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El llanto del cielo
18.11.14 18:46
Okay, esto es diferente a todo lo que he subido hasta el momento. Lo escribí esta tarde, sin motivo alguno. Se me había cortado la luz en casa y abrí un nuevo archivo en la laptop... de la nada, un nombre vino a mi mente "Amanda" y, tras escribirlo en la primera linea, el resto surgió inmediatamente. Fue raro xD las palabras surgieron una tras otra. No sabía a qué apuntaba ni nada. Pero creo que no quedo TAN mal.
Acepto críticas =)
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El llanto del cielo
Amanda se encontraba de pie sobre la parte más alta de un deteriorado muro perteneciente a las ruinas de la recientemente destruida ciudad de Ritzar. Observa un horizonte que desconocía, un paisaje que creyó inexistente. Las bestias aladas volaban en la distancia describiendo figuras casi geométricas. Estaban alteradas. Algo perturbaba a las enormes criaturas emplumadas que siempre prefirieron mantenerse ocultas. Siempre, hasta aquella tarde. Amanda las conocía bien, todos en Ritzar hablaban de ellas y existían incluso viejas leyendas sobre su procedencia y naturaleza. Algunos viajeros alegaban haberlas visto, mas nadie tenía pruebas de su existencia.
Pero Amanda realmente las conocía de un viejo sueño de su infancia. Una pesadilla voraz en la que el mundo ardía en llamas mientras las gigantescas aves cantaban en el cielo. “Las portadoras de tragedias” les llamaba su difunta madre.
Un sueño. O una memoria olvidada. O un viejo presagio, una premonición. Daba igual. La única certeza era que las criaturas eran reales y estaban allí, revoloteando debajo de lo que parecía ser un portal, un hoyo violáceo entre las nubes más lejanas. Un trozo descocido en el firmamento.
¿Qué estaba ocurriendo? El cielo lloraba sangre tibia mientras el sol se teñía de verde. El corazón de Amanda latía con fuerza, con miedo. Algo acababa de ocurrir. Algo estaba por ocurrir. Pero ¿qué?
Era incapaz de recordar el ataque o su vida antes de ello. No lograba dibujar en su mente imagen alguna del mundo antes de aquel instante.
Repentinamente, un rayo rosado atravesó el portal y golpeó a una bestia con fuerza. El sonido del ave al caer retumbó en los oídos de Amanda y el suelo se estremeció. Aquellos seres eran de un tamaño descomunal.
Entonces, el sol desapareció, se apagó. O se volvió negro. Era difícil saberlo. Desde el viejo muro, el astro se veía como un agujero en el horizonte.
La penumbra.
La tierra era iluminada solamente por una tenue luz proveniente del portal violáceo. Un brillo que paulatinamente cobraba más intensidad.
El suave y delicioso aroma de carne quemada inundó las fosas nasales de Amanda. Sintió hambre y se preguntó cómo sabría aquella bestia derribada. El rugido de su estómago le recordó que llevaba bastante tiempo sin alimentarse, sin beber nada. En un instante sus labios se secaron y la garganta le exigió líquido. La chica se acomodó el enmarañado cabello detrás de las orejas y abrió su boca, permitiendo que algunas gotas de la sangre, que se precipitaba desde el cielo, ingresaran en su sistema. Sintió arcadas y deseos de vomitar ante aquel desagradable sabor ácido y metálico. Se dobló sobre sí misma, esforzándose por soportar la sensación.
Otro trueno, esta vez anaranjado, golpeó el suelo en la lejanía y las aves comenzaron a graznar, inquietas. Amanda lo sabía. Algo se aproximaba, algo grande. No podía hacer nada más que esperar, entre las viejas ruinas y putrefactos cadáveres de los habitantes de Ritzar. Esperar y esperar.
¿Esperar qué?
Algo.
Quizá los atacantes regresaban a reclamar su dominio sobre aquel territorio. Tal vez descenderían de los cielos. Todo era posible en ese mar de destrucción.
