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"Un día más"
05.11.14 21:32
Hola, esta es una de mis mas recientes historias. Antes de subirla me debatía en si hacerlo o no. Espero que les guste =S de verdad espero que les guste.
Otro día. Todos los días son iguales y me ahoga la rutina. El mismo cuarto, las mismas calles, las mismas miradas siguiéndome en el trascurso a la escuela. Se lo que piensan aunque no lo digan en voz alta. "¡No estoy ciega!" Quiero gritarles "¡Y tampoco necesito de su lástima!"
Finjo ignorarlas por mi propio bien. Los murmullos sobre mi familia, si es que puedo llamarla así, invaden mis oídos una vez que llego a la escuela. No hay nadie que no lo sepa. Es lo que odio de los lugares pequeños donde la vida de las personas se esparce en cuestión de horas y lo que sucedía en mi familia no era la excepción. Bolas de papel me golpean conforme avanzo por el pasillo y ellos ríen mientras lanzan burlas insultantes e hirientes pero nadie hace nada. Los profesores fingen no saber lo que está pasando y cuando "se dan cuenta" solo piden que se callen.
Aquí no hay esperanza a algo nuevo, lo único que varía es el clima y eso no tanto. Todos los días hace frío en la mañana y en la tarde y el insoportable frío del invierno es lo único que lo diferencia del verano.
Me abro paso entre los chicos hasta mi asiento si no los miro sus rostros no pueden herirme. Sé que es absurdo pero nunca sabes cuánto puede dañarte una mirada si no lo has experimentado.
Cinco años he vivido aquí y nada ha quedado en el pasado como suelen decir, a mí el tiempo no curo nada, al contrario hace la herida más grande.
La profesora Minerva comienza las clases pero no le presto atención, mi mente está en el día que dejamos la ciudad, con la promesa de tranquilidad y estabilidad. Mi padre nos trajo con mentiras, solo quería escapar del resiente fraude que había cometido a su empresa. Y lo logro solo por dos meses pero bien dicen la verdad siempre sale a la luz.
Ese día fue el más humillante de mi vida pero aun nadie sabía el que pasaba y ni aun lo saben. Solo tienen estúpidas teorías que los que las escucharon las entienden como verdades. No los culpo, si yo no supiera lo que paso podría creerlo. Me sorprende la imaginación que tienen en este pueblo y la capacidad mitómana para contar las cosas de una forma tan natural que cualquiera las creería veraces.
He planeado escaparme muchas veces de mi casa y dejar a mi madre con los vicios que adquirió desde ese día cundo dictaminaron la sentencia a mi padre, pero no tengo a donde ir. ¿Mis familiares? Ellos ni siquiera saben que existo. Mis padres se casaron por capricho y para enfurecer a sus padres. Se fueron a vivir lejos de ellos y al cabo de un año fui el resultado de una noche de borrachera. Ni siquiera fui planeada.
Lanzo un suspiro frustrado al sonar el timbre de cambio y así continua mi día, risas, burlas y maltratos. Ya nadie se me acerca. Los pocos que intentaron los trataron de la misma forma. No duro más que un mes antes de que se dieran por vencidos y sus padres me amenazaran de no acercármeles. Ahora me da igual.
Las clases terminan y camino sin ánimos al trabajo. No gano mucho pero sirve para mantenerme viva y con los materiales que llego a necesitar. A mi madre no le importa si llego o no a casa y mucho menos en donde he estado.
Después de caminar la misma rutina hacia el trabajo llego a la gran tienda de la ciudad que es una vieja bodega de abastecimientos. Ayudo con el inventario o acomodar los estantes. A ellos no les importa quién soy mientras no hable y yo estoy mejor así en silencio. Me registro en la entrada con la encargada. Una señora de unos sesenta años con la mirada más dura que he visto y camino hacia los casilleros para tomar mi uniforme.
Al llegar mi cuerpo se tensa ante el ya conocido roce que va desde mi cuello bajando por mi columna hasta las caderas. Su aliento a menta me causa escalofríos cuando susurra mi nombre. ¡Lo odio! "¡No soy como ella!" le dije la primera vez "¡Suéltame!". El solo se rio y me golpeo hasta dejarme casi inconsciente. Ojala lo hubiese hecho pero no, me dejo solo sin poder moverme y sin poder borrar la imagen y el recuerdo de él recorriendo mi cuerpo. "No luches cariño" me susurró el bastardo "Nadie te creerá y si dices algo te la veras conmigo".
No le hice caso, ingenuamente una vez que me recupere le dije a la señora y esta me soltó una bofetada por difamar a su santo hijo y el canalla se atrevió a decir que yo lo había seducido.
