- InvitadoInvitado
La felicidad de una pizza con aceitunas
03.11.14 23:15
Sí, tiene un título deforme. Lo sé.
La felicidad de una pizza con aceitunas
No le había llamado la atención el primer cuatrimestre. Se trataba de una chica más entre las tantas otras que estudiaban con él. Su rostro era pálido como una vieja taza de porcelana china agrietada, con rajaduras que daban forma a sus rasgos esenciales. Llevaba siempre un largo tapado negro que contrastaba con su cabello dorado. Se sentaba en el último pupitre del viejo salón de clases dónde, todas las tardes, anotaba en silencio una gran acumulación de datos poco importantes que recitaban los profesores de las diversas materias. No era gótica ni punk pero, siempre vestía de negro, como una sombra ausente y muda que observaba, distante, el lento avance de las agujas del reloj; al igual que una versión postmoderna de la parca, siempre oscura y latente, observando pacientemente el efecto del tiempo en los humanos.
Supo su nombre un viernes, cuando el profesor de literatura hizo la devolución oral de los textos presentados la semana anterior. Algunos poemas los entregó sin hacer comentarios, otros tantos recibieron críticas. Todos los alumnos habían recuperado ya su trabajo, a excepción de aquella muchacha. El docente la nombró y sonrió, elogiando, con cierta ironía, la temática de la poesía redactada por su alumna sobre la felicidad de una pizza con aceitunas y el significado de la alegría superficial predominante en la sociedad contemporánea.
Todos se voltearon, sorprendidos, y felicitaron a la joven que permanecía inmutable, como las estatuas angelicales que adornan los excéntricos mausoleos del Cementerio de Recoleta. Luego, esbozó una sencilla sonrisa y recibió su trabajo. No dijo nada.
Él se preguntaba si la voz de aquella chica seria suave como una brisa de verano o sensual como una melodía de jazz. Pasó semanas observándola, deteniéndose en cada detalle de sus movimientos, analizándola sin encontrar lo que buscaba. ¿Qué buscaba? No lo sabía pero, le atraía el desconcierto. Le faltaba valor para hablarle. Temía romper el encanto de aquella fantasía utópica e inverosímil. Lo paralizaba el miedo a la decepción, a la desilusión casi inevitable. Le asustaba alcanzar lo inalcanzable, humanizar lo que consideraba divino y develar los misterios que deberían permanecer incógnitos. Si le hablaba, aquella perfecta idealización que su mente había creado se desvanecería, al igual que un reflejo en el agua de un charco que alguien acaba de pisar.
La había buscado en las redes sociales, sin encontrarla. El nombre era común y los resultados arrojaban demasiados perfiles. Resignado, el último día de clases, le pidió su número de teléfono. Ella sonrió y le escribió los datos en la palma de la mano con una lapicera roja. Él, ansioso, envió un mensaje esa misma noche invitándola al cine. Ella aceptó.
Cuando se encontraron, él le pidió un favor. Que no hablase con él todavía, que mantuviera su voz en secreto por un tiempo para continuar con la inmadura ilusión de misterio que lo atraía de forma superficial como la felicidad de una pizza adornada con aceitunas.
La felicidad de una pizza con aceitunas
No le había llamado la atención el primer cuatrimestre. Se trataba de una chica más entre las tantas otras que estudiaban con él. Su rostro era pálido como una vieja taza de porcelana china agrietada, con rajaduras que daban forma a sus rasgos esenciales. Llevaba siempre un largo tapado negro que contrastaba con su cabello dorado. Se sentaba en el último pupitre del viejo salón de clases dónde, todas las tardes, anotaba en silencio una gran acumulación de datos poco importantes que recitaban los profesores de las diversas materias. No era gótica ni punk pero, siempre vestía de negro, como una sombra ausente y muda que observaba, distante, el lento avance de las agujas del reloj; al igual que una versión postmoderna de la parca, siempre oscura y latente, observando pacientemente el efecto del tiempo en los humanos.
Supo su nombre un viernes, cuando el profesor de literatura hizo la devolución oral de los textos presentados la semana anterior. Algunos poemas los entregó sin hacer comentarios, otros tantos recibieron críticas. Todos los alumnos habían recuperado ya su trabajo, a excepción de aquella muchacha. El docente la nombró y sonrió, elogiando, con cierta ironía, la temática de la poesía redactada por su alumna sobre la felicidad de una pizza con aceitunas y el significado de la alegría superficial predominante en la sociedad contemporánea.
Todos se voltearon, sorprendidos, y felicitaron a la joven que permanecía inmutable, como las estatuas angelicales que adornan los excéntricos mausoleos del Cementerio de Recoleta. Luego, esbozó una sencilla sonrisa y recibió su trabajo. No dijo nada.