El firmamento aún lloraba sangre. Las nubes estaban tristes al no poder brindar sus dones los habitantes de esas tierras. Una mancha oscura, al principio imperceptible, se dibujó cerca del portal y fue creciendo lentamente hasta abarcar gran parte de aquel cielo surrealista.
Amanda intentó gritar “¡Aquí estoy!” pero su voz se convirtió en un mero sonido ahogado. No podía hablar, no recordaba cómo hacerlo. Tampoco sabía a quién le dirigía aquellas palabras. Estaba sola en un mundo al que no pertenecía, en un sitio que desafiaba los límites de su comprensión.
Finalmente, la oscuridad lo devoró todo. Las sombras se extendieron por tierra y cielo hasta cubrir la totalidad del paisaje.
Una fuerte sacudida la despertó.
Amanda se encontraba en su celda, en la sección occidental del imponente palacio de Ritzar. Algo andaba mal. Aún oía los graznidos de las bestias aladas. Se puso de pie y se dirigió a la ventana.
Los ciudadanos de aquella extraña ciudad corrían, aterrados de algo o alguien. Alzó la vista al cielo y velozmente comprendió lo que sucedía. Sus soldados habían logrado reabrir el antiguo portal que conectaba su tierra natal con esta. Intentaban rescatarla.
Por un momento, Amanda sonrió satisfecha y esperanzada. Los casi dos años de confinamiento llegarían pronto a su fin. La chica se emocionó al reconocer al general Jadein descendiendo con sus alas de hielo sobre el borde del muro que rodeaba Ritzar. Confiaba en él más que en nadie.
Confiaba, hasta que reparó en el cielo. Repentinamente el día se volvió noche y, pocos minutos después en un nuevo día. El tiempo parecía acelerado y nubes multicolores aparecían una tras otra sobre la ciudad, transformándose sin cesar, dibujando figuras abstractas y metamórficas. El firmamento parecía haberse enfurecido ante el ataque de los desconcertados Hiokadenos.
No, no era noche lo que se posaba sobre Ritzar, sino una gran criatura alada que volaba por sobre la ciudad. Realmente se trataba de una criatura enorme. Más grande que la ciudad.
La puerta de su celda se abrió con un estruendo. El rey Loraim, su captor, ingresó y Amanda supo inmediatamente el propósito de aquella irrupción. Si él no la tenía a ella y todos sus poderes, nadie lo haría. Daba igual que Ritzar cayera y sus habitantes perecieran. El gobernante no podía permitir que Hiokade recuperara a su princesa, su poderío.
Cerró los ojos y, entre carcajadas, se preparó para su final. Amanda sabia lo iba a ocurrir luego, el cielo se lo había mostrado en sueños. Se avecinaba el final de una era, de una milenaria guerra entre dos reinos pertenecientes a mundos diferentes.
Se asomó a la ventana y sonrió a Jadein en la distancia. Él la vio y extendió sus alas para ir a rescatarla. Pero ya era tarde. Los labios de Amanda se movieron en silencio. El general no necesitaba oír aquellas palabras para saber que toda esperanza de triunfo acababa de desvanecerse.
Loraim apareció detrás de su prisionera y, sin vacilaciones, colocó una brillante espada frente a su cuello. Sonrió a Jadein y, en una fracción de segundo, separó la cabeza de Amanda de su delgado cuerpo. El cráneo cayó inmediatamente por la ventana con la rubia cabellera de la reina ondeando por última vez.
El grito del general resonó con fuerza en toda Ritzar, seguido por una nueva orden. Eliminar a todo ser vivo que los soldados cruzaran.
Las calles de la ciudad se cubrieron de cadáveres y el cielo lloró sangre. Lloró por días, meses y años. El mundo entero inició un largo duelo de soledad.
Los soldados Hiokadenos se retiraron, sin molestarse en cerrar el portal. Recordándole a aquel mundo que pereció por su propia avaricia. Por su deseo de dominar otros reinos, otras realidades lejanas.
Pero Amanda realmente las conocía de un viejo sueño de su infancia. Una pesadilla voraz en la que el mundo ardía en llamas mientras las gigantescas aves cantaban en el cielo. “Las portadoras de tragedias” les llamaba su difunta madre.