Ahora sé que tengo que callar cuando me conduce por el pasillo y cerrar los ojos con cada una de sus caricias que son más como azotes sobre mi piel. Proporcionan un calor momentáneo pero doloroso. Una vez que él se halla divertido solo me permito llorar un momento y salir a trabajar de nuevo.
Hoy no fue la excepción y no solo fue el.
Suprimo de mi mente el resto, no quiero recordarlo y sepulto los destellos que llegan a mi mente.
A nadie le importo. Llevo mi mirada hacia lo que he visto un millón de veces debatiéndome entre ser libre finalmente o continuar en este infierno. Pero hoy no dudo, antes de salir tomo lo que necesito cautelosamente y me dirijo a casa.
La calle esta desierta y el frió quema mis mejillas hasta que llego a la puerta. Cuando entro me recibe el mismo olor alcohol mezclado con su perfume y el de su pareja que por lo visto aún no se ha marchado.
Puedo ver prendas por el pasillo que lleva a las escaleras y me dan repugnancia. Subo las escaleras en silencio y al llegar al último escalón escucho ruidos precedentes de su habitación haciéndome sentir nauseas. ¿Cómo puede hacerlo?" me pregunto pasando de puntitas con los oídos tapados hasta mi habitación cerrando la puerta con mucho sigilo tras de mí. Apoyo la espalda en contra la pared mientras enciendo las tenue luz que lastima mis ojos. Todo está tal como lo deje en la mañana y un profundo dolor me hiere en el pecho. Me tiro en la cama y saco de mi abrigo mi resiente adquisición, parece insignificante como yo en estos momentos y sin embargo es letal. Introduzco un poco en mi boca y lo trago sin poder evitar sentir su horrendo sabor en mi paladar. Una lágrima escapa rodando a los costados, los recuerdos me inundan, el dolor es más fuerte. Quiero ahogarlos y trago otro poco como si fueran dulces. Los ruidos de la habitación de mi madre se hacen más escandalosos, trago otro poco. El rostro de mi abusador llega mi mente, está sonriendo y se siente triunfador sobre mí. Mas rostros aparecen en mi mente riéndose y burlándose de mí. Pero esta vez no me importa lo que piensen y como si fueran píldoras para olvidar meto más a mi boca. Un fuerte dolor me desgarra, me pone a agonizar pero hay dolores peores que he tenido que soportar y como una recompensa al fin llega la paz.
"Un día mas"
Otro día. Todos los días son iguales y me ahoga la rutina. El mismo cuarto, las mismas calles, las mismas miradas siguiéndome en el trascurso a la escuela. Se lo que piensan aunque no lo digan en voz alta. "¡No estoy ciega!" Quiero gritarles "¡Y tampoco necesito de su lástima!"
Finjo ignorarlas por mi propio bien. Los murmullos sobre mi familia, si es que puedo llamarla así, invaden mis oídos una vez que llego a la escuela. No hay nadie que no lo sepa. Es lo que odio de los lugares pequeños donde la vida de las personas se esparce en cuestión de horas y lo que sucedía en mi familia no era la excepción. Bolas de papel me golpean conforme avanzo por el pasillo y ellos ríen mientras lanzan burlas insultantes e hirientes pero nadie hace nada. Los profesores fingen no saber lo que está pasando y cuando "se dan cuenta" solo piden que se callen.
Aquí no hay esperanza a algo nuevo, lo único que varía es el clima y eso no tanto. Todos los días hace frío en la mañana y en la tarde y el insoportable frío del invierno es lo único que lo diferencia del verano.
Me abro paso entre los chicos hasta mi asiento si no los miro sus rostros no pueden herirme. Sé que es absurdo pero nunca sabes cuánto puede dañarte una mirada si no lo has experimentado.
Cinco años he vivido aquí y nada ha quedado en el pasado como suelen decir, a mí el tiempo no curo nada, al contrario hace la herida más grande.
La profesora Minerva comienza las clases pero no le presto atención, mi mente está en el día que dejamos la ciudad, con la promesa de tranquilidad y estabilidad. Mi padre nos trajo con mentiras, solo quería escapar del resiente fraude que había cometido a su empresa. Y lo logro solo por dos meses pero bien dicen la verdad siempre sale a la luz.
Ese día fue el más humillante de mi vida pero aun nadie sabía el que pasaba y ni aun lo saben. Solo tienen estúpidas teorías que los que las escucharon las entienden como verdades. No los culpo, si yo no supiera lo que paso podría creerlo. Me sorprende la imaginación que tienen en este pueblo y la capacidad mitómana para contar las cosas de una forma tan natural que cualquiera las creería veraces.
