas otras formas. Anotó en su mente aquellos proyectos logrados, las metas alcanzadas y se despidió de la tristeza, de su ex novio, de ese perrito que huyo de la casa. Adiós.
Con sus cosas buenas y malas, un año se iba. Huía corriendo a toda prisa para no ser alcanzado por quien lo perseguía, por el nuevo ciclo.
Y ella también se escapaba. Con aquella última gota de sidra decidió marcharse. Abandonó la copa vacía en la mesita junto a la puerta y apagó las luces. Miró una vez más aquel departamentito porteño y, con miedo a arrepentirse, cerró la puerta con llave y se fue.
Se fue muy lejos, tan lejos como pudo. Se marchó para poder comenzar de nuevo; para empezar desde cero. Huyó con su pequeña mochila a la espalda y un enorme sueño al frente.
Se fue a medianoche, despidiéndose junto con el año que partía. Se fue a quién sabe dónde, a cumplir sus sueños. Se fue muy lejos de su hogar, con el recuerdo de la última gota de sidra.