Él se preguntaba si la voz de aquella chica seria suave como una brisa de verano o sensual como una melodía de jazz. Pasó semanas observándola, deteniéndose en cada detalle de sus movimientos, analizándola sin encontrar lo que buscaba. ¿Qué buscaba? No lo sabía pero, le atraía el desconcierto. Le faltaba valor para hablarle. Temía romper el encanto de aquella fantasía utópica e inverosímil. Lo paralizaba el miedo a la decepción, a la desilusión casi inevitable. Le asustaba alcanzar lo inalcanzable, humanizar lo que consideraba divino y develar los misterios que deberían permanecer incógnitos. Si le hablaba, aquella perfecta idealización que su mente había creado se desvanecería, al igual que un reflejo en el agua de un charco que alguien acaba de pisar.
La había buscado en las redes sociales, sin encontrarla. El nombre era común y los resultados arrojaban demasiados perfiles. Resignado, el último día de clases, le pidió su número de teléfono. Ella sonrió y le escribió los datos en la palma de la mano con una lapicera roja. Él, ansioso, envió un mensaje esa misma noche invitándola al cine. Ella aceptó.
Cuando se encontraron, él le pidió un favor. Que no hablase con él todavía, que mantuviera su voz en secreto por un tiempo para continuar con la inmadura ilusión de misterio que lo atraía de forma superficial como la felicidad de una pizza adornada con aceitunas.
- AliAFICIONADO
- Mensajes : 1356
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
04.11.14 1:41
Ohhhh así que también hay escritos "dulces" por tu parte ^^
Aunque tus poesías morbosas me gustan mucho, este estilo también te sienta muy bien.
Quisiera saber más de los personajes, pero no hay una continuación, ¿no? o ¿si? jajaja
Vuelvo a recalcar, me gusta mucho como escribes =)
Aunque tus poesías morbosas me gustan mucho, este estilo también te sienta muy bien.
Quisiera saber más de los personajes, pero no hay una continuación, ¿no? o ¿si? jajaja
Vuelvo a recalcar, me gusta mucho como escribes =)
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
04.11.14 9:50
jajajaja no, es solo el cuento corto. Forma parte de una antología que estoy armando sobre encuentros y desencuentros en Buenos Aires. Es otro estilo totalmente distinto al de las poesías (aunque tengo un par de encuentros de terror).
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
04.11.14 11:37
Ohhh!! tienes cuentos de terror Riku?? Lo subirás??
por fis!! por fis!!
por fis!! por fis!!
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
04.11.14 13:53
owo no lo sé, quizá xD Tampoco quiero llenar el foro con mis cosas, seria muy egoista
- AliAFICIONADO
- Mensajes : 1356
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
04.11.14 14:03
Naaa Riku, no serias para nada egoísta, ay que el publico lo pide ajajaj
Encuentros y desencuentros en Buenos Aires, me gusta como suena, espero poder leerlos algún día =)
Encuentros y desencuentros en Buenos Aires, me gusta como suena, espero poder leerlos algún día =)
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
04.11.14 22:50
¡Ay! Sabía que me encantaría este también. Me gustaron mucho las descripciones que haces, y el final, oh, cómo amo ese tipo de finales ♥
Sigue subiendo cosas, por favor *w*
Sigue subiendo cosas, por favor *w*
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
04.11.14 22:51
awwww me alegra que te guste.
Realmente muero de ganas por publicar el libro con estos cuentos
Realmente muero de ganas por publicar el libro con estos cuentos
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
10.11.14 14:48
Debo decir que lo primero que pensé al ver el título fue en un poema de Pablo Neruda, "Oda a la alcachofa" xD
No me canso de tu estilo poético de escribir <3 Me encanta las historias que haces, son pequeñas y simples pero tienen un "je ne sais quoi" que me fascina =D
Y vas a publicar un libro???!!!! *_________*
No me canso de tu estilo poético de escribir <3 Me encanta las historias que haces, son pequeñas y simples pero tienen un "je ne sais quoi" que me fascina =D
Y vas a publicar un libro???!!!! *_________*
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
10.11.14 17:52
Me encanta que te gusten <3
Voy a publicar una novela el mes que viene jaja pero la idea es poner todos estos cuentitos en una compilacion de encuentros y desencuentros
Voy a publicar una novela el mes que viene jaja pero la idea es poner todos estos cuentitos en una compilacion de encuentros y desencuentros
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
10.11.14 20:00
Me gusto tu relato es sencillo, descriptivo e interesante, tienes mucho potencial, en mi humilde opinión.
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
10.11.14 22:55
Gracias, me alegra que te haya gustado.
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
10.11.14 23:03
Me llamo mucho la atención el titulo de la historia, y me gustó la manera en la que escribes.
Aunque es corto se puede llegar a ver el talento que tienes (:
Aunque es corto se puede llegar a ver el talento que tienes (:
- InvitadoInvitado
Re: La felicidad de una pizza con aceitunas
10.11.14 23:33
Me alegra que te guste como escribo.
En cuanto al título.. originalmente tenia otro pero este me pareció más interesante. xP
En cuanto al título.. originalmente tenia otro pero este me pareció más interesante. xP
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