He planeado escaparme muchas veces de mi casa y dejar a mi madre con los vicios que adquirió desde ese día cundo dictaminaron la sentencia a mi padre, pero no tengo a donde ir. ¿Mis familiares? Ellos ni siquiera saben que existo. Mis padres se casaron por capricho y para enfurecer a sus padres. Se fueron a vivir lejos de ellos y al cabo de un año fui el resultado de una noche de borrachera. Ni siquiera fui planeada.
Lanzo un suspiro frustrado al sonar el timbre de cambio y así continua mi día, risas, burlas y maltratos. Ya nadie se me acerca. Los pocos que intentaron los trataron de la misma forma. No duro más que un mes antes de que se dieran por vencidos y sus padres me amenazaran de no acercármeles. Ahora me da igual.
Las clases terminan y camino sin ánimos al trabajo. No gano mucho pero sirve para mantenerme viva y con los materiales que llego a necesitar. A mi madre no le importa si llego o no a casa y mucho menos en donde he estado.
Después de caminar la misma rutina hacia el trabajo llego a la gran tienda de la ciudad que es una vieja bodega de abastecimientos. Ayudo con el inventario o acomodar los estantes. A ellos no les importa quién soy mientras no hable y yo estoy mejor así en silencio. Me registro en la entrada con la encargada. Una señora de unos sesenta años con la mirada más dura que he visto y camino hacia los casilleros para tomar mi uniforme.
Al llegar mi cuerpo se tensa ante el ya conocido roce que va desde mi cuello bajando por mi columna hasta las caderas. Su aliento a menta me causa escalofríos cuando susurra mi nombre. ¡Lo odio! "¡No soy como ella!" le dije la primera vez "¡Suéltame!". El solo se rio y me golpeo hasta dejarme casi inconsciente. Ojala lo hubiese hecho pero no, me dejo solo sin poder moverme y sin poder borrar la imagen y el recuerdo de él recorriendo mi cuerpo. "No luches cariño" me susurró el bastardo "Nadie te creerá y si dices algo te la veras conmigo".
No le hice caso, ingenuamente una vez que me recupere le dije a la señora y esta me soltó una bofetada por difamar a su santo hijo y el canalla se atrevió a decir que yo lo había seducido.
Ahora sé que tengo que callar cuando me conduce por el pasillo y cerrar los ojos con cada una de sus caricias que son más como azotes sobre mi piel. Proporcionan un calor momentáneo pero doloroso. Una vez que él se halla divertido solo me permito llorar un momento y salir a trabajar de nuevo.
Hoy no fue la excepción y no solo fue el.
Suprimo de mi mente el resto, no quiero recordarlo y sepulto los destellos que llegan a mi mente.
A nadie le importo. Llevo mi mirada hacia lo que he visto un millón de veces debatiéndome entre ser libre finalmente o continuar en este infierno. Pero hoy no dudo, antes de salir tomo lo que necesito cautelosamente y me dirijo a casa.
La calle esta desierta y el frió quema mis mejillas hasta que llego a la puerta. Cuando entro me recibe el mismo olor alcohol mezclado con su perfume y el de su pareja que por lo visto aún no se ha marchado.
Puedo ver prendas por el pasillo que lleva a las escaleras y me dan repugnancia. Subo las escaleras en silencio y al llegar al último escalón escucho ruidos precedentes de su habitación haciéndome sentir nauseas. ¿Cómo puede hacerlo?" me pregunto pasando de puntitas con los oídos tapados hasta mi habitación cerrando la puerta con mucho sigilo tras de mí. Apoyo la espalda en contra la pared mientras enciendo las tenue luz que lastima mis ojos. Todo está tal como lo deje en la mañana y un profundo dolor me hiere en el pecho. Me tiro en la cama y saco de mi abrigo mi resiente adquisición, parece insignificante como yo en estos momentos y sin embargo es letal. Introduzco un poco en mi boca y lo trago sin poder evitar sentir su horrendo sabor en mi paladar. Una lágrima escapa rodando a los costados, los recuerdos me inundan, el dolor es más fuerte. Quiero ahogarlos y trago otro poco como si fueran dulces. Los ruidos de la habitación de mi madre se hacen más escandalosos, trago otro poco. El rostro de mi abusador llega mi mente, está sonriendo y se siente triunfador sobre mí. Mas rostros aparecen en mi mente riéndose y burlándose de mí. Pero esta vez no me importa lo que piensen y como si fueran píldoras para olvidar meto más a mi boca. Un fuerte dolor me desgarra, me pone a agonizar pero hay dolores peores que he tenido que soportar y como una recompensa al fin llega la paz.
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