Un sueño. O una memoria olvidada. O un viejo presagio, una premonición. Daba igual. La única certeza era que las criaturas eran reales y estaban allí, revoloteando debajo de lo que parecía ser un portal, un hoyo violáceo entre las nubes más lejanas. Un trozo descocido en el firmamento.
¿Qué estaba ocurriendo? El cielo lloraba sangre tibia mientras el sol se teñía de verde. El corazón de Amanda latía con fuerza, con miedo. Algo acababa de ocurrir. Algo estaba por ocurrir. Pero ¿qué?
Era incapaz de recordar el ataque o su vida antes de ello. No lograba dibujar en su mente imagen alguna del mundo antes de aquel instante.
Repentinamente, un rayo rosado atravesó el portal y golpeó a una bestia con fuerza. El sonido del ave al caer retumbó en los oídos de Amanda y el suelo se estremeció. Aquellos seres eran de un tamaño descomunal.
Entonces, el sol desapareció, se apagó. O se volvió negro. Era difícil saberlo. Desde el viejo muro, el astro se veía como un agujero en el horizonte.
La penumbra.
La tierra era iluminada solamente por una tenue luz proveniente del portal violáceo. Un brillo que paulatinamente cobraba más intensidad.
El suave y delicioso aroma de carne quemada inundó las fosas nasales de Amanda. Sintió hambre y se preguntó cómo sabría aquella bestia derribada. El rugido de su estómago le recordó que llevaba bastante tiempo sin alimentarse, sin beber nada. En un instante sus labios se secaron y la garganta le exigió líquido. La chica se acomodó el enmarañado cabello detrás de las orejas y abrió su boca, permitiendo que algunas gotas de la sangre, que se precipitaba desde el cielo, ingresaran en su sistema. Sintió arcadas y deseos de vomitar ante aquel desagradable sabor ácido y metálico. Se dobló sobre sí misma, esforzándose por soportar la sensación.
Otro trueno, esta vez anaranjado, golpeó el suelo en la lejanía y las aves comenzaron a graznar, inquietas. Amanda lo sabía. Algo se aproximaba, algo grande. No podía hacer nada más que esperar, entre las viejas ruinas y putrefactos cadáveres de los habitantes de Ritzar. Esperar y esperar.
¿Esperar qué?
Algo.
Quizá los atacantes regresaban a reclamar su dominio sobre aquel territorio. Tal vez descenderían de los cielos. Todo era posible en ese mar de destrucción.
El firmamento aún lloraba sangre. Las nubes estaban tristes al no poder brindar sus dones los habitantes de esas tierras. Una mancha oscura, al principio imperceptible, se dibujó cerca del portal y fue creciendo lentamente hasta abarcar gran parte de aquel cielo surrealista.
Amanda intentó gritar “¡Aquí estoy!” pero su voz se convirtió en un mero sonido ahogado. No podía hablar, no recordaba cómo hacerlo. Tampoco sabía a quién le dirigía aquellas palabras. Estaba sola en un mundo al que no pertenecía, en un sitio que desafiaba los límites de su comprensión.
Finalmente, la oscuridad lo devoró todo. Las sombras se extendieron por tierra y cielo hasta cubrir la totalidad del paisaje.
Una fuerte sacudida la despertó.
Amanda se encontraba en su celda, en la sección occidental del imponente palacio de Ritzar. Algo andaba mal. Aún oía los graznidos de las bestias aladas. Se puso de pie y se dirigió a la ventana.
Los ciudadanos de aquella extraña ciudad corrían, aterrados de algo o alguien. Alzó la vista al cielo y velozmente comprendió lo que sucedía. Sus soldados habían logrado reabrir el antiguo portal que conectaba su tierra natal con esta. Intentaban rescatarla.
Por un momento, Amanda sonrió satisfecha y esperanzada. Los casi dos años de confinamiento llegarían pronto a su fin. La chica se emocionó al reconocer al general Jadein descendiendo con sus alas de hielo sobre el borde del muro que rodeaba Ritzar. Confiaba en él más que en nadie.
Confiaba, hasta que reparó en el cielo. Repentinamente el día se volvió noche y, pocos minutos después en un nuevo día. El tiempo parecía acelerado y nubes multicolores aparecían una tras otra sobre la ciudad, transformándose sin cesar, dibujando figuras abstractas y metamórficas. El firmamento parecía haberse enfurecido ante el ataque de los desconcertados Hiokadenos.
No, no era noche lo que se posaba sobre Ritzar, sino una gran criatura alada que volaba por sobre la ciudad. Realmente se trataba de una criatura enorme. Más grande que la ciudad.
La puerta de su celda se abrió con un estruendo. El rey Loraim, su captor, ingresó y Amanda supo inmediatamente el propósito de aquella irrupción. Si él no la tenía a ella y todos sus poderes, nadie lo haría. Daba igual que Ritzar cayera y sus habitantes perecieran. El gobernante no podía permitir que Hiokade recuperara a su princesa, su poderío.
Cerró los ojos y, entre carcajadas, se preparó para su final. Amanda sabia lo iba a ocurrir luego, el cielo se lo había mostrado en sueños. Se avecinaba el final de una era, de una milenaria guerra entre dos reinos pertenecientes a mundos diferentes.
Se asomó a la ventana y sonrió a Jadein en la distancia. Él la vio y extendió sus alas para ir a rescatarla. Pero ya era tarde. Los labios de Amanda se movieron en silencio. El general no necesitaba oír aquellas palabras para saber que toda esperanza de triunfo acababa de desvanecerse.
Loraim apareció detrás de su prisionera y, sin vacilaciones, colocó una brillante espada frente a su cuello. Sonrió a Jadein y, en una fracción de segundo, separó la cabeza de Amanda de su delgado cuerpo. El cráneo cayó inmediatamente por la ventana con la rubia cabellera de la reina ondeando por última vez.
El grito del general resonó con fuerza en toda Ritzar, seguido por una nueva orden. Eliminar a todo ser vivo que los soldados cruzaran.
Las calles de la ciudad se cubrieron de cadáveres y el cielo lloró sangre. Lloró por días, meses y años. El mundo entero inició un largo duelo de soledad.
Los soldados Hiokadenos se retiraron, sin molestarse en cerrar el portal. Recordándole a aquel mundo que pereció por su propia avaricia. Por su deseo de dominar otros reinos, otras realidades lejanas.
- InvitadoInvitado
Re: El llanto del cielo
19.11.14 11:51
Le faltaba un párrafo que no se copió xD ahí lo edité.
- AliAFICIONADO
- Mensajes : 1356
Re: El llanto del cielo
19.11.14 23:41
La verdad, muy distinto a lo que le leído tuyo.
Admito que en un principio me sentí media perdida, no sabía o más bien no entendía bien de que se trataba jaja Pero ya después tomo forma, aunque te odio por matarla!!! Justo cuando le agarro cariño a Amanda y justo cuando llega el hermoso general (al cual me imagino extremadamente hermoso y varonil =P) LA MATAS!!!! No es justo T_T jaja
Estuvo lindo, diferente, pero lindo. Me hizo acordar a un anime, La visión de Escaflowne, aunque ella no se muere jaja
Admito que en un principio me sentí media perdida, no sabía o más bien no entendía bien de que se trataba jaja Pero ya después tomo forma, aunque te odio por matarla!!! Justo cuando le agarro cariño a Amanda y justo cuando llega el hermoso general (al cual me imagino extremadamente hermoso y varonil =P) LA MATAS!!!! No es justo T_T jaja
Estuvo lindo, diferente, pero lindo. Me hizo acordar a un anime, La visión de Escaflowne, aunque ella no se muere jaja
- InvitadoInvitado
Re: El llanto del cielo
20.11.14 8:50
Jajaja no sé xq te recerda a Escaflowne. Capaz xq imaginas a Allen como el general jajajajaja
- AliAFICIONADO
- Mensajes : 1356
Re: El llanto del cielo
21.11.14 15:19
jajajajaj Puede ser Riku ajajaja Pero en mi mente Allen es mucho más lindo jajajaj
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